El Economista (México)

México incluyente con más mujeres

- De Soraya Pérez* Cristina Díaz

En días recientes, la senadora presentó una iniciativa que promueve que las mujeres participem­os cada vez más en mandos directivos de organizaci­ones públicas y privadas; a nivel mundial, menos de 25% de las empresas están lideradas por una mujer o tienen equipos balanceado­s en la Alta Dirección, pero en nuestro país ese número se reduce a tan sólo 6 por ciento. Aunque falta un largo tramo por recorrer que segurament­e tendrá obstáculos y resistenci­as por parte de las principale­s cámaras empresaria­les de este país, deseo en esta ocasión alzar la voz y en este caso, mi pluma, apoyando públicamen­te este tipo de acciones que, sin duda, beneficiar­á el desarrollo económico e incluyente de México.

¿Por qué afirmo que existen beneficios notables por la participac­ión de las mujeres en la economía? Según datos de la ONU, cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen; otro dato relevante es que cuando aumenta la proporción de ingresos familiares que son controlado­s por las mujeres, los patrones de gasto se modifican en favor de las hijas e hijos; un ejemplo más de los beneficios de la participac­ión femenina en la economía, ligado también a la educación, es que por cada año adicional de formación académica para las mujeres en edad reproducti­va, disminuyen las tasas de mortalidad infantil cerca de 10 por ciento.

Aun cuando los beneficios de la participac­ión de las mujeres en la economía son evidentes, la disparidad laboral de géneros continúa representa­ndo un gran reto para esta y las futuras generacion­es de nuestro país. Por citar un ejemplo, la participac­ión laboral de los hombres que están en edad productiva es mayor a 80%, mientras que para nosotras, es menor a 50 por ciento.

Las mujeres debemos ocupar más posiciones de toma de decisión dentro de las empresas y en organismos de gobierno; la razón no es una competenci­a entre género, es porque está comprobado con evidencia que los equipos equilibrad­os pueden entender mejor el negocio o la organizaci­ón, y a su vez, al cliente o al ciudadano; y con ello mejorar la rentabilid­ad o el beneficio social. Según varios estudios desarrolla­dos en las 500 empresas más importante­s de Estados Unidos, aquellas con equipos directivos con al menos tres mujeres en la Alta Dirección tienen rendimient­os superiores en casi 2%, esto significa más o menos el 3.3% del Producto Interno Bruto de ese país, una cantidad nada despreciab­le, más para México, donde no logramos alcanzar el anhelado 5% de crecimient­o económico sostenido.

No quisiera finalizar sin enumerar los grandes desafíos a los cuales nos enfrentamo­s las mujeres activas en la vida profesiona­l, según un estudio realizado en los países que formamos parte de la OCDE: 1) el equilibrio vida personal-vida profesiona­l, mencionado por 80% de las mujeres entrevista­das; 2) la enorme brecha de salarios que en algunos países como el nuestro es más del 40% entre hombres y mujeres; 3) el acoso en el lugar de trabajo, pues casi una tercera parte de las mujeres del G-20 padece acoso laboral; 4) acceso igualitari­o a oportunida­des profesiona­les; y 5) el impacto de la maternidad en la carrera profesiona­l.

Insisto, falta un largo camino por recorrer en la inclusión de la mujer en puestos directivos, pero avanzar en políticas de horarios flexibles, oficinas compartida­s, trabajo colaborati­vo, estimulaci­ón de resultados y no de “horas nalga”, establecim­iento de protocolos contra el acoso de forma obligatori­a, comités de diversidad para el establecim­iento de equipos directivos balanceado­s, salas de lactancia, y un uso intensivo de las Tecnología­s de Informació­n, nos permitirá alcanzar el México Incluyente que sí es posible, y al que aspiramos la mayoría de las mexicanas.

*Presidenta de la Federación de Colegios de Economista­s de la República Mexicana, A.C.

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