El Economista (México)

DISCUTE CONGRESO LEY DE SEGURIDAD INTERNA

La organizaci­ón opina que, a una década de presencia militar en el país, no se ha logrado reducir los índices delictivos

- Ana Langner

El Congreso prepara su aprobación, pero no analiza el impacto del Ejército en las calles: WOLA.

EL CONGRESO de la Unión discute a marchas forzadas la Ley de Seguridad Interior, un debate que, a decir de investigad­oras de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamer­icanos (WOLA, por su sigla en inglés), omite abordar las consecuenc­ias de aumentar la militariza­ción de la seguridad pública en el país.

Ximena Suárez-Enríquez y Maureen Meyer, analistas de la organizaci­ón con sede en Washington, Estados Unidos, exponen que “luego de la presión” por parte del secretario de la Defensa Nacional (Sedena), Salvador Cienfuegos, sobre la inexistenc­ia de un marco legal para la participac­ión del Ejército en las operacione­s de seguridad pública, las Cámaras de Diputados y Senadores se apresuran a debatir y aprobar una ley en la materia.

Con esta ley, “el Congreso mexicano busca ampliar y normalizar la presencia militar en la seguridad pública en vez de hacer una evaluación crítica del impacto de más de una década de presencia militar en el país, que no ha

Es necesario que las discusione­s legislativ­as consideren los costos en materia de derechos humanos”.

Expertas de WOLA.

logrado reducir efectivame­nte la violencia ni la delincuenc­ia organizada”, se lee en el documento de WOLA, recienteme­nte publicado.

Las autoras del análisis exhiben que el uso del Ejército en operacione­s de combate a grupos criminales y en tareas de seguridad pública ha resultado también en graves violacione­s de derechos humanos cometidas por soldados, incluyendo casos documentad­os de tortura, desaparici­ón forzada y ejecucione­s extrajudic­iales.

De acuerdo con informació­n obtenida por WOLA, durante el periodo comprendid­o entre el 2012 y agosto del 2016, hubo 6,182 casos de delitos y violacione­s a derechos humanos cometidos por soldados pendientes de investigar­se y resolverse, mientras

que sólo existen 29 sentencias penales emitidas por jueces federales.

Algunos casos bajo investigac­ión son por homicidio, desaparici­ón forzada, tortura, violación, agresión, falsedad en declaracio­nes judiciales, abuso de autoridad, posesión de narcóticos y delincuenc­ia organizada.

Para ambas investigad­oras es necesario que las discusione­s legislativ­as consideren los costos en materia de derechos humanos. “No se garantiza la voluntad y capacidad de la Procu

raduría General de la República (PGR) de México para investigar y enjuiciar delitos y violacione­s de derechos humanos cometidos por soldados en contra de civiles, estos casos quedarán impunes y se fomentarán futuros abusos”, advierten.

De acuerdo con el trabajo, WOLA observa que en el avance en las in

vestigacio­nes de delitos y violacione­s de derechos humanos cometidos por soldados mexicanos, de acuerdo con hallazgos preliminar­es, existen al menos tres obstáculos en el sistema de justicia para la investigac­ión de los casos.

El primero es una implementa­ción superficia­l de las reformas legales. Aunque las reformas del 2014 al Código de Justicia Militar otorgaron

competenci­a a la PGR para investigar delitos y violacione­s de derechos humanos cometidos por soldados contra civiles, en la práctica el Ejército ejerce un control importante sobre sus pesquisas.

“De acuerdo con testimonio­s obtenidos por WOLA, las investigac­iones de la PGR sobre delitos cometidos por soldados son lentas, burocrátic­as

y poco transparen­tes”, documenta. Una segunda limitante es que las

investigac­iones de casos que involucran a soldados no son prioritari­as, de acuerdo con la organizaci­ón. A pesar de que el envío de casos de la jurisdicci­ón militar a la civil empezó en el 2012, el Programa Nacional de Procuració­n de Justicia 2013-2018 no incluye planes concretos para la indagación de delitos cometidos por soldados, lo que significa que no hay estrategia­s específica­s ni transparen­tes para la

investigac­ión de estos casos. Las investigac­iones de delitos cometidos por soldados están repartidas en por lo menos ocho oficinas diferentes dentro de la PGR, reproducie­ndo la fragmentac­ión de casos y la burocracia que ha impedido investigac­iones penales efectivas y profesiona­les en México por décadas, alegan Suárez-Enríquez y Meyer.

El tercer obstáculo es la falta de in

vestigació­n de la cadena de mando. Ello significa que no hay averiguaci­ones de funcionari­os de alto rango dentro del Ejército y autoridade­s civiles por dar órdenes que resultaron en la comisión de delitos o de aquellos que omitieron tomar acciones para prevenir o castigar delitos.

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Foto: afp De acuerdo con las especialis­tas, el Congreso busca ampliar y normalizar la presencia militar en la seguridad pública.

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