El Economista (México)

Nadar contra tabúes y discrimina­ción

UN REPORTAJE QUE BIEN PODRÍA SER EL ESPEJO DE MUCHOS PAÍSES DEL MUNDO

- AFP

tokio 2020

DE 30 piscinas existentes en Afganistán, sólo una —privada— permite la entrada a las mujeres. Un grupo de valientes ha decidido tirarse al agua e intentar obtener la clasificac­ión para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Elena Saboori es una de ellas. Esta joven de 25 años, estudiante de economía, dirige el comité femenino de este deporte recién creado y sueña con viajar a Japón dentro de tres años.

Sus primeras brazadas las dio gracias a una amiga nadadora. Luego comenzó a entrenarse siguiendo las indicacion­es de videos que encontró en Internet. Tres o cuatro veces en semana, antes de las ocho de la mañana o después de las cuatro de la tarde, nada en la única piscina de Kabul —y del país— que admite a las mujeres.

“Al principio tenía mucho miedo de ahogarme. Por eso pensé en convertirm­e en entrenador­a, las chicas se ahogan porque no saben nadar aquí”, explica riendo Saboori. Actualment­e cuenta con una docena de nadadoras. “Hay muchas otras que quieren aprender, si me contactan acepto, no puedo dejarlas tiradas”, dice.

CONSERVADU­RISMO Y TABÚES

La alarmante falta de infraestru­cturas no es el único obstáculo. El conservadu­rismo de la sociedad y la discrimina­ción a la que son sometidas las mujeres por los insurgente­s islamistas incluso pone en peligro sus vidas.

“Hay varios tipos de amenazas, entre ellas las mentales. Tengo la impresión de que vamos mejor, sufrimos menos que antes. Pero sé que me enfrento a un tabú, tomo un gran riesgo al promover este equipo”.

¿Mejor? La piscina en la que pueden nadar y en la que iban a recibir a la AFP, les ha pedido que se mantengan un tiempo fuera. El establecim­iento recibió amenazas cuando se acercaba el Nouruz, el nuevo año persa.

“Todos los países musulmanes, excepto Afganistán, tienen su equipo femenino, incluso los más rigurosos”, destaca el joven presidente de la Federación Afgana de Natación, Sayed Ihsan Taheri.

Cita a Qatar, Irán o Arabia Saudita. “Tienen sitios de entrenamie­nto para las chicas, pero aquí hay un cierto desconocim­iento del deporte femenino”, presentado por algunos como “prohibido por el Islam”. “El principal obstáculo para nuestras nadadoras es la seguridad”, lamenta. La insegurida­d es un desafío mayor para cualquier afgano, enfrentado a las amenazas de atentados hasta en el corazón de la capital Kabul y los combates en la mayor parte de las provincias.

Desde el 2016 ninguna región se ha librado nadadora afgana de las ofensivas de los talibanes y, sobre todo, en el este y en el noroeste, de los ataques del grupo Estado Islámico. Mucho peor para las mujeres, sobre todo para las que pretenden cambiar los límites de una sociedad patriarcal y conservado­ra.

BAÑADORES DE MANGA LARGA

Imposible para el equipo de Saboori de nadar con los brazos y las piernas al aire. Una licra de manga larga negra cubre a las chicas por encima de su bañador de una pieza.

“Estamos en contacto con una empresa brasileña que nos diseña los bañadores apropiados”, indica Taheri.

A pesar de los escasos medios, Saboori no esconde su ambición: “Buscamos los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, con un equipo de al menos dos chicos y una chica”.

Hasta entonces, la entrenador­a espera que sus nadadoras puedan acudir al campeonato de Asia Central en Turkmenist­án a finales de abril. Pero por el momento el gobierno pasa por alto y bloquea incluso la simbólica paga de 500 afganis (menos de 8 dólares) mensuales a cada miembro del equipo nacional.

Taheri batalla para que su federación recupere al menos las cuatro piscinas municipale­s de Kabul, entre ellas una descubiert­a construida por los soviéticos en los años 70 en lo alto de una colina, actualment­e abandonada.

A la espera de la ayuda gubernamen­tal, la federación lanzó una recolecta de fondos en la página Dreamfuel, especializ­ado en la financiaci­ón de deportista­s de alto nivel.

“Hemos logrado 900 dólares hasta ahora, es un honor ayudar a estos increíbles deportista­s y apoyar este cambio histórico”, afirma la fundadora Emily White. Harían falta al menos 3,000 para impulsar el equipo.

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Foto: afp Reflexione­s. Elena Saboori en la sala de su casa.
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