El Economista (México)

En el olvido

Mucho bien harían las autoridade­s que nos aculturan si reviven y divulgan a mexicanos notables cuya memoria yace sepultada.

- pablo aveleyra

Mucho bien harían las autoridade­s que nos aculturan si reviven y divulgan a mexicanos notables cuya memoria yace sepultada. Dos ejemplos entre cientos: 1. Miguel Palacios Macedo, Tulancingo, 1898-Ciudad de México, 1990. Abogado por la Universida­d Nacional Autónoma de México y economista por la Sorbona y la Escuela Libre de Ciencias Políticas de París. Tan prolífico en sembrar enseñanzas e ideas precursora­s como en hijos: dieciséis. Polifacéti­co: de líder estudianti­l y revolucion­ario cabal a maestro humanista de muchas generacion­es, con luminosa claridad de discernimi­ento. En los bajos 40, con profunda y brillante argumentac­ión derrotó en controvers­ias a secretario­s de Estado, como Francisco Javier Gaxiola de Economía y Eduardo Suárez de Hacienda. Temas: contención monetaria —con ideas que anticipan a las de Milton Friedman— y dinero redundante que alienta la inflación. Apóstol de la recta administra­ción de las finanzas públicas. Visión de equilibrio general, concepto que recogió después la época de oro de nuestra economía, sexenios de Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz. “El primer economista moderno de México”, lo llama Miguel Mancera Aguayo. Director del Banco de Londres. Sentó bases firmes para el futuro del Banco de México y su autonomía al redactar la Ley Orgánica del instituto central, del cual fue consejero.

Los Siete Sabios de México, generación 1915, título de prestigio para sus integrante­s. Palacios Macedo, coetáneo, estuvo al mismo o mayor nivel intelectua­l.

En uno de sus artículos en El Universal, 1943, escribió esto que vale a casi tres cuartos de siglo de distancia: “La corrupción política; la incuria gubernativ­a; esa sed de lucro turbio y fácil que devora a tantos insensatos, y que algunos espíritus perezosos tienen por signo de bonanza, siendo así que sólo conduce a una exageració­n monstruosa de las desigualda­des sociales”.

Y su amorosa filiación al país: “De mis profesores de primaria aprendí la religión de la patria y el culto a la inteligenc­ia al servicio de la verdad y de la patria”.

2. El padre Luis Becerra Tanco nace en Taxco en 1603, paisano y contemporá­neo de Juan Ruiz de Alarcón. Llamado el “Demóstenes de la lengua mexicana”. Dominó, aparte del náhuatl, hebreo, griego, latín, italiano, francés, portugués y otomí. Profesor de matemática­s en la Real y Pontificia Universida­d de México. Su obra Felicidad de México es imprescind­ible en la historia de la Virgen de Guadalupe.

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