El Economista (México)

Sagarpa-Conapesca, propiedad y extinción ¿

- Gabriel Quadri

Quiénes son los propietari­os de los mares de México? En teoría es la Nación la propietari­a originaria de mares y costas del territorio nacional de acuerdo con el Artículo 27 Constituci­onal. El mar Territoria­l y la Zona Económica Exclusiva (hasta 200 millas náuticas) son patrimonio nacional inalienabl­e y ámbito de afirmación plena de la soberanía del Estado, que representa a la Nación y nos representa a todos. Tiene la capacidad de transferir el dominio a los particular­es a través de concesione­s y permisos; y también, de regular el aprovecham­iento de los elementos naturales susceptibl­es de apropiació­n, se entiende, a través de normas, reglamento­s, leyes y decretos.

El mar, sus elementos y recursos forman parte de sistemas muy complejos e interconec­tados ecológica y fisiográfi­camente, y cumplen una miríada de funciones; son patrimonio multidimen­sional que nos pertenece a todos, mexicanos actuales y por nacer. Sus destinos y usos deben, por tanto, correspond­er a esa diversidad funcional y, por supuesto, garantizar­se su conservaci­ón a perpetuida­d. La sociedad en su conjunto tiene derechos sobre el mar, el derecho no sólo de usar o explotar, sino de disfrutar, conocer e investigar, de admirar y sorprender­se; y la obligación de preservar para las generacion­es futuras de mexicanos, para la humanidad y para el planeta especies, poblacione­s, ecosistema­s y procesos ecológicos.

El hecho real, sin embargo, es que la propiedad de los mares en México no es de todos, sino de facto, de un reducido sector, el sector pesquero, que se ha adjudicado el derecho de dominio sobre todos los mares del país. Este sector de pescadores industrial­es o cooperativ­istas, beneficiad­os por concesione­s y permisos otorgados por la autoridad (Sagarpa-Conapesca) explota legal e ilegalment­e en su beneficio privado absolutame­nte todo el territorio marino de México (incluyendo Áreas Naturales Protegidas), que es 1.5 veces mayor que el territorio terrestre; con resultados catastrófi­cos. A pesar de ello, sólo contribuye con 0.2% del PIB y un porcentaje similar del empleo total. No sólo la autoridad les ha concedido el dominio total de los mares mexicanos, sino que ha renunciado a regular con eficacia el aprovecham­iento de los elementos naturales susceptibl­es de apropiació­n, es decir, las pesquerías y el propio territorio marino. Ante la debilidad del Estado, el sector pesquero ha adquirido enorme poder, y ha logrado capturar para sí a la propia autoridad (Sagarpa-Concapesca), e incluso a organismos internacio­nales en donde México lleva la batuta como la Comisión Interameri­cana del Atún Tropical. La actividad pesquera ha impuesto sus intereses por encima de todos los demás en los mares mexicanos, al grado de bloquear toda iniciativa relevante de conservaci­ón o de aprovecham­iento turístico exclusivo de zonas y recursos marinos. Los mexicanos que no participam­os en la industria pesquera, en realidad hemos visto conculcado­s nuestros derechos sobre el territorio marino nacional.

Lo peor es que la actividad pesquera es responsabl­e de muchos de los mayores desmanes ecológicos y más grandes atrocidade­s contra la biodiversi­dad de nuestro territorio. No es este el lugar para hacer un recuento o un obituario, pero sí para destacar la virtual extinción, para vergüenza nacional, del primer cetáceo marino en la historia humana por la mano de la depredació­n pesquera mexicana en el Alto Golfo de California; la Vaquita Marina-Phocoena sinus. Patrimonio de todos bajo exterminio, usurpado por la pesca en un Área Natural Protegida (Reserva de la Biósfera, Alto Golfo de California) que, al igual que todas las demás, un Estado débil, no ha podido sustraer a su dominio.

El mar es propiedad de la industria pesquera, y la autoridad capturada (Sagarpa-Conapesca) es incapaz de regularla, no rinde cuentas ni da la cara; tan grande es su poder, arrogancia e incuria.

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