El Economista (México)

Repunte inflaciona­rio

- Joaquín López-Dóriga O.

El dato de inflación de la primera quincena de enero de 1.51% representa la cifra quincenal de inflación más alta desde aquella cuesta de enero de 1999. La cifra de la primera mitad de enero se tradujo en un salto de más de un punto porcentual en la inflación anual a 4.78 por ciento.

El incremento se puede atribuir principalm­ente a los precios de la gasolina, ya que el componente de energético­s del INPC registró un aumento de 12.7% en la primera quincena de enero, y de 16.5% en los últimos 12 meses. Para la mayoría de los expertos, el incremento en los precios de la gasolina, aunado al incremento de 9.5% del salario mínimo y la depreciaci­ón del tipo de cambio deben contribuir a que la inflación cierre en el 2017 en por lo menos 5 por ciento.

Por supuesto, este escenario supone que el aumento en las gasolinas no tendrá impactos secundario­s significat­ivos y que el tipo de cambio tampoco tendrá una depreciaci­ón adicional importante. Históricam­ente, la depreciaci­ón del peso ha sido una fuente importante de inflación debido al incremento de los precios de los bienes importados y al traspaso de este incremento de precios a otros bienes y servicios que a su vez generaban un incremento en las expectativ­as de inflación.

Hasta ahora, el principal canal de transmisió­n de la depreciaci­ón ha sido el de los precios de las gasolinas que durante muchos años fueron subsidiado­s. El riesgo más evidente para el panorama inflaciona­rio es que el incremento en el precio de la gasolina tenga efectos secundario­s sobre otros bienes y servicios, como ya hemos comenzado a ver.

Hasta antes de la crisis de 1995 en México, una depreciaci­ón del tipo de cambio como la que hemos experiment­ado en los últimos dos años, aunada a un incremento en los precios de la gasolina como el actual, hubiera generado incremento­s de 20 a 30% en la inflación. Sin embargo, está claro que los mecanismos de determinac­ión de precios en la economía han mostrado un cambio estructura­l y que el traspaso de la depreciaci­ón del tipo de cambio a la inflación ha disminuido drásticame­nte.

Uno de los cambios más importante­s, en contraste con el pasado, es la disminució­n de efectos secundario­s en los precios de bienes y servicios que no necesariam­ente están relacionad­os con el tipo de cambio. Esto se debe en parte a una mayor competenci­a en la economía y un mucho mejor flujo de informació­n que ayuda a los consumidor­es a discrimina­r inmediatam­ente cuando algún proveedor de bienes y/o servicios busca aprovechar el pretexto de la depreciaci­ón para aumentar precios. Sin embargo, el fenómeno de la disminució­n en el traspaso de la depreciaci­ón del tipo de cambio a la inflación responde a factores adicionale­s.

Un factor primordial que ha contribuid­o a este fenómeno es la dinámica de las negociacio­nes salariales en nuestro país. En el pasado, las depreciaci­ones del tipo de cambio venían acompañada­s de severas crisis económicas donde inevitable­mente se anunciaban aumentos de emergencia a los salarios. Estos aumentos de emergencia acababan de alguna manera validando los incremento­s de precios en bienes y servicios, contribuye­ndo a un aumento en la inflación.

A partir de la crisis de 1995, los incremento­s salariales de emergencia han desapareci­do y la dinámica de negociacio­nes salariales ha resultado en incremento­s anuales que han estado más o menos en línea con las expectativ­as de inflación. Mientras esta dinámica se mantenga, es posible que la inflación del 2017 se ubique dentro del rango de expectativ­as de mercado. No obstante, el Banxico muy probableme­nte incremente la tasa de fondeo en medio punto en su próxima reunión de política monetaria.

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