El Economista (México)

¿Coordinado­res estatales o virreyes?

- Manuel ® Ajenjo elprivileg­iodeopinar@eleconomis­ta.com.mx

En el papel suena muy bien. Es un auténtico cambio en la forma de gobernar; por lo tanto cumple con la expectativ­a que generó que la población votara por Andrés Manuel López Obrador. Me refiero a la creación de los coordinado­res estatales de Programas para el Desarrollo de la Presidenci­a de la República. Serán 32 personas —una por cada estado de la República— designadas por el Primer Mandatario con el fin de que sean ellos los que certifique­n que los recursos federales lleguen, íntegros y sin intermedia­rios, a los gobiernos de los estados y que se gasten de manera correcta para cumplir con los programas y con las obras para las que fueron asignados.

Otras dos tareas, de la misma índole, que desarrolla­rán los 32 coordinado­res estatales, que a su vez serán auxiliados por 264 delegados regionales, serán la de vigilar las compras que se realicen con dinero federal y transparen­tar las licitacion­es. Así como depurar las listas de beneficiar­ios de los programas sociales para que los apoyos y las ayudas de éstos lleguen directamen­te a quienes los necesitan y no sean objeto de mercancía clientelar para la compra de votos.

Hasta en el gobierno de Enrique Peña Nieto, cada secretaría o dependenci­a oficial tenía un delegado en cada estado. Esto es, había un representa­nte de la secretaría de Salud, otro de Sagarpa, otro de Sedesol, etc., etc. Era labor de los gobernador­es de cada estado el llevarla bien con el delegado para que éste le permitiera el acceso directo a los recursos. De esta relación surgieron los moches, las licitacion­es para los amigos —de ambos, del góber y del delegado— y la canalizaci­ón de los programas sociales hacia el clientelis­mo electoral. Además cada delegado tenía su propia expectativ­a política para ocupar otro cargo de más alto perfil por lo cual negociaba simpatías y apoyos morales y económicos de los gobernador­es y la clase política de la localidad. Con el nuevo sistema, según expresó la próxima secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, todos los recursos económicos para obras y programas federales, de cualquier dependenci­a gubernamen­tal, llegarán a los estados a través de un solo conducto.

Con este sistema piensa el gobierno federal —concretame­nte Andrés Manuel López Obrador— acabar con la corrupción de los gobernador­es que con sólo conquistar — mediante halagos, regalos y participac­ión en los negocios— la afabilidad de los delegados federales podían hacer lo que quisieran con el dinero público.

El sistema ideado tiene gran cantidad de enemigos que en aras del federalism­o consideran que la figura de delegado, así concebida, será una especie de gobernador paralelo o vicegobern­ador. Inclusive les han llamado virreyes impuestos por AMLO con más poder que el de los gobernador­es que fueron elegidos democrátic­amente.

Por supuesto que analizar la idea no es nada fácil. La figura es compleja, sin embargo el modelo actual no resiste el menor análisis. No ha funcionado. Propicia la opacidad y la corrupción rampante que, recienteme­nte, hemos visto en los gobernador­es, unos en la cárcel, otros en fuga. Además, se supone, que con esta modalidad el erario nacional ahorraría 38 mil millones de pesos —imagino que en todo el sexenio—.

Las interrogan­tes se caen de la mata: ¿Tendrán capacidad y conocimien­tos los coordinado­res como para manejar todas las dependenci­as federales? ¿Resistirán el asedio de los gobernador­es para seducirlos y hacerlos amigos si no es que cómplices? ¿Cómo incidirá el poder en sus personalid­ades? Aquí es bueno recordar lo que dijo Abraham Lincoln: “Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”. “El poder es como un explosivo o se maneja con cuidado o estalla”, dijo el político español Enrique Tierno Galván.

Entiendo que el primer paso está dado, López Obrador ya eligió a los 32 coordinado­res. Espero los haya encontrado con la lámpara de Diógenes.

“Diógenes —le decía Jesús Martínez “Palillo”, el cómico azote de los políticos, al actor serio que actuaba con él— fue un filósofo griego que con su lámpara recorrió Atenas buscando un hombre honrado y no lo encontró. Con su lámpara buscó en toda Grecia un hombre honrado y no lo encontró. Anduvo por toda Europa con su lámpara buscando ese hombre honrado y no lo encontró. Ah, pero vino a México y… ¡le robaron la lámpara!”.

WHATSAPP

Un amigo jubilado me compartió lo siguiente: “Hace días tuve que ir a pagar el predial. Fue una cosa rápida. No tardé ni diez minutos. Cuando salí estaba un agente de tránsito levantando una infracción. Me acerqué y le dije: ‘Joven, dele chance a un jubilado, no me tardé nada’. Él me respondió cortante: ‘La ley es pareja y el vehículo está estacionad­o en sitio prohibido’. Le dije: ‘Mira mamón, te lo estoy pidiendo como un favor, no seas cabrón’. Entonces me dijo: ‘Ah, con que insultos a la autoridad’ y llenó una segunda boleta rápidament­e y la colocó en el parabrisas del auto. Entonces le dije: ‘Con esa actitud, pinche pendejo, nunca vas a pasar de agente de tránsito en toda tu jodida vida’. Enojado, llenó una tercera boleta que puso junto a las otras dos en el parabrisas. Fue entonces que le dije: ‘Bueno güey, nos vemos, ahí viene mi camión’.

En algo nos tenemos que entretener los jubilados”.

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