Buen momento para la unidad y convergencia
La solidaridad de los mexicanos vuelve a salir a flote en un momento difícil, aunque ahora nos mostramos más organizados. Las generaciones de la actual etapa moderna nos ha tocado vivir por segunda ocasión un terremoto de gran impacto. Ayer revivimos en muchos sentidos el movimiento telúrico de 1985, pero ahora lo sentimos con más intensidad, y ahora lo sentimos más fuerte por muchas razones.
Primero, porque el epicentro estuvo más cerca y fue como un sangoloteo, fue como un chicotazo bajo nuestros pies que nos impedía mantenernos en pie. Fue de mayor agresividad porque afectó con víctimas fatales en la Ciudad de México, Morelos y Puebla, hasta donde ahora sabemos.
Pero también lo vivimos más intenso porque 10 días antes habíamos sentido que la tierra se nos movía con fuerza y los efectos fueron desastrosos para los habitantes de Oaxaca y Chiapas donde hay grandes carencias. Las autoridades federales aún no terminaban de hacer recuento de daños en esas entidades para ver cómo reconstruir, y les llegó la orden de que todos se volquen a ayudar ahora al centro del país. Se tiene que ir planeandootra reconstrucción por acá.
Se suma además el hecho de que este sismo fue —impactante coincidencia— un 19 de septiembre, el mismo día que hace 32 años. Justo unas horas antes los capitalinos acabábamos de realizar el tradicional simulacro que se organiza cada 19 de septiembre. Y pasada la una de la tarde estábamos reviviendo el terremoto pero en los hechos y en carne viva. En varias de las colonias afectadas en 1985, ayer volvieron a presentarse daños terribles. Los edificios colapsados en la colonia Del Valle y la colonia Roma, donde quedó atrapada gente con vida, reflejan prácticamente las mismas imágenes.
Pero hoy estamos viviendo también afortunadas diferencias. Y una muy importante es la respuesta de las instituciones. Protección Civil, Gobernación, el Ejército, la Comisión Federal de Electricidad, todos reportando los efectos y daños en las distintas zonas.
Los militares se pusieron a coordinar muy ágilmente en los edificios donde se detectó gente enterrada con vida, y aunque llegaron miles a querer ayudar a donde había edificios caídos —policías, bomberos, rescatistas, boyscouts y gente voluntaria—, la gente entendía que había que respetar a quien coordinaba. Igualmente la gente llegaba ya con lo que se sabe necesario: picos, palas, martillos, lámparas, pilas, agua y comida para los rescatistas.
Y una notoria diferencia se hace ver en particular de las instituciones médicas del sector público y privado. Tanto el IMSS, de Mikel Arriola, como el ISSTE, de José Reyes Baeza, anunciaron que abrieron sus puertas a todos para recibir gente herida sin importar su derechohabiencia. Se entiende que los hospitales estatales de los estados afectados también hicieron lo mismo. Fue la orden. Hospitales privados como el ABC que anunció que atendía gratuitamente a todos los pacientes que llegaran. Las donaciones de sangre se están recibiendo en todas las instituciones de salud pública. Si este año no hemos donado, es el momento.
Diferentes posturas, creencias, ideologías o convicciones quedan al margen y en segundo plano en una situación como la que estamos viviendo.
Simplemente se trata de tener disposición para ponerse de acuerdo y trabajar en unidad y coordinados todos juntos. La colaboración institucional del sistema público de salud en un momento difícil como éste refleja que una convergencia interinstitucional es posible si simplemente hay determinación por lograrlo. La experiencia que estamos pasando nos obliga a un ajuste estructural en muchos ámbitos, pero en el de la salud ya es vital desde hace rato, ahora con todo lo sucedido y el periodo de reconstrucción que vendrá, con los costos que ello implica, se verá con mayor claridad la necesidad de ser eficientes en el presupuesto, y un renglón de suma urgencia es el del gasto en salud.