Las 10 reglas sobre inversiones que nunca debes olvidar (III)
Entender los instrumentos y diversificar con criterio deben ser parte de toda estrategia
Las dos primeras reglas son sin duda las más importantes: nunca inviertas en algo que no entiendas, y no busques rendimientos sin tomar en cuenta primero el riesgo. Hoy hablaremos de otras también sumamente relevantes:
Regla 3. Siempre invierte de acuerdo con tu objetivo y horizonte de inversión. Lo digo hasta el cansancio y perdón si soy muy repetitivo, pero es fundamental que se entienda.
No es lo mismo invertir dinero que uno podría necesitar en cualquier momento, en caso de emergencia, que dinero para nuestro retiro, que no usaremos sino hasta dentro de 30 años. De la misma manera, es muy distinto invertir para irnos de vacaciones el próximo verano, que para la educación superior de nuestros hijos en 15 años más.
Nuestro horizonte de inversión es muy diferente. Si es de corto plazo (menos de tres años), necesitamos instrumentos relativamente seguros, con una volatilidad baja. Lo importante es que alcancemos nuestra meta y no ponerla en peligro.
¿Qué pasa si invertimos buena parte de ese dinero en Bolsa y hay una crisis global con caídas enormes, justo antes de llegar a nuestra meta? ¿O que nos veamos obligados a vender en el peor momento?
Lo importante en este horizonte es obtener rendimientos que nos permitan preservar el poder adquisitivo de nuestro ahorro. No hay manera de ganar mucho más que la inflación en un horizonte tan corto, sin incurrir en un riesgo que quizá no valga la pena. Cuando hacemos inversiones a mediano plazo (entre tres y 10 años) entonces sí podemos buscar una mayor diversificación, incorporando instrumentos más volátiles de manera controlada y acotada, para que nuestro potencial de rendimiento sea mayor.
En el largo plazo, la volatilidad es mucho menos importante, porque el horizonte es demasiado amplio. Claro: dentro de lo que podamos tolerar, porque también hay que buscar dormir tranquilos por las noches.
Al final se trata de alcanzar esos objetivos financieros y construir el camino ideal, el portafolio de inversión que nos permita hacerlo de una forma eficiente. Arriesgar esos objetivos sería, por decirlo de alguna manera, poco inteligente. Por eso tampoco vale la pena especular, que desde mi punto de vista es un sinónimo de apostar.
Regla 4. Diversifica de manera inteligente. De manera popular se dice que diversificar significa, simplemente, no poner todos los huevos en una canasta. De esta manera los protegemos: si una canasta se cae, no se romperán todos.
Pero diversificar es mucho más que eso, hay que ponerle cabeza y estrategia. Hay que diversificar de manera inteligente. De hecho, hemos hablado ya un poco de esto en las reglas anteriores.
Primero hay que elegir una mezcla de activos que refleje nuestro objetivo de inversión y nuestra tolerancia al riesgo. Esto significa que el fondo para emergencias no debe invertirse en acciones, de la misma forma que el dinero de nuestro retiro no debería invertirse únicamente en pagarés a 28 días. Simplemente no tiene sentido.
En ambos casos debemos diversificar, es decir, buscar una mezcla de diferentes instrumentos que cumpla con nuestro objetivo. En el primer caso (fondo para emergencias) podríamos elegir un portafolio con 60% en instrumentos de corto plazo y 40% en mediano plazo (pero que ofrezcan liquidez como, por ejemplo, algunos fondos de inversión o un mecanismo de escalonamiento).
En el segundo caso (ahorro para el retiro) el panorama se abre. Podemos elegir instrumentos de todo tipo: acciones mexicanas pero también-extranjeras, bonos de mercados emergentes, fideicomisos especializados en bienes raíces, commodities entre muchas otras.
Ahora bien, tenemos que buscar que nuestra diversificación tenga sentido. Una cartera de acciones no estaría bien diversificada si sólo eligiéramos acciones del mismo sector, por ejemplo, redes sociales o tecnología. O si sólo consideramos empresas de un país y no de muchos otros.
Pero además, una diversficación inteligente debe garantizar que nuestros rendimientos sean al menos iguales a nuestro benchmark (parámetro a vencer) según las distintas clases de activos.
Por ejemplo, —para simplificar— si invertimos 20% en empresas norteamericanas, 30% en empresas mexicanas y 50% en bonos a mediano plazo de nuestro país, entonces nuestro benchmark estaría compuesto por 20% en el índice S&P500, 30% en el IPC de la Bolsa Mexicana de Valores y 50% en Cetes a 182 días (o bien, otros posibles indicadores similares).
De hecho, en el mundo hay una enorme tendencia por invertir de manera indexada (si no puedes ganarle a tu benchmark, únete a él), pero de esto se trata la siguiente regla, de la cual hablaré en la próxima colaboración.