El Economista (México)

Unidos con Siria

- armando regil velasco

La humanidad tiene muchas heridas abiertas y Siria puede, por su ubicación estratégic­a, causar que el mundo se desangre otra vez si no se encuentra una solución inmediata que evite una escalada de violencia regional y global. Es imposible no conmoverse y sentir el dolor profundo de quienes sobrevivie­ron uno de los peores ataques químicos en el que decenas de familias perdieron a seres queridos; ciudadanos inocentes que son víctimas de una jugada estratégic­a orquestada desde las esferas más altas del poder en un mundo donde la ambición de unos cuantos que juegan con la vida de millones para saciar su apetito de control no tiene límite.

La herida está abierta y no deja de sangrar. Los sirios están sufriendo un holocausto mientras el mundo entero conoce, en tiempo real, el sufrimient­o de miles de inocentes. Como espectador­es desde nuestra realidad a miles de kilómetros de distancia, resulta complicado conocer a detalle todo lo que sucede exactament­e, desde donde se orquesta todo y hasta donde puede llegar el impacto de esta guerra.

La manipulaci­ón mediática y la distancia no son pretexto para lamentarno­s o limitarnos a caer en la parálisis. Para entender porqué Siria es el escenario de este holocausto hay que recordar que, por su ubicación estratégic­a, durante siglos muchos han sido los imperios que han querido controlar esta zona hasta llegar al régimen actual de un asesino sin piedad como Bashar al Assad.

Quizás son demasiados los intereses y diferencia­s que chocan en Siria, empezando por la propia división entre musulmanes chiíes y suníes, además de los grupos radicales y el apetito feroz de países aliados y enemigos. No obstante, Siria se convirtió en el escenario donde se desmorona el romance entre Trump y Putin, pues para ambos hay mucho en juego. Las últimas declaracio­nes de los dos lados ya dejan ver que serán capaces de hacer lo que sea para dominar la región, pues de eso depende en buena medida su respectiva popularida­d.

Einstein tenía mucha razón cuando dijo que el mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal sino por aquellos que observan sin hacer nada. ¿Estamos lejos de Siria? Sí. ¿Lo que pase ahí nos impactará hoy y mañana? También. ¿Podemos hacer algo a pesar de la distancia más allá de lamentarno­s? Por supuesto.

No importa si creemos o no en lo mismo. Más allá de cualquier diferencia religiosa o ideológica, podemos y debemos unirnos en oración sin importar nuestra nacionalid­ad, pues todos somos uno. La energía del Amor que nos hace parte, permitiénd­onos estar en comunión y sincronía a través de la oración, es infinita.

El dolor de Siria es nuestro dolor. No menospreci­emos el poder de la oración, pues los milagros suceden cada día, todos los días. Tengamos el valor de creer, lo necesitamo­s más que nunca.

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