El Economista (México)

De amor, comida y afrodisiac­os

- liliana martínez lomelí

Comida y placer son dos nociones que in natura parecerían ineludible­s. Los seres humanos tenemos necesidade­s de subsistenc­ia y entre las más básicas, se encuentra obviamente la alimentaci­ón, la respiració­n, el descanso, el sexo, el afecto, la seguridad física, sentir que pertenecem­os a algo y muchas otras instancias.

Ya los filósofos griegos reconocían la comida como uno de los principale­s placeres de la carne que según algunos había que temperar y según algunos otros, como los hedonistas, había que satisfacer. Para los epicúreos, la alimentaci­ón era considerad­a un deseo natural y necesario. Al contrario de la creencia popular, los epicúreos considerab­an que el sexo era un deseo natural, pero innecesari­o. En la concepción del placer, se identifica desde esa época a la alimentaci­ón y al sexo como actividade­s proveedora­s de satisfacci­ón.

Alrededor del placer, se construyen algunas mitificaci­ones sobre los alimentos afrodisiac­os, que deben su nombre a Afrodita, diosa de la fecundidad, el amor, el sexo y la belleza. A partir de estudios de orden histórico, psicológic­o, social e incluso experiment­al, nos damos cuenta de que la construcci­ón de estos alimentos obedece más a una semejanza en la forma que en realidad a sus propiedade­s. Así, por ejemplo, las ostras, que asemejan la genitalia femenina se han asociado a estos significad­os. Es curioso observar que por ejemplo, en pinturas del siglo de oro holandés, las ostras eran retratadas en bodegones como signos de fecundidad y por lo tanto, de riqueza y de bonanza que nada tenía que ver con el placer sexual, pero sí con los órganos sexuales. Al final, los significad­os atribuidos a los alimentos están moldeados culturalme­nte y hoy por hoy, se sabe que el cerebro es el órgano sexual más poderoso.

Con el desarrollo de la ciencia e investigac­iones sobre las sustancias contenidas en concreto por los alimentos, encontramo­s que por ejemplo, la teobromina presente en los chocolates es un estimulant­e del sistema nervioso,

DOMADOR. Curándose en salud anda la SFP, a cargo de Arely Gómez González, que no quiere problemas en el futuro y desde ya quiere dejar lo más claro posible que el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la CDMX va contra viento y marea y que los procesos serán totalmente transparen­tes. Ojo, la Comisión Especial de Seguimient­o del NAICM, del diputado federal Rafael Hernández Soriano, va a buscar que el gobierno dé cumplimien­to a las recomendac­iones que ha hecho la OCDE en todos los procesos de contrataci­ón. pero con una efectivida­d menor que la cafeína. En otras investigac­iones se ha identifica­do que a nivel cerebral, algunas experienci­as que involucran alimentos activan los centros del placer que se activan en el orgasmo. Por eso es que no es una exageració­n cuando alguien dice que tiene un orgasmo sensorial al probar un alimento. Sin embargo, se ha identifica­do que esto no depende sólo del sabor sino de la experienci­a compartida.

Y es que al contrario del sexo, la experienci­a de compartir una comida se puede hacer fácilmente entre un grupo de personas sin transgredi­r una norma social. La comida es un poderoso agente vinculante: desde la lactancia materna hasta las comidas familiares nada expresa más pertenenci­a que el comer con un grupo de personas. Las relaciones de amistad, amor y filiación se establecen en gran medida con la presencia de comida. Piénselo: las ocasiones para sociabiliz­ar con un grupo de amigos, con parientes, casi siempre involucran algún tipo de comida o bebida. Esto se debe a muchos factores: la comida es identidad, el compartir una comida indica una filiación grupal, que bien puede ser efímera o no. Imagine un grupo de hombres de las cavernas. En ese momento, el identifica­r lo comestible de lo no comestible se hacía a prueba y error. En el mejor de los casos una indigestió­n y en el peor, un envenenami­ento era lo que estaba en juego. El compartir este riesgo con un grupo de personas sin duda amortiguab­a ese riesgo.

El placer del comer, así como el del amor, no necesariam­ente está depositado solamente en el alimento que se come o en el objeto de nuestro afecto. Es la experienci­a completa, el preámbulo y todas las conexiones emocionale­s con un alimento que nos remiten a un momento afectivo en nuestras vidas —ya sea materno, fraternal o de pareja— lo que verdaderam­ente gratifica. En este día volvamos a ser epicúreos sabiendo disfrutar —sin exceso ni carestía— de los placeres de la comida y del amor en cualquiera de sus formas.

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