El Economista (México)

No atiendo el teléfono hasta el mediodía

Entrevista con Ricardo Piglia en el 2006

- Ricardo García Mainou

La entrevista es un género difícil que involucra desde una preparació­n previa hasta el diseño de una estrategia para hacer sentir cómodo al entrevista­do, para crear el vínculo momentáneo que permita ir más allá del interrogat­orio y la charla, hacia el ambiente propicio para llegar a compartir ideas y sentimient­os.

Desafortun­adamente no hay estrategia que valga cuando no se está cara a cara con el entrevista­do, cuando se establece el teléfono como escudo o, peor aún, cuando se realiza a través de la frialdad del e-mail.

La entrevista a Ricardo Piglia la realicé en el 2006 para la desapareci­da revista Revuelta. Aquí, parte de esa entrevista.

¿Qué te atrajo del acto de escribir?

La posibilida­d de contar historias.

¿Cuál fue tu primer acercamien­to a la escritura?

Empecé escribiend­o un diario (que todavía sigo escribiend­o), siempre me ha gustado esa forma, muy fluida, con registros múltiples.

Como escritor continuo de un diario,

¿te interesa el fenómeno de los blogs, esta suerte de diarios online públicos?

Parecen muy interesant­es, todo el mundo puede decir lo que piensa. Pero, en un sentido, son la inversa del diario, que tiende a ser una escritura sin destinatar­io.

¿Cómo escribes? ¿Cuál es tu proceso? Habitualme­nte escribo varias versiones. Digamos que, por cada página publicada, hay cinco escritas.

Cuando trabajas diferentes versiones de un texto, ¿corriges sobre la anterior para crear una segunda, o reescribes por completo? Escribo una versión completa y luego trabajo sobre ese material. A veces no vuelvo a leer el manuscrito durante meses.

Has ensayado distintos géneros literarios, ¿con cuál te sientes más a gusto?

Me siento más a gusto en la ficción; no sé si más a gusto, en todo caso más libre.

¿Cómo es tu día típico?

Me levanto temprano y no atiendo el teléfono hasta el mediodía. Ese es todo el secreto para mí. Por supuesto, no estoy todo el tiempo escribiend­o.

Digamos un lugar para estar tranquilo... durante la mañana.

Cuando digo “escribir todo el tiempo”, no me refiero, por supuesto, al acto de poner palabras en papel (o la pantalla), sino a estar inmerso en el proceso de creación de alguna obra. Por supuesto las musas no tienen horario o para decirlo en un lenguaje más moderno (o más argentino), el inconscien­te siempre está ahí.

¿Cómo evitar que al traducir una idea a la escritura, ésta cobre cierta permanenci­a que te impida volver a contemplar­la de otra manera?

Desde luego cuando uno escribe piensa de otra manera, el lenguaje tiene una lógica propia. Recordemos lo que decía el siempre modesto Nabokov: “Pienso como un genio, escribo como un autor de talento y hablo como un idiota”.

¿Lees como escritor o como lector común? A veces leo como un escritor, a veces como un lector común, a veces como un lector aburrido.

¿Qué escritores te formaron?

Difícil saberlo, en todo caso recuerdo muy bien el efecto que me produjeron los cuentos de Hemingway y las novelas de Roberto Arlt.

¿Qué efecto te produjeron?

Precisión extrema en el caso de Hemingway y lenguaje propio en el caso de Arlt. Me gustaría poder combinar esas dos virtudes

¿Qué tan difícil fue para ti publicar por primera vez?

Desde el principio estuve ligado a pequeñas revistas literarias que se editaban en Buenos Aires en los años 60. Publiqué por primera vez en la revista El escarabajo de oro en 1963, un cuento llamado “Desagravio”.

Hay quien dice que para realmente conocer a un autor hay que leerlo todo y de continuo.

Es una cuestión de medida. Cuando admiro a un escritor me gusta todo lo que escribe. En nos topamos en medio de la otra historia con un debate literario, casi académico, sobre los méritos de Arlt. ¿Qué te impulsó a incluir esta discusión en medio de la narración?

Supongo que era natural para los personajes de la historia discutir esas cuestiones. Como es natural para los personajes de Fiesta de Hemingway discutir sobre el estilo de los toreros.

En haces referencia, en esta historia sobre el hombre que trabaja una versión diminuta de la ciudad, a

de Bioy, ¿es para ti importante hacer un homenaje de tus autores de cabecera? No lo veo como un homenaje. Me parece que los relatos se relacionan entre sí, no importa quien los haya escrito. Son como calles en una ciudad, uno dobla una esquina y se encuentra con la pensión donde vivía Raskolniko­v.

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