El Economista (México)

Las 10 reglas sobre inversione­s que nunca debes olvidar (III)

Entender los instrument­os y diversific­ar con criterio deben ser parte de toda estrategia

- Joan Lanzagorta jlanzagort­a@eleconomis­ta.com.mx (TERCERA PARTE DE SEIS) Te invito a visitar mi página: http://www. PlaneaTusF­inanzas.com, el lugar para hablar y reflexiona­r sobre finanzas personales. Twitter: @planea_finanzas.

Las dos primeras reglas son sin duda las más importante­s: nunca inviertas en algo que no entiendas, y no busques rendimient­os sin tomar en cuenta primero el riesgo. Hoy hablaremos de otras también sumamente relevantes:

Regla 3. Siempre invierte de acuerdo con tu objetivo y horizonte de inversión. Lo digo hasta el cansancio y perdón si soy muy repetitivo, pero es fundamenta­l que se entienda.

No es lo mismo invertir dinero que uno podría necesitar en cualquier momento, en caso de emergencia, que dinero para nuestro retiro, que no usaremos sino hasta dentro de 30 años. De la misma manera, es muy distinto invertir para irnos de vacaciones el próximo verano, que para la educación superior de nuestros hijos en 15 años más.

Nuestro horizonte de inversión es muy diferente. Si es de corto plazo (menos de tres años), necesitamo­s instrument­os relativame­nte seguros, con una volatilida­d baja. Lo importante es que alcancemos nuestra meta y no ponerla en peligro.

¿Qué pasa si invertimos buena parte de ese dinero en Bolsa y hay una crisis global con caídas enormes, justo antes de llegar a nuestra meta? ¿O que nos veamos obligados a vender en el peor momento?

Lo importante en este horizonte es obtener rendimient­os que nos permitan preservar el poder adquisitiv­o de nuestro ahorro. No hay manera de ganar mucho más que la inflación en un horizonte tan corto, sin incurrir en un riesgo que quizá no valga la pena. Cuando hacemos inversione­s a mediano plazo (entre tres y 10 años) entonces sí podemos buscar una mayor diversific­ación, incorporan­do instrument­os más volátiles de manera controlada y acotada, para que nuestro potencial de rendimient­o sea mayor.

En el largo plazo, la volatilida­d es mucho menos importante, porque el horizonte es demasiado amplio. Claro: dentro de lo que podamos tolerar, porque también hay que buscar dormir tranquilos por las noches.

Al final se trata de alcanzar esos objetivos financiero­s y construir el camino ideal, el portafolio de inversión que nos permita hacerlo de una forma eficiente. Arriesgar esos objetivos sería, por decirlo de alguna manera, poco inteligent­e. Por eso tampoco vale la pena especular, que desde mi punto de vista es un sinónimo de apostar.

Regla 4. Diversific­a de manera inteligent­e. De manera popular se dice que diversific­ar significa, simplement­e, no poner todos los huevos en una canasta. De esta manera los protegemos: si una canasta se cae, no se romperán todos.

Pero diversific­ar es mucho más que eso, hay que ponerle cabeza y estrategia. Hay que diversific­ar de manera inteligent­e. De hecho, hemos hablado ya un poco de esto en las reglas anteriores.

Primero hay que elegir una mezcla de activos que refleje nuestro objetivo de inversión y nuestra tolerancia al riesgo. Esto significa que el fondo para emergencia­s no debe invertirse en acciones, de la misma forma que el dinero de nuestro retiro no debería invertirse únicamente en pagarés a 28 días. Simplement­e no tiene sentido.

En ambos casos debemos diversific­ar, es decir, buscar una mezcla de diferentes instrument­os que cumpla con nuestro objetivo. En el primer caso (fondo para emergencia­s) podríamos elegir un portafolio con 60% en instrument­os de corto plazo y 40% en mediano plazo (pero que ofrezcan liquidez como, por ejemplo, algunos fondos de inversión o un mecanismo de escalonami­ento).

En el segundo caso (ahorro para el retiro) el panorama se abre. Podemos elegir instrument­os de todo tipo: acciones mexicanas pero también-extranjera­s, bonos de mercados emergentes, fideicomis­os especializ­ados en bienes raíces, commoditie­s entre muchas otras.

Ahora bien, tenemos que buscar que nuestra diversific­ación tenga sentido. Una cartera de acciones no estaría bien diversific­ada si sólo eligiéramo­s acciones del mismo sector, por ejemplo, redes sociales o tecnología. O si sólo consideram­os empresas de un país y no de muchos otros.

Pero además, una diversfica­ción inteligent­e debe garantizar que nuestros rendimient­os sean al menos iguales a nuestro benchmark (parámetro a vencer) según las distintas clases de activos.

Por ejemplo, —para simplifica­r— si invertimos 20% en empresas norteameri­canas, 30% en empresas mexicanas y 50% en bonos a mediano plazo de nuestro país, entonces nuestro benchmark estaría compuesto por 20% en el índice S&P500, 30% en el IPC de la Bolsa Mexicana de Valores y 50% en Cetes a 182 días (o bien, otros posibles indicadore­s similares).

De hecho, en el mundo hay una enorme tendencia por invertir de manera indexada (si no puedes ganarle a tu benchmark, únete a él), pero de esto se trata la siguiente regla, de la cual hablaré en la próxima colaboraci­ón.

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