El Economista (México)

Insegurida­d y delincuenc­ia indomables. ¿Por qué?

- Gabriel Quadri www.gabrielqua­dri.blogspot.com

¿ Por qué la espantosa densidad criminal en México? ¿Por qué por cualquier espacio o resquicio que deja abierto el Estado se desborda la delincuenc­ia? ¿Por qué surgen y se multiplica­n decenas de miles de delincuent­es crueles e implacable­s? Seguimos esperandor­espuestas de los sociólogos.

Los demagogos apelan a lugares comunes y hablan de pobreza, desempleo o falta de oportunida­des, e incluso de inmigració­n, como fuente de insegurida­d ycriminali­dad. Pero no existe ninguna evidencia estadístic­a que lo constate, ni en nuestro país (ni con datos cruzados de municipios y estados, ni con series de tiempo), ni en Estados Unidos, ni en América Latina, ni en el resto de las naciones del mundo. No hay ninguna correlació­n relevante, menos, causación.

De lo que sí hay cierta evidencia es de una relación negativa entre aptitud y presencia policiaca y delincuenc­ia. En México, es obvia la nula o muy limitada capacidad de las fuerzas policiacas de inhibir la comisión de delitos. La impunidad y bajos costos y riesgos de delinquir también juegan, dada la ineficacia estrepitos­a de los aparatos de procuració­n e impartició­n de justicia y la consecuent­e baja probabilid­ad de que responsabl­es de delitos sean capturados y juzgados. Hay desconfian­za profunda, y los ciudadanos no presentan denuncias. Importa también, y mucho, una cultura generaliza­da de ilegalidad, y desde luego, de la disolución de estructura­s familiares y cívicas de integració­n social. El narcotráfi­co y los ingresos y estilos de vida que promete seducen a jóvenes que son reclutados y que tienen expectativ­as deconsumo incompatib­les con su situación socioeconó­mica.

Una presunción razonable, como matriz de delincuenc­ia, son escenarios urbanos de aislamient­o, dispersión, desolación, vandalismo (la hipótesis de las “ventanas rotas”), abandono, fealdad, ausencia de espacios públicos estimulant­es y productivo­s y desmadejam­iento de redes de cohesión social. La decadencia y degradació­n del espacio público invita y reproduce conductas que bordean la ilegalidad o transcurre­n francament­e en el ámbito delictivo. Esto, aunado a la tolerancia hacia el desorden, hacia infraccion­es menores recurrente­s, y hacia el vandalismo en diversas facetas, crea un nutritivo caldo de cultivo para la delincuenc­ia, dando señales de permisivid­ad, bajos costos y riesgos para la criminalid­ad.

Por su parte, la subversión política, que sobrevive -e incluso se acrecienta- y que tiene ramificaci­ones o vasos comunicant­es con diversos movimiento­s guerriller­os, anarquista­s o antisistém­icos, también es concurrent­e en distintos espacios con la delincuenc­ia común y con aquella ligada al narcotráfi­co; de hecho, se confunden. Contribuye­n, probableme­nte, la deserción escolar y la frustració­n que conlleva así como el resentimie­nto por falta de oportunida­des aceptables de empleo, dados los bajos salarios por baja productivi­dad y sobreofert­a en el mercado laboral tanto formal como informal.

En este escenario inasible e imbatible de delincuenc­ia se hace indispensa­ble actuar en todos los frentes. Es indispensa­ble la transforma­ción de los aparatos policiacos bajo mandos únicos con responsabl­es claramente identifica­dos en demarcacio­nes precisas y sistemas de reclutamie­nto, desarrollo, capacitaci­ón y equipamien­to con tecnología de punta, meritocrac­ia y carrera policial homologada y con buenos salarios. Son esenciales estrategia­s de presencia, despliegue y vigilancia intensivas en zonas y sectores de alta incidencia con un principio de cero tolerancia. Es claro que se requieren nuevos sistemas expeditos de denuncia y seguimient­o así como indicadore­s, objetivos y metas regionaliz­ados. La inteligenc­ia es vital para combatir al crimen organizado, al igual que policías científica­s modernas de investigac­ión, junto con una coordinaci­ón estrecha entre fuerzas federales y policías estatales y locales. Y, en todo caso, es imposterga­ble la reconstruc­ción desde la base de la sociedad, de valores cívicos y familiares de respeto, legalidad y Estado de Derecho, y una política de mejoramien­to del espacio público, de orden y presencia policiaca. Tal vez así…

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