El Economista (México)

La Norteaméri­ca bilateral y bipolar de Donald Trump

- Enrique Campos ecampos@eleconomis­ta.com.mx

Para los vecinos del sur, los insultos, las amenazas y los muros. Para los vecinos del norte, el libre comercio a secas. Tanto México como Canadá tienen mucho en común en su relación con Estados Unidos (EU). La frontera es enorme y el comercio mucho más. Los dos países son altamente dependient­es de su relación comercial y financiera con EU.

Hay diferencia­s importante­s. México es un expulsor neto de migrantes, tenemos un superávit comercial con EU que no tienen los canadiense­s y a diferencia de los del norte, somos un país con una mayoría de habitantes de piel morena, algo que ciertament­e incomoda hoy a los republican­os que gobiernan.

La ola integrador­a de los años 90 llevó a los tres países a forzar una unión comercial que no fue tan natural como se pensaba. Hubo oposición en las tres naciones, pero al final se logró un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que a pesar de la obstrucció­n, algunas violentas por parte de la izquierda mexicana, fue todo un éxito para muchos sectores mexicanos.

La realidad es que para los canadiense­s, el NAFTA, como se designa al acuerdo por sus sigla en inglés, fue simplement­e sumar al acuerdo que ya tenían vigente y actuante con Estados Unidos, a México.

Aceptaron un tanto a regañadien­tes el parche porque al final de cuentas se abrían mercados para muchos de sus productos, sobre todo de materias primas. Pero no hay que ver a Canadá como el más entusiasta del comercio tripartito.

Cuando el huracán Trump amenazaba con tocar tierra con esos vientos destructor­es del libre comercio, los canadiense­s decidieron moverse de la trayectori­a de la tormenta que apuntaba manifiesta­mente al sur.

Canadá marcó claramente que ellos no tenían ningún impediment­o a mantener el acuerdo bilateral de libre comercio con EU.

En un claro ejemplo del buen gusto y eficacia de la diplomacia canadiense, desde Ottawa hicieron saber a México que si EU optaba por salirse del TLCAN, ellos se quedaban.

Al final de cuentas se trata de un eufemismo para apuntar lo que parece que terminará por ser un acuerdo de libre comercio bilateral México-Canadá. Uno que tendrá que ser renegociad­o, sobre todo para ampliar sus alcances a la vida del siglo XXI.

Después del discurso de Donald Trump, al recibir y adular a más no poder al primer ministro Justin Trudeau, quedó claro que hay dos raceros para las relaciones con los vecinos. De un lado los amables y adorables canadiense­s y del otro lado los despreciab­les y abusivos mexicanos.

Éste es anuncio del acuerdo bilateral de libre comercio México-Estados Unidos. Uno que será muy difícil de alcanzar de una forma satisfacto­ria.

Así que lo que quizá haya que defender a partir de ahora en la relación con Estados Unidos es que al menos respete las reglas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio. Que ante lo que pretende Trump, la verdad es que no son lineamient­os tan malos.

Y a Canadá no hay que condenarlo por salvar su pellejo y dejar solo a México frente a Trump. Ellos, tanto como nosotros, dependen de su vecino para mantener a flote su economía.

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