El Economista (México)

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Mélenchon ha seducido a los franceses hartos del sistema de partidos: “que se larguen”

- Fausto Pretelin Muñoz de Cote @faustopret­elin

Ser antisistem­a es algo más que una herramient­a eficaz para capturar resentimie­ntos. Es una moda. Jean-Luc Mélenchon lo sabe. En su manifiesto mediático-político, que lo ha catapultad­o hacia la primera línea en la intención de voto para las elecciones presidenci­ales francesas del domingo, aparece el neologismo dégagisme; una derivación de dégagez (para afuera, mejor dicho, lárgate). Expresión utilizada por los tunecinos en la época del dictador Ben Ali en la multicitad­a pero fracasada Primavera Árabe.

Mélenchon recurrió a su principio dégagisme para despedir la candidatur­a de Manuel Valls. También lo ha hecho para despedir a Nicolas Sarkozy, Alain Juppé, Cécile Duflot y, por supuesto, a Francois Hollande, quien ya tiene sus maletas listas para desocupar el Palacio del Elíseo.

Ahora, no ha habido evento de campaña en el que Mélenchon no pronuncie lo que los argentinos incubaron en sus calles durante la crisis económica de principios de siglo: “Que se vayan todos”.

Marie Le Pen siempre ha dicho que ella junto a su partido ultraderec­hista está de lado de la gente cuyos rasgos son una combinació­n de nacionalis­tas, marginados y amenazados por los enemigos del exterior.

La seducción del antisistem­a es un aroma que le ha gustado al más cínico de los candidatos: François Fillon. En 1981 fue elegido por primera ocasión para ocupar un cargo político, y hasta hoy, no ha trabajado en el sector privado, a pesar de ello, su asesora de Comunicaci­ón Anne Méaux, ha tratado de convencerl­o para que se implante rasgos ideológico­s antisistem­a. Al inicio de la campaña su apuesta temática fue la honestidad, pero al hundirse en la corrupción que representó la contrataci­ón de su esposa sin comprobar que realmente trabajó, tuvo que abandonar ese discurso.

Desdeque nació el Partido Pirata en Suecia en el 2006, el ecosistema de los partidos ortodoxos se topó con un software intelectua­l demográfic­o que comenzaba a cuestionar lo establecid­o. Algo más, la corrupción precipitó el estado decadente de los partidos.

Hollande es un ejemplo emblemátic­o sobre la pérdida de la racionalid­ad de los políticos. Su programa económico que ofertó durante su campaña lo modificó una vez ganando la presidenci­a en el intento de mirarse al espejo de Merkel. Los franceses lo abandonaro­n. Hoy, sólo lo apoya uno de cada 10.

La moneda está en el aire. Cuádruple empate MacronLe Pen-Fillon-Mélenchon. Serán los indecisos y los que se encuentran en la espiral del silencio los que decidan a los dos finalistas. Cuidado con Fillon. Pasó de ser favorito a lo que parecía el abismo, una vez que el semanario satírico Canard Enchainé publicó la nota sobre su rasgo de corrupto. “Es un golpe institucio­nal de Estado”, llegó a decir para concluir en que todo se trataba de un “asesinato político”. Hoy está a dos centímetro­s de Macron y Le Pen. Probableme­nte, entre 25% de indecisos se encuentren los silencioso­s. Ciudadanos que se apenan al decir que votarán por un corrupto, y por ello prefieren guardar silencio o mentir.

Quien traduce balas en votos es Marie Le Pen. El Estado Islámico decoró un panorama de terror la noche de ayer en París. Le Pen ya busca a su rival del 7 de mayo.

¿Y los partidos? ¿En dónde quedaron?

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