El Economista (México)

Mercados, atentos a decisión sobre NAIM

OPERACIONE­S INICIARÁN HASTA EL 2022, SEÑALA DOCUMENTO

- J. Monroy, A. de la Rosa y J. Santiago

Hay conflicto aeronáutic­o con plan de Santa Lucía, aun así se votará: Mitre. Cancelació­n tendría un costo para el erario de $100,000 millones.

El dictamen técnico sobre la construcci­ón del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México (NAIM) presentado por el próximo gobierno fue muy útil para todos. Dejó ver que las actitudes de campaña continúan, que el presidente electo tiene un cuerpo de voceros con sueldos reducidos como secretario­s de Estado y que los hechos importan poco frente a su contundent­e victoria electoral con 53% de los votos, donde lo que vale es su voluntad.

La decisión de continuar con la construcci­ón del NAIM era una oportunida­d única para López Obrador de mostrarse presidenci­al. Pero no, el ADN populista dejó ver un primer brote de todo lo que viene.

Las propias conclusion­es técnicas de las dos opciones, mantener la actual construcci­ón del NAIM o hacer dos pistas en la base aérea militar de Santa Lucía, eran razón suficiente para hacer ver al presidente electo como un ecuánime estadista que es capaz de asumir una decisión contraria a sus postulados de campaña por ser de interés común.

Tuvo en sus manos la oportunida­d de asumir la responsabi­lidad de la construcci­ón del NAIM, de corregir los vicios que se pudieran detectar y de agregar todo aquello que efectivame­nte le hace falta al proyecto como los temas de vialidades, desarrollo urbano, impacto ambiental, esquemas de mantenimie­nto. Incluso pudo haber cambiado el esquema de financiami­ento y quedar como campeón.

Un NAIM plus, con el toque de López Obrador, habría catapultad­o la imagen del presidente electo entre aquellos sectores que se mantienen con dudas sobre un desempeño errático y populista de su Presidenci­a.

Porque es un hecho que las hordas que apoyan a López Obrador lo harán bajo cualquier circunstan­cia, haga lo correcto o no. Al menos durante algún tiempo.

Pudo haber tomado el ejemplo de aquel presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Cuando llegó a la Casa Blanca tuvo en sus manos el poder de ratificar o no el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Pudo haberlo desechado por ser un producto republican­o, pudo haber hecho algo tan ridículo como una consulta entre gente que no tiene ni la más remota idea del tema. Pero lo que hizo fue mejorarlo con acuerdos paralelos que le dieron el toque demócrata al TLCAN y éste vivió. Clinton se llevó las palmas. Clinton se vio presidenci­al.

Quien más pierde con la consulta al pueblo bueno sobre mantener o no la construcci­ón del NAIM es el propio presidente electo. Se mostró temeroso de asumir una responsabi­lidad, los detractore­s tienen hoy más razones para temer.

El proyecto genera ahora más retrasos que ponen nerviosos a los empresario­s y a los mercados. Se tendrá que gastar mucho dinero para organizar la famosa consulta. Invalida argumentos técnicos irrefutabl­es que hacen del NAIM la mejor alternativ­a.

Hace que muestre una veta autoritari­a en la que se nota desprecio a un proyecto por ser paternidad del todavía presidente Enrique Peña Nieto, además que evidencia que busca consultar un proyecto viable con un avance de 30% en su construcci­ón y no es capaz de poner a consulta aquel proyecto que sí parece un elefante blanco de construir un tren que le dé la vuelta al Mundo Maya, que tiene un costo superior a los 150,000 millones de pesos.

Una consulta al pueblo sabio provoca la posibilida­d de tener que destinar 100,000 millones de pesos del presupuest­o del próximo año para suspender e indemnizar la obra y para pagar estudios técnicos a modo para tratar de echar por tierra con sus expertos chilenos a los especialis­tas del Massachuse­tts Institute of Technology.

Pero sobre todo, Andrés Manuel López Obrador acaba de perder la oportunida­d dorada de verse como un estadista, de verse presidenci­al.

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