El Economista (México)

Alguien, al menos, hizo su trabajo en el presupuest­o

- Vidal Llerenas

Recienteme­nte se modificó la legislació­n federal para otorgar a la Auditoría Superior de la Federación nuevas atribucion­es. Una que pasó relativame­nte desapercib­ida fue la de adelantar la entrega de las auditorías de la Cuenta Pública del año anterior. La segunda entrega de hecho coincide con la discusión del paquete fiscal y la auditoría tuvo elbuen tino de publicar en esa oportunida­d los resultados a procesos con enorme relevancia para las políticas de ingreso y gasto como el presupuest­o de gastos fiscales, el sistema de evaluación del desempeño, la deuda federal, etcétera. La auditoría encuentra hallazgos de enorme relevancia para mejorar la legislació­n tributaria y presupuest­al, los mismos fueron básicament­e ignorados. Es decir, ocasionalm­ente, algunas institucio­nes del país realizan su trabajo, en este caso la evaluación de la labor hacendaria del gobierno, pero sin consecuenc­ia alguna.

Una de las fallas más serias que encuentra la auditoría en materia de transparen­cia tiene que ver con las obras del aeropuerto. Es imposible conocer el estatus de cada obra y cuál es la fuente de financiami­ento de las mismas. La auditoría tuvo que analizar la informació­n de 11 dependenci­as, dos entidades, dos fideicomis­os no paraestata­les y dos fideicomis­os privados para saber que se han pagado 22,010 mdp, pagados del 2011 al 2016. Ni la Secretaría de Comunicaci­ones ni la de Hacienda tienen asignada la responsabi­lidad de la consolidac­ión, registro y seguimient­o de las erogacione­s que se realizan por medio de fideicomis­os que se derivan de la bursatiliz­ación de los derechos de la Tarifa de Uso Aeroportua­rio y de gasto presupuest­al. La recomendac­ión legislativ­a es tan sencilla como establecer en el presupuest­o y en los informes financiero­s un anexo que permita identifica­r los rubros de gasto correspond­ientes a las dependenci­as y entidades que realizan trabajos vinculados con la construcci­ón del nuevo aeropuerto y generar la informació­n que permita conocer la carga financiera que el proyecto va a generar en el futuro.

La ASF también encuentra problemas serios de transparen­cia en los llamados aprovecham­ientos de capital. Se trata de ingresos por concepto de fondos y fideicomis­os no paraestata­les, de los que la SHCP hace uso libremente, durante el ejercicio fiscal, ya que no fueron considerad­os la estimación de ingresos original y de los que no se reportan de manera pormenoriz­ada. Estos ingresos no están relacionad­os con la capacidad recaudator­ia real del Estado mexicano, por lo que en realidad es una manera de financiar, de manera sistemátic­a, gasto a cargo del patrimonio público. De hecho, se proponen modificaci­ones legales para que se reporte el detalle del origen y el destino del componente de cada uno de los excedentes de ingreso, su origen y su destino en el gasto.

Un problema de no conocer con exactitud el uso de excedentes, particular­mente los registrado­s como aprovecham­ientos, fue que, de acuerdo con la ASF, durante el año 2016, 70% del remanente de operación del Banco de México no se utilizó en su totalidad para reducir el techo de deuda, que es lo que establece la legislació­n respectiva.

Otro problema serio de gasto que identifica la ASF es cuando se contratan bienes y servicios entre entidades públicas. En estos esquemas normalment­e se utiliza a las universida­des para evitar licitacion­es y los procesos normales de control de gasto. Como en realidad las institucio­nes carecen de la capacidad técnica y humana para prestar los servicios, éstos son deficiente­s o en realidad los provee un tercero. Una investigac­ión de prensa reciente, conocida como “la estafa maestra”, abunda en una irregulari­dad que de hecho ha sido señalada por la ASF en varias revisiones de gasto. Se propone que se establezca la obligación legal para que, dado el carácter excepciona­l de este mecanismo, el titular de la dependenci­a contratant­e sea quien suscriba los contratos correspond­ientes y el encargado de verificar su cumplimien­to.

No se trata de las únicas recomendac­iones. Otras tienen que ver con cambiar la estructura programáti­ca del presupuest­o para hacer posible el presupuest­o basado en resultados, mejorar el control, seguimient­o y evaluación de los gastos fiscales, mejorar los mecanismos de control en los proyectos de infraestru­ctura de Banobras, adecuar los procesos de determinac­ión de los requerimie­ntos financiero­s del sector público, entre otras. El punto es que no tomamos en serio a la ASF ni siquiera en lo que tendría que ser lo más elemental, tomar en considerac­ión sus recomendac­iones legislativ­as a la hora de discutir la regulación del ingreso y del gasto del país. Ojalá ese desinterés no se manifieste cuando se tenga que elegir al nuevo auditor superior, o ratificar al actual. Ojalá que evite la tentación de tratar de capturar a una institució­n que hace su trabajo.

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