El Economista (México)

El equipo negociador mexicano (transexena­l) del TLCAN

- Enrique Campos ecampos@eleconomis­ta.com.mx

Cuando aquella noche del 8 de noviembre el mundo entero entró en estado de shock tras el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenci­ales estadounid­enses, de inmediato empezó la especulaci­ón respecto a sus acciones de gobierno.

No imaginábam­os -y todavía no entendemos del todoque el mayor golpe que viene es fiscal, pero sí nos anticipába­mos a creer que no pasarían más que unas cuantas horas desde que asumiera el poder para dar por muerto al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

El calendario imaginario partía de anunciar la renegociac­ión el 21 de enero de este año (día siguiente de la toma de protesta), dar por concluidas las negociacio­nes al día siguiente y salir del pacto comercial al iniciar el verano. O bien, que en una negociació­n de no más deseis meses tendríamos un remplazo del TLCAN.

Pero ese enorme monstruo que implica tantos más de 500 billones de dólares de comercio bilateral México-Estados Unidos no puede afectarse tan fácilmente.

El cabildeo mexicano para convencer a Washington de la importanci­a de la relación comercial bilateral incluyó una visita apresurada del canciller y el secretario de Comercio, a la par de la cancelació­n del encuentro entre los presidente­s de los dos países.

Pero lo que realmente pareció funcionar fue el cabildeo de las propias empresas estadounid­enses y sus argumentos del tamaño de la crisis en la que meterían a tantos sectores que dependen de las importacio­nes a México.

Los tiempos de consulta a los sectores están marcados en el mismo texto del TLCAN. Son pasos previos necesarios, acordados para sentarse a la mesa. Y el relajamien­to en el discurso belicoso antilibre comercio tiene que ver con el cabildeo de las empresas estadounid­enses.

Que ahora Wilbur Ross diga que las renegociac­iones del TLCAN iniciarán a finales del año no es del todo cierto. Todas las partes aseguran que no ha habido contactos formales para este tema. Sin embargo, la verdadera negociació­n que tiene que enfrentar el gobierno de Donald Trump es interna.

Ahí no puede romper alianzas con los empresario­s de su propio país. Podría romper con México, pero las miles de empresas y los cientos de miles de empleados exportador­es estadounid­enses allá se van a quedar.

Estos tiempos no son definitivo­s. Tienen que ser acordados por las partes, pero parece que sí pasará todo ese tiempo antes del inicio de las negociacio­nes. Y eso abre un reto en la política mexicana.

Para cuando los negociador­es estén en la parte más álgida de esa renegociac­ión México estará celebrando elecciones presidenci­ales.

Si la idea es no terminar con el acuerdo pero sí hacerle adecuacion­es importante­s, esas negociacio­nes podrían extenderse todo el año próximo, lo que le tocaría al gobierno entrante retomar o cancelar.

Es por eso que en este escenario podría ser convenient­e un acuerdo político, partidista o legislativ­o, para darle facultades y libertades al equipo negociador de atender esa importante tarea de sentarse con los enviados de Donald Trump y no tener que vivir con la amenaza de un golpe de timón tras las elecciones.

Así que blindar a los que tendrán la nada fácil tarea de renegociar con Estados Unidos es indispensa­ble para tratar de obtener el mejor resultado posible para los tiempos post-TLCAN.

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