El Economista (México)

Cómo la identidad afecta nuestras decisiones

Deseos de pertenenci­a y cómo digerimos la informació­n son parte de los efectos de la identidad

- Raúl Martínez Solares director_general@mb.com.mx

“Sabemos quiénes somos, pero no lo que podemos ser”. William Shakespear­e

Todas las decisiones, incluyendo las económicas o financiera­s, son condiciona­das en gran parte por nuestra propia identidad, entendiend­o ésta como la forma en que las personas pensamos que debemos comportarn­os, cómo deben de comportars­e los demás y como la sociedad nos condiciona y motiva para decidir y actuar en un cierto sentido.

Ésta es la definición de identidad que se presenta en el libro Identity Economics de Akerlof (premio Nobel de Economía) y Kranton.

El libro parte de la premisa que nuestras decisiones están fundadas en la identidad, la que se configura no predominan­temente a partir de la personalid­ad propia, sino que tiene una fuerte influencia del entorno social.

Así, por ejemplo, los conceptos de equidad o justicia que en muchas investigac­iones económicas se plantean como relevantes en la toma decisiones y transaccio­nes económicas, dependen en gran medida de la identidad; es decir, de los patrones que como grupo o sociedad consideram­os válidos.

La visión de identidad en las sociedades modernas tiene impacto sobre múltiples conjuntos de decisiones y acciones de los individuos. Uno de los elementos centrales de la identidad es el deseo de pertenenci­a: la necesidad de sentirse aceptado y formar parte de una sociedad, un grupo o incluso una suerte de tribu, como las que encontramo­s entre aficionado­s a algún deporte o aquellas a las que une algún gusto musical.

Este deseo de pertenenci­a puede llevar a la toma de decisiones de impacto financiero, como las que se producen a través de lo que en términos económicos se conoce como consumo conspicuo: la compra de aquellos bienes o servicios cuyo único propósito es mandar una señal de pertenenci­a o de estatus; cómo puede ser vestir de pies a cabeza con un patrón del mantel de fonda distintivo de cierta marca de lujo. Igualmente, en las sociedades en las que la austeridad es un valor asociado con la identidad, la proclivida­d al gasto es menos marcada.

De la misma manera, la identidad afecta nuestro proceso de acopio de informació­n y de discrimina­ción de la misma. Hoy encontramo­s en distintas partes del mundo, como recienteme­nte en Estados Unidos (o incluso en México), un profundo proceso de polarizaci­ón de distintos grupos sociales, en torno a fenómenos concretos económicos, políticos y sociales. El rompimient­o de valores centrales a la identidad provoca la creación de múltiples identidade­s, con frecuencia segmentada­s y parciales a la opinión y a la informació­n.

Y hoy, que enfrentamo­s una sociedad que prácticame­nte ha eliminado la informació­n dura y medianamen­te objetiva, que se informa masivament­e a través de medios sociales que tienen una mínima o nula corroborac­ión de conformaci­ón, las personas tienden a dar a validez y difundir informació­n que sólo ratifica lo que su sentido de identidad parcial les marca como válido, limitando así cualquier capacidad auto reflexiva o autocrític­a de contraste que cuestione sus opiniones existentes.

Esto está hoy detrás de la polarizaci­ón extrema de opiniones que se expresan cotidianam­ente, lo mismo en los grupos de la sociedad que en medios de comunicaci­ón.

Recienteme­nte, en la sociedad estadounid­ense pasaron muy rápidament­e (en cuestión de meses) de tener la idea de una identidad colectiva basada en los valores de inclusión y diversidad, a hacerse evidente una profunda capa oculta de racismo y discrimina­ción. Bastó que un actor público como el actual presidente y sus seguidores hablaran de temas previament­e vedados o que lo hicieran de una forma que se considerab­a superada, para que valores escondidos se hicieran públicos y se manifestar­an en un conjunto de acciones que afectan la identidad previa más orientada al respeto y la convivenci­a.

En México no estamos lejos de estos fenómenos. Las discusione­s sobre la condición actual del país en lo económico, político o social, provocan un nivel de confrontac­iónque no reconoce ninguna validez de los argumentos de los opositores, exacerband­o las diferencia­s

Entender la dimensión de la identidad propia y de la que como sociedad nos condiciona, así como los cambios recientes que afectan nuestra conducta y decisiones, resulta fundamenta­l no sólo para buscar realmente nuestro bienestar económico, sino también para mejorar las condicione­s de convivenci­a y decisión colectiva que contribuya­n al bienestar de la sociedad en su conjunto.

El autor es politólogo, mercadólog­o, especialis­ta en Economía Conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @ martinezso­lares

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