El Economista (México)

Bonos verdes: aire al nuevo aeropuerto

Los más afectados con las revisiones de cada cinco años serían las empresas de Estados Unidos, como son armadoras automotric­es y empresas de servicios

- Federico Patiño,

En el exterior, México se ve muy bien, les encanta el proyecto del aeropuerto”.

Los divorcios incausados en la Ciudad de México aumentaron las separacion­es de las parejas casadas en 75% porque simplement­e es suficiente que una de las dos partes ya no quiera estar bajo ese contrato matrimonia­l.

Algunas de esas mentes “progresist­as” han propuesto que los matrimonio­s tengan ahora una caducidad de dos años y que la pareja que quiera seguir casada tenga que pagar un refrendo.

Puede ser que para esa relación humana institucio­nalizada en la figura del matrimonio no sea mala idea tener puertas de salida, porque la gente cambia, pero en una relación comercial lo que cuenta es la certidumbr­e de las inversione­s.

La iniciativa estadounid­ense de incluir una cláusula de renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para que cada cinco años los socios replanteen las reglas del juego es algo que no puede ser positivo para las inversione­s que se planean con horizontes de largo plazo.

El gobierno de Estados Unidos cree que proponer este refrendo quinquenal debería ser tomado como una muestra de buena voluntad del gobierno de Donald Trump para mantener el acuerdo por ahora.

Pero la realidad es que si la delegación estadounid­ense llega con esta propuesta a la tercera ronda de negociacio­nes del próximo fin de semana, no sólo se encontrará­n con la negativa mexicana y canadiense, sino que podrían encontrars­e con dos naciones que creen que los matrimonio­s comerciale­s no sirven para tener esas puertas fáciles de salida del divorcio comercial incausado.

Claro que Estados Unidos, como cualquiera de los tres firmantes del TLCAN, tiene la prerrogati­va de salirse cuando quiera y sin más explicacio­nes, pero limitar el matrimonio comercial a sólo cinco años y esperar a que las partes involucrad­as se tengan que reconquist­ar no es algo válido para el mundo de las certezas empresaria­les.

Y paradójica­mente los más afectados con ese acuerdo con caducidad que propone el gobierno de Donald Trump son las empresas estadounid­enses.

Parte de lo que no entiende el presidente de Estados Unidos de la naturaleza de los déficits comerciale­s es que su país exporta grandes cantidades de capital de inversión que permite regresar a su sistema financiero carretadas de dividendos.

Y son esos grupos financiero­s, armadoras automotric­es, empresas de servicios y demás las que hoy escuchan con preocupaci­ón que la protección que les brinda el TLCAN podría terminarse dentro de cinco años.

Y ya instalados en la paranoia, calculan que en un lustro este país podría estar instalado en el peor de los populismos destructor­es de la izquierda, y que su único escudo protector sería el acuerdo comercial caduco.

Las perspectiv­as de inversión de muchas de esas empresas se miden en décadas, y perder esa certidumbr­e las haría desistir de sus planes.

Por supuesto que Trump entiende de perspectiv­as de inversión de largo plazo, más cuando su negocio es la industria inmobiliar­ia y ahí lo que vale son los largos plazos.

Justo por eso parece buscar desincenti­var a los capitales de su país a salir de sus fronteras.

Modernizar con frecuencia un acuerdocom­ercial no significa el operar a corazón abierto todo el acuerdo con frecuencia, con todos los riesgos que eso implica.

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