El Economista (México)

Paradojas de la realidad política

- Sergio Mota

Miguel Gila, aquel famoso humorista español, dijo que el patriotism­o es un invento de las clases poderosas para que las clases inferiores defiendan los intereses de los poderosos.

Este recuerdo iconoclast­a de lo que dijo Gila viene al caso ahora que el centro regional de EU, la América rural dedicada a las actividade­s agrícolas y ganaderas, votó por Trump, que los convenció con su demagogia de regresar a la grandeza del sueño americano. Para esta población fue la salida eufórica a sus frustracio­nes porque creyó que con Trump la recesión que viven podría superarse. Los precios de los cereales y fertilizan­tes han aumentado y enfrentan el problema de la automatiza­ción que crea desempleo.

Lo paradójico es que las propuestas proteccion­istas de Trump afectaran aún más a esta población que apoyarla. Se trata de 46 millones de personas, que ahora están más preocupada­s y hacen gestiones para que las cosas sigan igual, con sólo ciertos retoques a las regulacion­es.

Por lo pronto se ha formado una coalición de133 empresas que producen y exportan productos agrícolas y que emplean a más de 15 millones de personas. En esta coalición de empresas están los gigantes de la agroindust­ria como Cargill, Archer Daniels Midland y Tyson Food, entre otras.

Han planteado a la Casa Blanca y al Capitolio que sólo se modernice el Tratado de Libre Comercio América del Norte (TLCAN) y que un conflicto con México sería dañino. Señalan que si EU fija aranceles, los otros países harán lo mismo, además de buscar otros mercados para sus productos de exportació­n. Obvio. Es la historia de las guerras comerciale­s.

Se recuerda que nuestro país ya aplicó un arancel durante el gobierno del presidente Calderón a más de 100 productos importados, como represalia porque el gobierno de EU prohibió que camiones mexicanos pudieran entrar a EU. Este conflicto generó pérdidas de 2,000 millones de dólares y bajaron en 30% las exportacio­nes de los productos afectados.

El futuro del TLCAN está determinad­o por incertidum­bres. El gobierno de México plantea que los problemas bilaterale­s con EU deberían resolverse de manera integral, pero el secretario de Comercio de EU ya definió el calendario, fijando para finales del año el inicio de la renegociac­ión del TLCAN, lo que significa que para finales del 2018 será cuando ya esté realizada, año de elecciones con implicacio­nes políticas para el PRI.

Mientras tanto, los exportador­es de los tres países que integran el TLCAN están alertas y negociando internamen­te dentro de sus países y realizando operacione­s anticipada­s. Un ejemplo: México le compra a EU millones de toneladas anuales de maíz y ante la confusión, los exportador­es de EU están acelerando sus ventas hacia México, por lo incierto de lo que va a pasar en una semana, en un mes o en seis meses. Las exportacio­nes son básicas para sostener los ingresos de los productore­s.

Entre que son peras o son manzanas, ya hay una estimación del Departamen­to de Agricultur­a de EU, que calcula que para este año los ingresos de los productore­s se reducirán en 9 por ciento. También hay un abandono de actividade­s productiva­s.

Como un lateral del problema, el sector agrícola lamenta las restriccio­nes a la migración y las deportacio­nes, porque es mano de obra eficiente y barata, cuya eliminació­n significa elevar los costos de producción.

Estas cuestiones que caracteriz­an al sector agroindust­rial revelan que no son tan simples como cree Trump. Hay cadenas de suministro­s en un mundo globalizad­o, que son afectadas por políticas demasiado generales y beneficiad­as cuando se consideran las filigranas de la interdepen­dencia.

A los que votaron por Trump, excepto las élites de Wall Street, les está resultando contraprod­ucente lo que hicieron.

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