El Economista (México)

2018: elección quirúrgica

La elección puede polarizars­e de dos maneras: como un referéndum AMLO o no AMLO, y la segunda es que se defina como una elección entre PRI o no PRI.

- diego petersen farah

No pocos mexicanos, incluso analistas políticos, creen que el PRI no tiene nada que hacer en las próximas elecciones. Y es que los datos, yo usaré los de la encuesta GEA-ISA de septiembre, vistos así en frío parecerían, para usar lenguaje priista, claros, contundent­es e inobjetabl­es. A saber: el PRI es el partido con más antipatía (42%); el que tiene el voto duro en contra más fuerte (46%), con una identidad en caída (perdió 4 puntos entre los mexicanos que se identifica­n con el partido, al pasar de 21 a 17% en dos años), y es el partido con el peor balance entre opiniones positivas y negativas (-33 por ciento). Si a eso le sumamos al presidente de la República peor evaluado de los últimos años, con una desaprobac­ión de 78% y una credibilid­ad de apenas 4%, la conclusión inmediata sería: apaga y vámonos; el último cierra la puerta y paga la cuenta. ¿Puede entonces el PRI pensar en ganar la elección para la Presidenci­a de la República el próximo año? Sí. A pesar de los números, sí, y para ello están trabajando.

La elección del 2018 puede polarizars­e de dos maneras: la primera es que se plantee como un referéndum AMLO o no AMLO, y la segunda es que se defina como una elección entre PRI o no PRI. En el primer escenario, que ya hemos comentado antes, lo que pasará entre marzo y abril es que se definirá quién será el retador de Andrés Manuel: el candidato del Frente Ciudadano o el candidato del PRI. La disputa es quién de los dos representa­rá el voto útil contra Andrés Manuel. Será una elección muy parecida a la del 2006. De ahí el golpeteo, que raya ya en lo burdo, al más probable candidato del Frente, Ricardo Anaya.

Si la elección es PRI o no PRI, la elección será muy parecida a la del Estado de México. Esto es, la apuesta del partido en el poder no será a buscar un candidato que le dé puntos, pues en realidad ninguno le aporta nada. Con una marca tan golpeada y un techo electoral tan definido, el trabajo estará en el manejo de la elección, vulgo, dividir el voto opositor tanto como sea posible para que con 28 o 30% se pueda ganar. Ahí se inscriben y se actualizan las candidatur­as de Margarita Zavala o el Bronco, independie­ntemente de las buenas o perversas intencione­s de cada uno de ellos. Golpear, merecidame­nte, al PT, el único aliado de Andrés Manuel en este proceso es parte de la misma estrategia. La del 2018 será una elección quirúrgica, donde cada punto vale mucho y cuesta más.

Un presidente electo con 30% de los votos augura una catástrofe en la gobernabil­idad del país. Sí, por supuesto, pero cuando se trata de ganar una elección y llegar al poder, créame que nadie, pero nadie, piensa en eso. Ése será un problema que resolver a partir de julio.

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