México incluyente con más mujeres
En días recientes, la senadora presentó una iniciativa que promueve que las mujeres participemos cada vez más en mandos directivos de organizaciones públicas y privadas; a nivel mundial, menos de 25% de las empresas están lideradas por una mujer o tienen equipos balanceados en la Alta Dirección, pero en nuestro país ese número se reduce a tan sólo 6 por ciento. Aunque falta un largo tramo por recorrer que seguramente tendrá obstáculos y resistencias por parte de las principales cámaras empresariales de este país, deseo en esta ocasión alzar la voz y en este caso, mi pluma, apoyando públicamente este tipo de acciones que, sin duda, beneficiará el desarrollo económico e incluyente de México.
¿Por qué afirmo que existen beneficios notables por la participación de las mujeres en la economía? Según datos de la ONU, cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen; otro dato relevante es que cuando aumenta la proporción de ingresos familiares que son controlados por las mujeres, los patrones de gasto se modifican en favor de las hijas e hijos; un ejemplo más de los beneficios de la participación femenina en la economía, ligado también a la educación, es que por cada año adicional de formación académica para las mujeres en edad reproductiva, disminuyen las tasas de mortalidad infantil cerca de 10 por ciento.
Aun cuando los beneficios de la participación de las mujeres en la economía son evidentes, la disparidad laboral de géneros continúa representando un gran reto para esta y las futuras generaciones de nuestro país. Por citar un ejemplo, la participación laboral de los hombres que están en edad productiva es mayor a 80%, mientras que para nosotras, es menor a 50 por ciento.
Las mujeres debemos ocupar más posiciones de toma de decisión dentro de las empresas y en organismos de gobierno; la razón no es una competencia entre género, es porque está comprobado con evidencia que los equipos equilibrados pueden entender mejor el negocio o la organización, y a su vez, al cliente o al ciudadano; y con ello mejorar la rentabilidad o el beneficio social. Según varios estudios desarrollados en las 500 empresas más importantes de Estados Unidos, aquellas con equipos directivos con al menos tres mujeres en la Alta Dirección tienen rendimientos superiores en casi 2%, esto significa más o menos el 3.3% del Producto Interno Bruto de ese país, una cantidad nada despreciable, más para México, donde no logramos alcanzar el anhelado 5% de crecimiento económico sostenido.
No quisiera finalizar sin enumerar los grandes desafíos a los cuales nos enfrentamos las mujeres activas en la vida profesional, según un estudio realizado en los países que formamos parte de la OCDE: 1) el equilibrio vida personal-vida profesional, mencionado por 80% de las mujeres entrevistadas; 2) la enorme brecha de salarios que en algunos países como el nuestro es más del 40% entre hombres y mujeres; 3) el acoso en el lugar de trabajo, pues casi una tercera parte de las mujeres del G-20 padece acoso laboral; 4) acceso igualitario a oportunidades profesionales; y 5) el impacto de la maternidad en la carrera profesional.
Insisto, falta un largo camino por recorrer en la inclusión de la mujer en puestos directivos, pero avanzar en políticas de horarios flexibles, oficinas compartidas, trabajo colaborativo, estimulación de resultados y no de “horas nalga”, establecimiento de protocolos contra el acoso de forma obligatoria, comités de diversidad para el establecimiento de equipos directivos balanceados, salas de lactancia, y un uso intensivo de las Tecnologías de Información, nos permitirá alcanzar el México Incluyente que sí es posible, y al que aspiramos la mayoría de las mexicanas.
*Presidenta de la Federación de Colegios de Economistas de la República Mexicana, A.C.