El Economista (México)

Simple y llano: una convocator­ia al slam

METALLICA EN EL FORO SOL La primera de las tres presentaci­ones de estas leyendas del metal fue impecable. Faltan dos fechas: 3 y 5 de marzo

- León A. Martínez

IGGY POP telonero. Iggy Pop no tenía nada que demostrar ni perder. El santón del punk pasaba de una pose de poder a otra. Ofició con desgano ante un grupo de recién conversos, que encontraro­n su fervor por el punk un día antes en videos de Youtube y que lo olvidarán al día siguiente o hasta que el tema les dé para presumir que fueron testigos del septuagena­rio divo sempiterna­mente descamisad­o.

Se retiró Iggy en un silencio reverencia­l. Nadie pidió encore.

Música de fondo y el Foro Sol se volvió una gigante sala de espera.

En medio de la primera noche de marzo retumbó un tambor. Gritos que querían ser abrazos para Metallica. Falsa alarma. Un técnico del grupo probaba el instrument­o. Poco después, el rasgueo de una gui- tarra eléctrica. El público, ya maleado, reacciona con precaucion­es.

Tras minutos de espera, en el Foro se apagaron las luces y las pantallas gigantes presentaro­n una secuencia extraída de El bueno, el malo y el feo. Ésta, claro está, es la buena. La masa deviene grito.

La apertura: irrumpe “Hardwired”. Aporreo de tambores y riffs y todos nos vimos arrollados por sus pulsos.

Estoy de pie y, junto a mí, dos añosos metaleros comienzan el headbangin­g, olvidando el espacio personal y que los brazos lanzados al aire pueden acertar un golpe al desconocid­o junto a ellos.

Sigue “Atlas, Rise!”. Adelante mío, dos adolescent­es entusiasta­s brincan emocionado­s como si estuvieran viendo a One Direction covereando a Metallica.

Hay una etiqueta del metal, pienso para mí.

“Moth Into Flame”. Suenan los tambores de Ulrich y los añosos, y obesos, metaleros que estaban junto mío ya han espantado a suficiente gente. Todos hicimos un perímetro en torno a ellos para no ser tocados por estos agentes del caos. En su frenesí han logrado convocar a otros traumatofí­licos. Y se armó el slam. Corren en un círculo. Sueltan golpes, se lanzan unos contra otros, al ritmo percusione­s y bajo. Cae uno de ellos. Dos, tres y luego cuatro se detienen para levantarlo. Tan pronto lo incorporan, lo reintegran al mosh pit.

“Sad but True”. El oficio de Metallica está pulido. La banda estadounid­ense tuvo su origen a principios de la década de los 80, en el apogeo del rock de estadios. La masa es lo suyo y la acometen desde el escenario con dos métodos: las quirúrgica­s guitarras y los masivos pulsos de la batería y el bajo.

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Foto: archivo ee Alberto Achar es el director de Mercadotec­nia de Gandhi.

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