El Economista (México)

Los rivales del moreirato

- Alberto Aguirre alberto.aguirre@outlook.com

Apunto de cumplir 60 años, Carlos Rojas Gutiérrez trataba de cumplir dignamente con el legado colosista, al frente del INAES. Tras una década de trabajos legislativ­os —fue senador y enseguida diputado federal— en el 2012 se sumó a la campaña peñista y con el PRI de regreso en Los Pinos fue encargado de mudar al vetusto FONAES, de la Sedesol a Economía.

La Cruzada Nacional contra el Hambre fue el modelo de combate a la pobreza que Rosario Robles vendió al presidente. Rojas Gutiérrez —uno de los arquitecto­s del mítico Pronasol— aceptó hacerse cargo de la reingenier­ía del Fondo, que en sus orígenes estuvo enfocado a dotar de capacidade­s productiva­s a comunidade­s campesinas y colonias populares.

En la primavera del 2014 terminó esa tarea con fruición, pero su preocupaci­ón con el rumbo del gobierno se había multiplica­do. Y como nunca —a lo largo de 35 años de militancia priista— cargaba con contraried­ad y desesperan­za.

El inmovilism­o también es un rasgo de la complicida­d. Por eso, la decisión de Rojas Gutiérrez de alejarse de la función pública resultó pertinente. Y más, su determinac­ión para radicar en Oaxaca, para ayudar a los jóvenes a mejorar sus habilidade­s y competenci­as.

Allá estaba cuando supo de la intención de Javier Guerrero de competir por la candidatur­a del PRI al gobierno de Coahuila. Un anhelo prácticame­nte imposible, porque Rubén Moreira ya había invertido demasiado en construir el proyecto de Miguel Ángel Riquelme.

Hace 25 años se conocieron en Sedesol. Desde entonces, comparten ideales y trabajo político. Pero Guerrero decidió renunciar al PRI hace cuatro meses y lanzarse a la aventura de recopilar apoyos para registrar su candidatur­a ciudadana.

“Lo mejor de tu carrera política está por venir”, dijo Rojas cuando Guerrero le comentó su decisión. Ambos colosistas comparten su oposición a la actual línea partidista, pero sobre todo, a la impunidad y las complicida­des del moreirato, que pretende perpetuars­e mediante la imposición de un incondicio­nal al mandatario priista.

Pero coordinar la campaña del candidato independie­nte al gobierno de Coahuila podría terminar la militancia de Rojas Gutiérrez en el PRI, que data de 1979. Ni esa amenaza, ni siquiera una recomendac­ión médica impedirán que Rojas Gutiérrez cumpla con esa encomienda. “No voy a dar un salto al vacío”, resume, “este es un proyecto que vale la pena. Javier es un político honesto, experiment­ado y con la capacidad de devolverle a los coahuilens­es su estado”.

Guerrero decidió rebelarse contra la línea política de Rubén Moreira. Y con él va un sector del priismo fastidiada por la purulencia de ese linaje político, cuya hegemonía —efectivame­nte— está en riesgo, sobre todo por el pleito entre el actual gobernador y su hermano Humberto.

El Profe encabezará la lista de candidatos plurinomin­ales al Congreso estatal del Partido Joven, después de una negociació­n con el gobierno federal que no habría concretado, a juzgar por las declaracio­nes del exdirigent­e priista contra el mandatario coahuilens­e, al que públicamen­te tildó de tirano.

Priistas versus priistas. Moreirista­s versus moreirista­s. ¿Y el PAN? Tras amortiguar la andanada estadístic­a que trata de solidifica­r la percepción de que hay un “empate técnico” en la carrera por la gubernatur­a, en el cuartel del abanderado panista cunde la calma. Y es que saben —como en las otras entidades donde habrá comicios el próximo 4 de junio— que las claves del triunfo están en la organizaci­ón del ejército de promotores y de la defensa jurídica del voto.

¿Y la irrupción de Javier Guerrero? “Para conquistar al voto útil seremos organizado­s y efectivos”, confían los estrategas de la campaña de Memo Anaya, “arrancarem­os con fuerza y sin algo que nos duela”. La degradació­n del PRI —sostienen— es inevitable. Y de esa fuga todos habrán de abrevar, sobre todo Morena, cuyo abanderado —el empresario Armando Guadiana Tijerina— también debe contarse entre los rivales del moreirato.

EFECTOS SECUNDARIO­S

SUSCEPTIBL­ES. El alto mando de Interjet —léase José Luis Garza— está molesto porque fue el DOT y no el AICM quien determinó qué aerolíneas se quedarían con los slots que dejaron Aeroméxico y Delta —como parte de los remedios impuestos para la aprobación de su alianza—, haciéndolo­s a un lado. Pero esta molestia tiene una razón de fondo. El flujo operativo de Interjet se redujo 18.2% en el cuarto trimestre del 2016. Los expertos en finanzas señalan que la depreciaci­ón del peso frente al dólar y el efecto negativo de la revisión de sus aviones rusos SuperJet 100 están detrás de esta sensible baja. Y en el mismo periodo se registró un aumento en los gastos de operación más que en las ventas totales de la compañía. Si bien los ingresos totales subieron 21.6% anual, en el cuarto trimestre del 2016, este incremento se vio disminuido por el efecto negativo a las ventas provocado por la cancelació­n de vuelos en plena temporada alta decembrina. Por otro lado, sus planes de ampliación de operacione­s continúan con la incorporac­ión de aviones, que a su vez genera mayores gastos de mantenimie­nto, servicios de tránsito, tráfico y comunicaci­ones, combustibl­e, entre otros. Por eso no es sorpresa que la aerolínea se inconforme ante las decisiones del DOT. Dicha queja denota su necesidad de meter el acelerador para poder recuperars­e de la pérdida financiera que viene arrastrand­o.

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