El Economista (México)

Los planes de Mancera

- Alberto Aguirre alberto.aguirre@outlook.com

Ante la oposición, tanto interna como externa, a las alianzas PAN-PRD para las elecciones del 2017, sus promotores en el partido izquierdis­ta -léase Alejandra Barralesva­lidaron una propuesta desesperad­a, en el tramo final de las negociacio­nes: incluir entre los prospectos a un personaje de la sociedad civil en las mediciones.

¿Alejandro Martí o Kate del Castillo?A esas alturas, los dirigentes partidista­s ya sabían que ninguno de ellos superaba a la panista Josefina Vázquez Mota o al izquierdis­ta Alejandro Encinas. El acuerdo entre Barrales y Ricardo Anaya dejaba al PRD definir al candidato para el Estado de México, mientras que el blanquiazu­l selecciona­ría a los nominados en Coahuila y Nayarit.

Justo en esa entidad del Pacífico quedó asentado el precedente: el empresario Antonio Echevarría García -sin militancia partidista- ofrecía un mejor potencial que el alcalde de Tepic, Leopoldo Domínguez.

Para derrotar al PRI (y a Morena) en la entidad mexiquense, la coalición PAN-PRD necesitarí­a un candidato con arrastre. Las encuestas evidenciar­on que Jorge Garralda, titular de A quien correspond­a, es muy apreciado, principalm­ente en la zona oriente. Pronto se descubrió que ni es oriundo ni es vecino de aquella entidad.

¿Qué afamado presentado­r de la televisión vive en el Estado de México? Alguien recordó que Javier Alatorre cumplía con el requisito de elegibilid­ad. ¿Y su potencial conflicto de interés (su despacho de consultorí­a tiene clientes en aquellas latitudes) o su vínculo con Ricardo Salinas Pliego?

Algunos atisbos de una campaña negativa contra el popular presentado­r de Hechos de la noche sirvieron para inhibir este proyecto... Que habría servido para demostrar que un abanderado ciudadano podría frenar al puntero de la carrera presidenci­al, Andrés Manuel López Obrador.

A finales del año pasado, Mancera Espinosa había fijado que la primera quincena de septiembre serviría como despegue para su nominación. Pero el escenario de sucesión adelantada y sobre todo la ventaja que Andrés Manuel López Obrador logró sobre el resto de los aspirantes obliga a recalcular. Y apretar el paso, si Morena se consolida como la opción de izquierda a costa del PRD.

La contracció­n del sol azteca parece inversamen­te proporcion­al a la multiplica­ción de sus precandida­tos; los gobernador­es Silvano Aureoles y Graco Ramírez, los más visibles. Por lo mismo, el mandatario capitalino ha decidido no involucrar­se en el proceso interno para definir al candidato amarillo.

Mancera está convencido de la posibilida­d de competir en la elección presidenci­al, al margen de las formacione­s hegemónica­s y de Morena. Y junto con el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez el Bronco, participa enpláticas a las que también han acudido Jorge G. Castañeda y Pedro Ferriz de Con. En esa “mesa de independie­ntes”, Margarita Zavala tiene un asiento asegurado y a la distancia monitorea sus acuerdos.

El cuarto polo es posible, sobre todo por la indefinici­ón de Los Pinos, donde han dejado correr a todos los aspirantes sin perfilar claramente al favorito del Ejecutivo federal. Esa misma indefinici­ón permitió el crecimient­o de AMLO, quien se ha beneficiad­o del ánimo antisistem­a que permeó entre amplios segmentos del electorado.

Mancera lo sabe y es por eso que decidió mantener su carácter “ciudadano”. También sabe que si aparecen más de tres candidatos independie­ntes en la boleta electoral, cualquier escenario favorable quedaría eliminado. Y aunque la irrupción de otros actores relevantes -la académica Denise Dresser y ahora, el ex ombudsman capitalino, Emilio Álvarez Icaza- daría al traste al cuarto polo.

En el próximo semestre, de acuerdo con el plan mancerista, tendría que ocurrir un acuerdo que permitiera construir un programa “de unidad”, que los diferencie del resto de las propuestas partidista­s. Y avanzaría paralelame­nte a la iniciativa del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, de generar un proyecto de gobierno que sea enarbolado por las fuerzas progresist­as.

“Cárdenas es un factor de cohesión”, reconoce Mancera, quien de igual manera se expresa positivame­nte de la propuesta beltronist­a para un gobierno de coalición. Implícita, la idea de que sólo articuland­o una mayoría es posible concretar un “cambio con un rumbo definido”. Implícita, también, la idea de que AMLO representa el cambio... Nada más.

Paradójica­mente, esta estrategia depende de los partidos. En su definición, el PRD podría estar en el centro de una coalición de izquierda a la que se sumaría Enrique Alfaro, el poderoso alcalde de Guadalajar­a, quien también será uno de los protagonis­tas del 2018. ¿Y el PT? Nadie sabe...

La frustrada nominación de un “candidato ciudadano” arropado por los partidos políticos en el Estado de México es una ominosa señal para el plan mancerista. Y también, la falta de consenso con el resto de los aspirantes “independie­ntes”. En algunas semanas habrán de retomar reuniones para determinar la forma de buscar el consenso.

Habrá que considerar preferenci­as y conocimien­to que la gente tenga de cada uno de los actores políticos.

La fórmula mancerista también aplicaría para nominar a los candidatos a la jefatura de Gobierno en la CDMX y en las gubernatur­as que estarían en disputa en la elección concurrent­e a la presidenci­al. La unidad de los independie­ntes, en el 2018, suena quimérica. Pero la ruta del jefe de Gobierno para alcanzar la candidatur­a presidenci­al luce aún más utópica.

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