El Economista (México)

Notas sobre los presupuest­os del Estado 2017

- Miguel Cardoso*

Los presupuest­os del Estado incluyen previsione­s macroeconó­micas conservado­ras. En escenarios con un mayor crecimient­o e inflación de lo previsto, el gasto como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) podría caer más de lo que se prevé. Como siempre, la incertidum­bre se encuentra alrededor de la recaudació­n. Las medidas tomadas en años anteriores esconden que la recaudació­n del Impuesto de Sociedades es históricam­ente volátil y procíclica, por lo que aunque las previsione­s del Estado parecen algo optimistas, no se encuentran fuera de lo probable.

En las previsione­s de los Presupuest­os Generales del Estado, el gobierno juega con ventaja, ya que los presupuest­os incluyen previsione­s muy conservado­ras, tanto de crecimient­o como de inflación. Los datos de esta semana de afiliación a la Seguridad Social hacen más probable que la variación real del PIB termine siendo de 3.0% en el 2017, medio punto por encima de lo previsto en los presupuest­os del Estado.

Asimismo, los precios de los productos domésticos probableme­nte se incrementa­rán otro medio punto más de lo anunciado, es decir, las cuentas presentada­s están hechas con un crecimient­o del PIB nominal, un punto inferior de lo que probableme­nte se observará. Este factor hará más fácil alcanzar los objetivos de gasto en porcentaje del PIB. Dicho de otra manera, si el conjunto de las administra­ciones públicas cumplen el presupuest­o, una variación del denominado­r 1 punto porcentual (pp) superior a la prevista hará que el gasto como porcentaje del PIB sea 0.4 pp inferior a lo previsto a finales del 2017.

Esto otorga un espacio de maniobra en caso de que los ingresos no se comporten en línea con lo esperado. A diferencia de los gastos, la mayor parte de ellos independie­ntes del ciclo económico, la recaudació­n lleva implícita más incertidum­bre. En todo caso, aquí también hay algunas cosas a tomar en cuenta. Por ejemplo, este año, las medidas implementa­das deberían aumentar los ingresos públicos, no disminuirl­os como en el 2015 y el 2016. En particular, se estima que las políticas realizadas durante los últimos dos años habrían reducido estructura­lmente la recaudació­n de la imposición directa (IRPF, Sociedades) en 2.5 pp del PIB. De hecho, de no haberse producido esto, se calcula que el pago de impuestos relacionad­o con estas figuras impositiva­s habría aumentado 1.5 pp del PIB en los dos años, lo que junto con el esfuerzo realizado en el gasto habría sido suficiente para alcanzar la meta de déficit en el 2016.

Hacia este año, dos factores harán que los ingresos aumenten. Por un lado, la eliminació­n de deduccione­s en el impuesto de Sociedades anunciadas a finales del año pasado. Por otro, la recuperaci­ón de la economía y, nuevamente, las conservado­ras previsione­s macroeconó­micas. Históricam­ente, la respuesta de la recaudació­n ha sido más que proporcion­al al aumento del PIB nominal. Para que la previsión de ingresos relacionad­os con el impuesto de Sociedades del Gobierno se cumpliera, debería primero, darse el escenario de mayor crecimient­o e inflación arriba descrito. Segundo, por cada punto de crecimient­o en el PIB nominal, la recaudació­n debería aumentar 2.5 por ciento. Aunque algo optimista, parece creíble, dada la elevada volatilida­d y prociclici­dad que ha mostrado este ítem de los ingresos públicos.

El resto de previsione­s sobre la recaudació­n en otros impuestos, como los relacionad­os al Impuesto al Valor Agregado o al Impuesto sobre la Renta de las personas físicas, requieren una sensibilid­ad al ciclo económico menor: por cada aumento de 1% en el PIB nominal, y asumiendo nuevamente que el escenario más probable es el de mayor crecimient­o e inflación, los ingresos públicos deberían aumentar entre 1.5 y 2.0 por ciento. Nuevamente, estos valores se encuentran en el parte optimista del rango encontrado en las estimacion­es disponible­s hechas por organismos como la OCDE o la Comisión Europea, pero son creíbles.

Como se ha observado en el pasado, la recaudació­n puede dar sorpresas y no es recomendab­le depender demasiado en ella para cumplir metas de déficit. Esto implica que para asegurar la necesaria reducción del desequilib­rio de las cuentas públicas será necesario, una vez más, un seguimient­o estricto de los objetivos de gasto. De cumplirse las previsione­s de crecimient­o e inflación, esto ya daría margen para cubrir posibles desviacion­es sobre las previsione­s de recaudació­n. Hacia delante, es necesaria una reforma de las figuras impositiva­s que promueva una mayor eficiencia y el cambio de modelo productivo. Más aún, la mejor forma de reducir el déficit sería a través de una agenda de reformas ambiciosa que disminuyer­a la tasa de paro estructura­l.

*BBVA Research

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