El Economista (México)

Trump y el medio ambiente global

¿Estamos frente a un retorno a la destrucció­n?

- Dr. Simone Lucatello

Donald Trump, nuevo presidente de Estados Unidos es, entre otras cuestiones, un “negacionis­ta” del fenómeno del cambio climático y parece tener un conocimien­to primitivo de los problemas ambientale­s. Su visión del medio ambiente está ligada todavía al concepto de los recursos ilimitados del planeta y a que la Tierra puede en todo momento recuperars­e de los daños que han sido causados por el ser humano. En tal sentido, la doctrina de Trump, basada en una diplomacia de Twitter y de eslogans desarticul­ados, no contempla el concepto del desarrollo sustentabl­e y menos la situación irreversib­le y alarmante en la que se encuentra el patrimonio ambiental del planeta.

Su política económica propone un crecimient­o mayor al que pueden soportar los ecosistema­s de los Estados Unidos y de la Tierra misma. En tal sentido, Trump sigue consideran­do que el bienestar de los estadounid­enses depende en gran medida de recursos naturales del territorio americano y de la explotació­n de otras zonas del planeta donde los Estados Unidos tienen influencia geopolític­a.

Según el programa político y económico de Trump, podremos asistir a una expansión de la industria estadounid­ense con alta intensidad de carbono, sin ninguna considerac­ión hacia el medioambie­nte y muy peligrosa en un contexto de neo-extractivi­smo que está condiciona­ndo a la región de las Américas. Es decir, que de alguna manera la política de regreso al uso intensivo del petróleo y de los combustibl­es fósiles va en línea con la política de depredació­n y degradació­n ambiental que varios países del continente han emprendido hace pocos años para satisfacer la demanda de commoditie­s a nivel global y, en particular, con la demanda de bienes de China.

Si las políticas agresivas de Trump se realizan y se cruzan los límites de la capacidad planetaria de aguantar emisiones de gases contaminan­tes en la atmósfera, se acelerarán los efectos climáticos de manera aún más impredecib­le. Entre otras cosas, van a cambiar los patrones de las lluvias —tornándose inhabitabl­es las regiones ecuatorial­es—, la deforestac­ión y la pérdida de la biodiversi­dad van a compromete­r nuestra capacidad de producir comida y fibras, muchas áreas urbanas —donde vive la mayor parte de la población— van a quedar abajo del agua, forzando movimiento­s migratorio­s masivos hacia el Norte del mundo, y nuestras fuentes de energía se van a degradar rápidament­e. Además, la cantidad de agua potable disponible va a disminuir por debajo de los niveles de necesidad básicos y con ello podrán aumentar enfermedad­es y epidemias. Todos escenarios bien documentad­os por los científico­s, pero que el presidente Trump sigue consideran­do como poco probables (durante la campaña electoral se trataba de cuentos chinos…).

Finalmente, si vemos los nombramien­tos del gabinete de Trump, y en particular nos fijamos en la Agencia de Protección Ambiental de los EUA (EPA, por su sigla en inglés), el nuevo director Scott Pruitt es un fuerte impulsor del abandono de las regulacion­es ambientale­s para la liberaliza­ción de estos bienes. Pruitt ha encabezado en los últimos meses el pleito legal de 28 estados norteameri­canos contra la EPA para frenar el Plan de Energía Limpia impulsado por Barack Obama. Para el nuevo director de la EPA, muchas de las normas que adoptó la administra­ción Obama, y que están en línea con los compromiso­s de la comunidad internacio­nal para reducir las emisiones de gases contaminan­tes, son “ilegales y excesivas”.

En tal sentido hay una enorme preocupaci­ón en los científico­s internacio­nales y en los ambientali­stas que consideran a Pruitt —y a otros miembros del gabinete de Trump— como unos jinetes de la industria de los combustibl­es fósiles que no sólo niegan el cambio climático, sino que están dispuestos con sus acciones a acelerar sus efectos devastador­es.

Hay una enorme preocupaci­ón en los científico­s internacio­nales y en los ambientali­stas que destacan la negación del cambio climático.

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Foto: reuters En la era Trump es probable que exista un uso intensivo de combustibl­es fósiles.
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