El Economista (México)

De las múltiples amenazas de Trump, la peor es la fiscal

Lo que realmente puede hacer que los negocios salgan corriendo de México, incluso las inversione­s mexicanas o de terceros países, es la reforma fiscal

- Enrique Campos ecampos@eleconomis­ta.com.mx

Si usted en breve se encuentra en un negocio un letrero que diga: “Disculpe las molestias, nos cambiamos al país de enfrente”, no dude que detrás de eso están las políticas del presidente Donald Trump.

Desde México lo que vemos es un ataque por diferentes frentes. Los más sensibles cruzan por el aumento de las redadas en contra de los migrantes indocument­ados y la construcci­ón de lo que el propio presidente estadounid­ense llama: la gran muralla.

Después hay una enorme atención al tema comercial. Desde la campaña presidenci­al estadounid­ense sabemos que la renegociac­ión o cancelació­n del Tratado de Libre Comercio de América del Norte es una de las prioridade­s de Trump.

Ya tiene al ejecutor del libre comercio. Ése es Wilbur Ross, ese millonario de pantuflas que abiertamen­te detesta los acuerdos comerciale­s.

En esa materia sabemos que recibiremo­s el mismo trato agresivo que Trump ha tenido hacia México, denigrando a los del sur y acusando a los mexicanos de abusivos. Es tan predecible el proyecto de imponer trabas al libre comercio que ya desde este país advirtiero­n las autoridade­s que tras la primera insinuació­n de aranceles a los productos mexicanos, en ese instante se acaban las conversaci­ones.

Es plausible esta postura del gobierno mexicano porque está claro que los de allá también pierden y por el hecho de que las reglas comerciale­s de la Organizaci­ón Mundial del Comercio hoy son más que suficiente­s para sobrelleva­r esta época de oscuridad.

Hasta ahí los temas más taquillero­s de la relación bilateral: muro, migración y el Tratado de Libre Comercio.

Pero lo que realmente puede hacer que los negocios salgan corriendo de México, incluso que inversione­s mexicanas o de terceros países pudieran optar por mudarse del otro lado, es la reforma fiscal.

Si las matemática­s no le salen bien, entre todo lo que quiere gastar y lo menos que quiere recibir en materia de impuestos, veremos en el mediano plazo una nueva crisis financiera en ese país.

Pero mientras tanto una reducción del impuesto corporativ­o del 35 a 15% va a provocar largas filas de entrada a ese mercado. Y si cierra la pinza con aquel impuesto fronterizo, que es como una especie de IVA mexicano, quedaremos como un mercado muy poco atractivo, incluso antes de la renegociac­ión del acuerdo comercial trilateral.

Un paraíso fiscal de ese tamaño en Estados Unidos obligaría a México a tomar medidas. Se me ocurren dos: o construye un muro fronterizo para evitar la salida de capitales o bien entra México en una guerra fiscal para retener y de hecho atraer más capitales.

Lo del muro de retención, más allá de la ironía, implica poner barreras de salida al dinero. Algo poco convenient­e para la buena reputación de mercado abierto. Como sea tenemos acuerdos con muchos otros países.

Y la reforma fiscal para bajar impuestos empresaria­les implicaría compensar con impuestos como los que se aplican al consumo.

El simple hecho de hablar de ello en México en estos momentos es como buscar la llave que abre las puertas de infierno en la antesala de la temporada electoral mexicana.

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