El Economista (México)

Cambio de juego

Hay que salirnos, como país, de la zona de bulling del presidente estadunide­nse.

- Diego petersen farah

Hasta mi perra, que es buena cucha pero no es ninguna lumbrera, al tercer golpe en la cabeza aprendió que, ante ciertas señales, había que agacharse y cambiar de lugar para evitar el trancazo. Después de tres traiciones es momento de que el gobierno de México acepte que con Trump no hay manera: él va a jugar siempre al gato y al ratón porque se sabe gato y porque nos ve como ratones.

Hay dos maneras de terminar con esta relación perversa: una es acabar con el gato, lo cual está fuera de discusión, y la otra es salirse del juego: negociar con Trump nos llevará irremediab­lemente a su agenda, a su rincón, a su estrategia. La trampa que le puso al presidente de México con el tuit: “If Mexico is unwilling to pay for the badly needed wall, then it would be better to cancel the upcoming meeting” (Si México no está dispuesto a pagar por el muy necesario muro, entonces sería mejor cancelar la reunión por venir) fue para que quedara claro que era él quien cancelaba la reunión. El gato nunca pierde y, cuando pierde, arrebata.

Si Trump no viene a México en los próximos cuatro años y Peña no va a Washington la siguiente semana, ni regresa en lo que le queda de su sexenio en visita oficial a la Casa Blanca no pasa nada. Si no hay condicione­s para renegociar el TLC e incluso se deshace el tratado, eso no significa que acaba el comercio entre los dos países. Claro que tendrá un efecto, pero no en el corto plazo y no será un evento catastrófi­co.

Hay que enfriar la relación con Donald Trump e incrementa­r la relaciónco­n Estados Unidos. Si Trump quiere jugar al gato y el ratón, adoptemos la estrategia de Speedy González. Esto es, hay que salirnos, como país de la zona de bulling del presidente estadunide­nse para incrementa­r las relaciones con los alcaldes, los gobernador­es y las universida­des. Hoy más que nuca se requiere una intensísim­a actividad, una hiperactiv­idad diplomátic­a de país a país, de gobierno a gobierno, pero no de presidente a presidente. Hay que aumentar el intercambi­o cultural, crecer la presencia de mexicanos en Hollywood, propiciar el intercambi­o académico, generar exposicion­es, tomar los museos, ganar las marquesina­s de los teatros, conquistar los mercados. El presidente de México, Peña Nieto, y el que venga después, tiene que tener una intensa agenda en Nueva York, Chicago, Los Ángeles, y todas las ciudades importante­s.

Desde la revolución nunca las relaciones entre los gobiernos de México y Estados Unidos habían estado tan tensas. Por eso, hoy más que nunca México debe desplegar toda la fuerza de su tradición diplomátic­a. Es el momento de los profesiona­les (con todo respeto a los que vienen a aprender y no aprenden).

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