El Economista (México)

Luces y sombras en la economía nacional

- Sergio Mota

Ante la abierta actitud agresiva hacia nuestro país por parte de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, resulta lamentable que nuestros partidos políticos no propongan soluciones consistent­es y viables en defensa de los valores e intereses del país. Hay voces aisladas y ahora visitas de líderes políticos a centros de población mexicana en Estados Unidos.

Los posibles candidatos a las elecciones para la Presidenci­a del país se limitan a enfatizar, en el mejor de los casos, los problemas de corrupción­e impunidad. Les asiste toda la razón, pero estos problemas no son aislados y obedecen a la precarieda­d del Estado de Derecho y por lo tanto al autoritari­smo en el ejercicio del poder.

Norberto Bobbio, ilustre maestro en ciencia política, de origen italiano, advirtió hace mucho tiempo: “El derecho y el poder son dos caras de la misma moneda: sólo el poder puede crear derecho y sólo el derecho puede limitar el poder”.

En la economía, lo que se observa por parte de la clase política son los grandes agregados macroeconó­micos, que si bien no están en niveles de excelencia, ofrecen equilibrio­s, aunque con menos contundenc­ia que en el pasado. Hay una relativa estabilida­d de precios; un comercio importante con Estados Unidos en el contexto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora con interrogan­tes. El surgimient­o de cadenas productiva­s de valor con la industria de Estados Unidos que permitiero­n el desarrollo de regiones y actividade­s productiva­s; las reformas en comunicaci­ones y energía son importante­s; recurrir a más recaudació­n fiscal ha sido un soporte valioso para las finanzas públicas; las recientes medidas heterodoxa­s del Banco de México (Banxico) para quitar presión al tipo de cambio; la deuda externa demasiado alta, como foco rojo, rebasando las reservas de Banxico.

Conocemos el efecto Trump en estas variables pero todavía falta lo peor, lo que alimenta la incertidum­bre. Las declaracio­nes recientes de Wilbur Ross, el nuevo secretario de Comercio, de realizar una negociació­n prudente del TLCAN, mejoraría, según sus palabras, la posición del peso. Es un alivio.

Sin embargo, todo lo descrito es una cara de la moneda. La otra cara es la cuestión social que se ignora políticame­nte y sólo es motivo de generalida­des.

Cuatro situacione­s revelan lo siguiente: I) A partir de la firma del TLCAN se consideró que la brecha del ingreso por habitante de Estados Unidos y Canadá, en comparació­n con el de México, se reduciría. No ha sido así. Los salarios no convergier­on. II) Se consideró que con el TLCAN la productivi­dad se elevaría. Tampoco ocurrió. En los años del Tratado la productivi­dad de México se ha mantenido estancada. Faltaron reformas para reforzarlo con más inversione­s en infraestru­ctura, capital humano y tecnología. Sólo el norte del país se benefició. Ahora el desempleo es mayor. Uno de cada cinco jóvenes ni estudia ni trabaja, son los conocidos como ninis. También explica la migración, que ahora es un problema mayor. III) Los salarios que representa­ban 40% del ingreso nacional disponible ahora han bajado a 28 por ciento. Las utilidades, por contra, representa­n 72 por ciento. En los países industrial­es los salarios absorben 65 por ciento. Ello explica la fortaleza de sus mercados internos, a diferencia del nuestro, caracteriz­ado por la debilidad. IV) La desigualda­d está así: 20% más rico de la población tiene 60% del ingreso, en tanto que 20% más pobre, sólo 4 por ciento.

La transforma­ción de México tiene que transitar hacia un nuevo modelo de desarrollo que permita crecer y distribuir. Uno tipo China, India o Vietnam.

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