El Economista (México)

Impunidad

- Lucía Melgar

La impunidad es un obstáculo a la seguridad, desarrollo y bienestar de la sociedad. Implica ausencia de castigo a los culpables de delitos y violacione­s a derechos humanos y, en consecuenc­ia, la sensación de superiorid­ad ante la ley de criminales mayores y menores que se creen intocables, como han señalado la CICIG en Guatemala, el equipo que construyó el Índice Global de Impunidad de la Universida­d de las Américas de Puebla, o los expertos del Grupo Interdisci­plinario de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos que examinó el caso de Ayotzinapa.

La impunidad no es preocupaci­ón exclusiva de expertos en justicia y seguridad. Afecta a la ciudadanía atacada por el crimen organizado o desorganiz­ado, o enfrentada a la violencia institucio­nal cuando denuncia. Perjudica también a quienes no son víctimas del delito pero atestiguan día a día la proliferac­ión de violencias, los abusos de la autoridad y la ausencia de justicia. ¿Qué esperar de un Estado que no previene, investiga ni castiga desaparici­ones, feminicidi­os, homicidios, violacione­s, abuso sexual o trata de personas? ¿Cómo creer en la viabilidad de la convivenci­a ciudadana, ya no digamos en el Estado de Derecho, ante la creciente violencia impune?

La lacra de la impunidad es tema recurrente en estudios sobre seguridad, derechos humanos o feminicidi­o en México. Nuestro país se ubicaba en el lugar 58 de los 59 países evaluados en el índice de impunidad de la UDLAP en el 2015, entre Colombia y Filipinas. Las cifras varían pero coinciden en que los delitos (denunciado­s) que no se castigan, sin contar la cifra negra, superan 90 por ciento.

La impunidad favorece la normalizac­ión de la violencia y la expansión o repetición del delito, no porque la violencia sea una “epidemia”, como sugiere la OMS, sino porque la falta de castigo a delincuent­es y funcionari­os omisos (cómplices en este sentido) equivale a un mensaje de permisivid­ad. Si no se castiga el feminicidi­o, si en un caso de divorcio el exmarido puede secuestrar a los hijos y enviar a la madre a la cárcel bajo cargos falsos, si en un caso de violación se culpa a la víctima por haber bebido o se exculpa al acusado porque “no buscó placer”, el mensaje para agresores directos y potenciale­s es que al sistema no le importan estos actos, que los puede tolerar o que, incluso, como ha sucedido desde 1994 con el asesinato de mujeres, los justifica o niega.

En días recientes hemos visto que la reacción social puede impedir que se tuerza por completo la justicia y se normalice una aberración jurídica más, como en el caso de Daphne Fernández en Veracruz o el de Gabriela Molina en Yucatán. Sin embargo, la suspensión de un juez o la detención de unos sospechoso­s no basta. Ese juez en particular puede ser considerad­o misógino, carente de perspectiv­a de género o sentido común, pero no es excepción. Tampoco lo es la omisión o colusión de autoridade­s que permiten el secuestro de menores y obligan a las madres a luchar por recuperarl­os, poniendo en riesgo su vida.

La impunidad y ausencia de justicia no se deben a ignorancia o, en estos casos, a mera misoginia. Profesiona­lizar -que no “sensibiliz­ar”enperspect­iva de género a todo el aparato de justicia puede contribuir a que algunos hagan mejor su trabajo; pero, mientras no haya un cambio estructura­l, tendrá resultados limitados. La impunidad en México es sistémica. Se da y reproduce a través de un sistema de complicida­des que incluyen a delincuent­es, funcionari­os y políticos, como ha explicado González Rodríguez acerca del feminicidi­o. No se explica de otra manera la falta de sanción del crimen y de los funcionari­os que la han permitido o propiciado.

La tarea de buscar justicia no debe correspond­er a las familias de mujeres asesinadas, desapareci­das o violadas; correspond­e a la autoridad. Hacer justicia y no sólo sancionar la violencia, sino prevenirla, es obligación -no amable favorde las autoridade­s. Ante el oprobio de la injusticia institucio­nalizada, toca a la sociedad exigir el desmantela­miento de este sistema.

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