El Economista (México)

La inequidad de género y sus implicacio­nes

- Raúl Martínez Solares director_general@mb.com.mx

Hemos empezado a criar a nuestra hijas más como hijos... pero pocos se atreven a criar a su hijos más como hijas. Gloria Steinem, feminista norteameri­cana.

Este 8 de marzo se conmemora a nivel internacio­nal el Día de la Mujer. Más que ser una fecha festiva, tiene como propósito provocar la reflexión y discusión acerca del estado que guarda la igualdad y equidad de género en el mundo, en aspectos que afectan la vida económica, política y social de las mujeres.

Existen múltiples dimensione­s para la inequidad. Una de las más conocidas y puntualmen­te graves se refiere a la brecha salarial entre hombres y mujeres nivel mundial.

De acuerdo con datos de la OCDE, la diferencia salarial promedio entre una mujer y un hombre en la Unión Europea (UE) implica que una mujer en promedio gana 19.1% menos que un hombre, en similares niveles y caracterís­ticas de trabajo. México se encuentra ligerament­e por debajo de ese nivel, con 18.3% de salario inferior. Estas diferencia­s varían, dependiend­o de las caracterís­ticas de los empleos.

Paradójica­mente, en los empleos que requieren menor nivel de especializ­ación y consecuent­emente tienen aparejada una menor moderación la brecha salarial disminuye, es por ello que la diferencia global se sitúa en ese nivel.

Ello implica que en trabajos con actividade­s de mayor especializ­ación como trabajos administra­tivos, la diferencia es en promedio mayor. Existen países, con economías menores, pero de similares niveles de desarrollo que México, que tienen mejores condicione­s. Colombia, por ejemplo, presenta una brecha salarial de género que es de la mitad del tamaño de la que tiene nuestro país.

Respecto al nivel de empleo, el porcentaje de los hombres que están empleados en nuestro país (con datos a 2015) es 98% en el rango de edad de 25 a 54 años, mientras que en las mujeres dicho porcentaje representa 53.08 por ciento.

En los últimos 20 años el porcentaje de ocupación de los hombres se ha reducido ligerament­e, mientras que el de las mujeres ha venido consistent­emente creciendo, si bien aún existe una diferencia relevante que no se explica sólo por la propensión mayor a mujeres con labores no remunerada­s en el seno del hogar.

De acuerdo con las estimacion­es del Grupo de Alto Nivel sobre el empoderami­ento económico de las mujeres del secretario general de las Naciones Unidas, avanzar en reducir la desigualda­d de género podría representa­r un impulso al crecimient­o mundial de cerca de 12 billones de dólares en los siguientes ocho años.

La desigualda­d actual de género en términos económicos genera impactos futuros. Se estima que las mujeres de edad avanzada en la Unión Europea tienen 37% más de probabilid­ades de tener una vejez de pobreza, respecto de los hombres del mismo rango de edad.

En México el reto de abatir la desigualda­d en el empleo es doble. Por un lado, avanzar en la reducción de la desigualda­d implica generar empleos bien remunerado­s para todos así como asegurar que, una vez creados, éstos no discrimine­n por género en la asignación de los salarios.

Existe una presión adicional derivada del hecho de que ha venido creciendo consistent­emente la participac­ión de las mujeres en educación superior, lo que hace que un porcentaje creciente de ellas se incorpore al mercado laboral. Por otro lado, el crecimient­o de hogares con jefes de familia mujer representa una presión adicional: ante la necesidad de obtener a toda costa ingresos para sostener a sus familias, con frecuencia las mujeres aceptan salarios menores a los de los hombres, como único método para asegurar el empleo.

Otro fenómeno que propicia la desigualda­d es la mayor participac­ión que tienen las mujeres en empleos parciales, temporales o informales; en México, se encuentran claramente sobrerrepr­esentadas en ese sector de empleo doméstico con remuneraci­ones bajas y con inexistent­es prestacion­es de seguridad social, que apoyen los temas de salud o creen una previsión para el retiro.

Avanzar en la reducción de la inequidad económica de género pasa por atacar toda forma de inequidad. Ello sólo podrá ser atendido con una combinació­n de políticas reales de acción afirmativa, estímulos a la generación de empleo, políticas públicas que combatan y castiguen la discrimina­ción y, de manera muy relevante, a partir de la educación que en los hogares se dé a los hijos hombres, ya que todo hombre que discrimina y propicia la inequidad fue en la mayoría de los casos criado por una mujer que en parte permitió que se perpetuara­n dichas conductas.

El autor es politólogo, mercadólog­o, especialis­ta en economía conductual y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @ martinezso­lares

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