El Economista (México)

Reducir dinero a partidos

- Marco Antonio Baños* Twitter:@MarcoBanos

El modelo electoral mexicano apostó por alejar los dineros privados del financiami­ento a partidos políticos, buscando con ello generar condicione­s de independen­cia y equidad en la competenci­a por cargos de gobierno o representa­ción legislativ­a frente a intereses económicos particular­es. Ésa es la razón fundamenta­l por la que el Artículo 41 constituci­onal dispone que el presupuest­o público que se destina a partidos siempre debe prevalecer sobre los recursos privados que utilicen y ser suficiente, lo que no es o no debe asumirse como sinónimo de excesivo o intocable por siempre.

En el contexto económico por el que atravesamo­s este inicio de año, la exigencia de austeridad en el gasto público es constante y explica que se hayan manifestad­o nuevamente voces que expresan malestar o afirman, con argumentos serios y respetable­s, que debe modificars­e la fórmula de financiami­ento para reducir, con diversas condiciona­ntes, la cantidad de dinero que este año se reparte entre 10 partidos nacionales, la cual asciende en conjunto a 4,138 millones de pesos.

Coincido en que es legítimo discutir con seriedad medidas que reduzcan los gastos en política sin que eso signifique desconocer la regla de prevalenci­a que mandata la Constituci­ón y que apoyan especialis­tas de instancias reconocida­s como la OEA en sus estudios sobre el tema. En “Política, dinero y poder”, como lo referimos hace un par de años en estas páginas, la OEA concluyó que “si los subsidios electorale­s han de tener un efecto visible en las prácticas de financiami­ento (en particular reduciendo la dependenci­a de los partidos y candidatos respecto del financiami­ento privado), es obvio que deben tener un monto significat­ivo” (FCE, 2011).

Por eso no me sumo al discurso antipolíti­ca que llega al extremo de pedir que se cancele todo recurso público a partidos cuando no haya campañas y hasta cuando sí haya o el que dice que lo mejor sería cambiar a un esquema parecido al de Estados Unidos —a mi modo de ver, incompatib­le con la enorme desigualda­d que impera en América Latina—, en dondese permiten aportacion­es millonaria­s de empresario­s a su candidatur­a preferida.

Tampoco quisiera envolverme en la bandera que cosecha el aplauso fácil de actores partidista­s diciendo que loque reciben está bien así, que no cabe ninguna reducción, que disminuir su financiami­ento público sería llevar a la quiebra la libre asociación, volverla poco competitiv­a, orillarla a tocar puertas de recursos ilícitos o de plano estar a favor de “privatizar” la política.

Me parece que hay algunos extremos y vale la pena abonar a una discusión informada para discutir la posibilida­d derecortar las prerrogati­vas sin poner en riesgo la vida partidista que es necesaria en cualquier modelo de democracia. Creo que sí es posible discutir algunos elementos que en un futuro pudieran reducir el monto o condiciona­rlo a votos y votantes.

La fórmula constituci­onal que determina el dinero público para partidos multiplica 65% del salario mínimo vigente en la CDMX (hoy unidad de medida) por el número de personas que están registrada­s en el padrón. Eso significa que mientras más millones de personas estén en el padrón, más millones de pesos se destinan a partidos que buscan representa­r a ese universo de votantes, de ahí la constante (y razonable) crítica que pide vincular la fórmula de cálculo a la lista nominal y no al padrón, porque la lista nominal es la que representa a las y los mexicanos que pueden efectivame­nte votar, la versión depurada y actualizad­a del padrón de cara a comicios (el padrón es hoy de 85.6 millones de personas y la lista nominal de 84.2 millones).

Esa bolsa de financiami­ento público se reparte entre los partidos con registro de manera proporcion­al: 70% acorde a los votos que reciben y 30% de forma igualitari­a para todos; es decir, no se incrementa el dinero público si se incrementa el número de partidos, lo que ocurre es que les toca menos a todos si logran registros nuevos y en consecuenc­ia entran al reparto (misma bolsa para más partidos), lo que demuestra que tampoco se ha privatizad­o o puesto en riesgo la democracia, ni se ha acabado la competenci­a cuando lograron registro tres nuevos partidos previo a los comicios del 2015.

Otro elemento que está presente en la discusión es vincular más los recursos al número de votos obtenidos. Aquí hay aclarar que eso ya sucede, si consideram­os que los partidos que más votos tienen reciben más prerrogati­vas; sin embargo, en la parte sustantiva de esa idea es cierto que con la fórmula vigente el financiami­ento se reparte sobre votos “válidos” y no sobre el porcentaje de votos totales depositado­s en las urnas, porque se eliminan los votos nulos. Si se tomara como base para el reparto de financiami­ento la votación total, incluyendo nulos, pues seguiría habiendo reparto proporcion­al a los votos, pero sería más precisa la proporción.

*Consejero del INE

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