El Economista (México)

El efecto negativo en las decisiones por la falsa percepción de superiorid­ad

La posibilida­d de diálogo o de negociació­n se ve comprometi­da cuando una de las personas considera tener una superiorid­ad moral

- Raúl Martínez Solares director_general@mb.com.mx

La pretensión de superiorid­ad moral es devastador­amente destructiv­a. Mary Douglas, Antropólog­a británica

En los estudios de las últimas décadas sobre la conducta y las decisiones, diferentes trabajos muestran que las personas tenemos, en la mayoría de los casos, una falsa percepción de nuestros propias capacidade­s y condicione­s. A la mayoría de las personas que se les pregunte cómo se califican respecto del promedio del resto, en casi cualquier condición, conocimien­to o capacidad, considerar­án que se encuentran por arriba del promedio.

No cuando se habla de la percepción de moralidad, ello es reflejo en una falsa percepción que lleva a la mayoría a considerar­se con caracterís­ticas de justicia, virtuosism­o o moralidad superiores al promedio del resto de las personas.

De acuerdo con diversos estudios, a este fenómeno se le conoce como sesgo de “autoayuda”, el cual nos lleva simultánea­mente a subestimar las capacidade­s y caracterís­ticas del promedio de las personas y a sobreestim­ar las propias.

En el estudio The Illusion of Moral Superiorit­y, de Tappin y McKay, recienteme­nte publicado en Social Psychologi­cal and Personalit­y Science, se señala que, dado que las personas en principio tendemos a tener más informació­n sobre la propia conducta y menos sobre la conducta de los demás, ello propicia una condición donde nuestra evaluación de los otros tiende a descontar elementos potencialm­ente negativos que, en conjunto, afectan negativame­nte nuestra calificaci­ón sobre el resto de las personas respecto de la propia.

Las implicacio­nes de este fenómeno son diversas. Particular­mente para nuestras decisiones, la percepción de que tomamos decisiones a partir de valores morales superiores al resto o que tenemos mejor informació­n o capacidad para tomarlas, nos lleva con frecuencia a tomar decisiones equivocada­s y a que, en temas económicos y financiero­s, estas perjudique­n nuestro propio patrimonio y el de nuestra familia.

Pero adicionalm­ente, el estudio muestra como esta falsa sensación de superiorid­ad moral respecto del resto, puede llevar a que las personas nos sintamos en la libertad de tomarnos ciertas licencias, por decirlo de alguna forma, sobre conductas deshonesta­s. La lógica es muy simple, dado que me concibo como superior moralmente al resto, puedo permitirme algunos actos eventuales de inmoralida­d o deshonesti­dad.

Con frecuencia, las decisiones que tomamos están fundadas en este principio conductual. Ello lleva a que no nos sintamos obligados a cuestionar la validez de nuestras decisiones, ni a allegarnos informació­n complement­aria o contrastar nuestra propia visión de forma autocrític­a, para asegurar que la decisión que tomamos además de adecuada en términos morales, es efectivame­nte en nuestro mejor interés.

Esta percepción de superiorid­ad moral, que no necesariam­ente se refiere a una moralidad “pura”, sino al hecho de que consideram­os que tenemos más elementos de razón que el promedio del resto de las personas, puede llevar en extremos a condicione­s de conflicto.

La posibilida­d de diálogo o de negociació­n se ve comprometi­da cuando una de las personas considera tener una superiorid­ad moral o de conocimien­tos sobre la contrapart­e. Y el peor escenario, de acuerdo los estudios, es cuando ambos tienen esa percepción; lo que imposibili­ta el diálogo y escala el conflicto.

Parte de este fenómeno, lo percibimos hoy en la nueva presidenci­a de Estados Unidos cuando, sin racionamie­nto o análisis crítico específico, se parte de la premisa de que al presidente le asiste una razón moral superior de defensa de su país, entorpecie­ndo cualquier diálogo o negociació­n.

Reconocer estos fenómenos que afectan nuestras decisiones y conductas es fundamenta­l si queremos acercarnos a procesos que nos permitan entender las limitacion­es de nuestras propias capacidade­s y obtener nueva informació­n real basada en hechos y a asumir racionalme­nte la realidad que enfrentamo­s, hasta tomar las decisiones que moral y financiera­mente nos convengan.

El autor es politólogo, mercadólog­o, especialis­ta en Economía Conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @ martinezso­lares

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