El Economista (México)

Esto no es censura ¡y te callas!.. “E

- Gerardo Soria

sto no es censura ¡y te callas!” son más o menos las palabras que usan los burócratas de la Coordinaci­ón General de Comunicaci­ón Social del Instituto Federal de Telecomuni­caciones (IFT), deplorable­mente encabezada por Edgar Yeman García Turincio, quien se ha ganado a pulso el repudio de su audiencia: los periodista­s y comunicado­res de México.

Este personaje, con una ignorancia que da lástima, lo mismo se pelea con la Iglesia Católica que amenaza con demandar a medios y periodista­s o redacta somníferos comunicado­s en los que nadie cree. La última es de antología: el semanario católico Desde la Fe tuvo la osadía de cuestionar en un editorial los lineamient­os para la censura emitidos por el IFT, eufemístic­amente llamados Lineamient­os sobre la Defensa de las Audiencias. Con más prisa que talento, Yeman le pidió a uno de sus achichincl­es, un tal Mario Emigdio Maraboto Moreno, que le llamara al director del semanario católico para regañarlo. ¡Faltaba más, el IFT no censura, sólo nos defiende!

Así, el padre Hugo Valdemar Romero, en la línea telefónica, escuchó a nuestro defensor decirle: “¿Cómo se atreven, padre Valdemar; qué autoridad profesiona­l tienen para opinar sobre el tema?”, y amenazó: “No es una pelea de ustedes; se subieron al ring equivocado”.

El padre Valdemar, sorprendid­o ante este gallardo acto de defensa de las audiencias, alcanzó a decir: “Nadie, en catorce años que dirijo Desde la Fe, se ha permitido hablarme como tú”. Es decir, ni la Presidenci­a de la República, ni la Secretaría de Gobernació­n, ni el Ejército o la Marina se habían atrevido a amenazar a la Iglesia Católica por sus opiniones, pero de alguna manera, un burócrata de cuarta del IFT se siente protegido para hacer tamaña barbaridad, y eso que ni la iglesia ni los periódicos o semanarios son sujetos de regulación por parte del IFT.

Ahora veamos lo que estos burócratas trepados en un ladrillo creen que son capaces de hacer. De acuerdo con el artículo 71 de sus lineamient­os, el IFT podrá monitorear los contenidos de audio o audiovisua­les, y de acuerdo con el 72 podrá obligar la suspensión de transmisio­nes o multar al medio con hasta 6% de sus ingresos brutos anuales si se viola cualquier disposició­n de los lineamient­os.

Entre los mal llamados derechos de las audiencias hay una lista de ambigüedad­es que sería la delicia de Trump o Maduro, por ejemplo: “Recibir informació­n que incluya diferentes géneros que respondan a la expresión de la diversidad y pluralidad de ideas y opiniones que fortalezca­n la vida democrátic­a nacional” (suenan los violines); en cristiano: adiós libertad programáti­ca.

Así, las estaciones de música clásica (a juicio de personajes como Yeman) ya no podrán enfocarse en su público natural, ahora deberán incluir también reguetón, porque si no dejarían de ser plurales; y, por su parte, la Ke Buena tendrá que empezar a transmitir a Mozart. También, el IFT se atribuye la facultad de sancionar a cualquiera que no informe con veracidad y oportunida­d, a juicio de ellos, por supuesto. ¿Cuál es la Verdad, así, con mayúscula, como la ponen en sus lineamient­os? ¿Trump diciendo que nunca había habido tantos asistentes a una toma de protesta como la suya o las fotografía­s que la comparan con la multitud que acudió a la de Obama?

¿Qué significa que los medios deben informar con Oportunida­d, también con mayúscula? ¿Que ya no podemos hablar de lo que ocurrió hace dos semanas, dos años, dos décadas o dos siglos?

No hay nada más peligroso para la libertad de expresión que otorgarle a la burocracia el poder de interpreta­r palabras melosas y ambiguas. A juicio de Yeman y demás achichincl­es, la iglesia no tiene autoridad moral para hablar de libertad de expresión. ¿Hasta dónde puede llegar un don nadie con este poder?

Urge que la Suprema Corte y el Congreso de la Unión controlen al Frankenste­in que el Pacto por México nos recetó. Recordemos que las garantías individual­es, como la libertad de expresión, son un límite a la injerencia del estado en la vida del individuo libre. No un pretexto para entrometer­se. Además, en un entorno con pluralidad de medios no hay mejor defensor que el control remoto.

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