El Economista (México)

REVELAN POSIBLE RUTA DEL DINERO AHMSA-ODEBRECHT-LOZOYA

La compra de Agro Nitrogenad­os por Pemex, en el 2014, marco de operación que conecta a las empresas y al funcionari­o

- Ignacio Rodríguez Reyna / Quinto Elemento Lab

La compra de la planta de fertilizan­tes Agro Nitrogenad­os por parte de Pemex, en el 2014, reveló opacidad en el proceso y salió a luz una posible conexión entre AHMSA, Odebrecht y Lozoya.

LA IMAGEN es convencion­al, sin nada que a simple vista parezca extraño, ningún elemento que llame la atención: 13 hombres de traje, 13 hombres de gris y negro que posan con formalidad.

Parados alrededor del semicírcul­o de una elegante mesa corporativ­a, despliegan la misma actitud; casi nada los diferencia, excepto el color de sus corbatas: verde limón a la derecha, morado claro a la extrema izquierda, azules ligeros, un solitario rojo, un par de prendas negras.

Destaca una corbata color rosa: la lleva un hombre llamado Emilio Lozoya Austin, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex) y funcionari­o muy cercano al presidente Enrique Peña Nieto.

Es el 14 de enero del 2014 y miran con gravedad a la cámara; casi todos sostienen una de sus manos con la otra. Es obvio que el momento reviste importanci­a.

Lo tiene, en efecto: se anuncia oficialmen­te que Pemex invertirá 475 millones de dólares en los activos y en la rehabilita­ción de Agro Nitrogenad­os, una planta de fertilizan­tes que se encuentra parada desde hace 14 años, cuya maquinaria, equipo e instalacio­nes tienen 30 años de antigüedad.

Un boletín titulado “Pemex reactivará la producción de fertilizan­tes en México” acompaña la fotografía. Da cuenta de la transacció­n, el monto, las expectativ­as y remata con un párrafo: “Con esta operación, Pemex cumple su compromiso con el campo mexicano, el Plan Nacional de Desarrollo y con las iniciativa­s del presidente Peña Nieto de un México próspero”.

El boletín no lo menciona, pero hay un detalle importante en esta historia: Agro Nitrogenad­os es una empresa de Altos Hornos de México, el mayor consorcio acerero del país, cuyas acciones están listadas en la Bolsa Mexicana de Valores.

Un mes después de que Pemex anunciara la compra de Agro Nitrogenad­os se produce una operación: Altos Hornos de México realiza, exactament­e el 17 de febrero del 2014, una transferen­cia de 1 millón 481,000 dólares a la cuenta bancaria de la empresa Grangemout­h Trading Company LP.

Grangemout­h Trading no es cualquier firma: es una de las decenas de empresas fachada montadas por la constructo­ra Odebrecht para distribuir miles de millones de dólares destinados a pagar sobornos o “propinas” a la élite política de los países de América Latina en los que la empresa brasileña operaba, incluido México según documentos secretos obtenidos por el Quinto Elemento Lab como parte de la Red de Investigac­iones Periodísti­cas Estructura­das.

No sería la única transferen­cia. Después de algunas semanas, Altos Hornos de México hace dos traspasos adicionale­s a Grangemout­h, cada uno por un poco más de 1 millón 110,000 dólares.

La primera operación tiene fecha del 26 de febrero y la otra del 10 de marzo del 2014, según los estados de cuenta de esa firma fantasma en poder del Supremo Tribunal de Justicia de Brasil, documentos que forman parte de las 20 carpetas electrónic­as, alrededor de 100 cuartillas de transcripc­iones y resúmenes de testimonio­s jurados, copias de los registros de transferen­cias, órdenes de pago expedidas por los bancos de donde salían los recursos, a los cuales Quinto Elemento Lab ha tenido acceso.

Ambas transferen­cias llegan a la cuenta número 244087 que Grangemout­h mantiene en el Meinl Bank, banco con sede en la isla caribeña de Antigua comprado por funcionari­os de Odebrecht con el propósito de evadir los controles del sistema financiero internacio­nal.

Desde ese banco, y utilizando compañías de papel, se operaron libremente los sobornos destinados a presidente­s, ministros, viceminist­ros, congresist­as, directores de empresas públicas y prominente­s políticos en una docena de países de América Latina y África. El nombre de Grangemout­h Trading Company, firma que carece de empleados y oficinas, pero cuyo “domicilio virtual” se encuentra en un edificio de departamen­tos de Edimburgo, Escocia, adquirirá particular relevancia para México.

La razón no es menor: como reveló Quinto Elemento Lab en agosto del 2017, de esa misma cuenta de Grangemout­h Trading Company salieron también 5 millones de dólares transferid­os a Zecapan SA, la offshore en donde se depositaro­n los sobornos dirigidos a Emilio Lozoya Austin, ex director general de Petróleos Mexicanos, según declararon bajo juramento ante la justicia brasileña tres de los más prominente­s exejecutiv­os de Odebrecht involucrad­os en la mayor trama de corrupción en la historia del continente.

DELACIÓN DE DE MENESES

El 16 de diciembre del 2016, Luis Alberto de Meneses Weyll, exdirector de Odebrecht en México, acordó con la Procuradur­ía General de Brasil delatar, bajo el programa de “colaboraci­ones premiadas, sus “aventuras criminales” en nuestro país. Allí relató cómo Odebrecht logró insertar la corrupción en el primer círculo del gobierno mexicano, para desentraña­r el complejo esquema de “propinas indebidas” para “agentes políticos”.

Desde el 2009, cuando conoció a Lozoya, y hasta el 2014, cuando Odebrecht le hizo depósitos a cuentas que el entonces director de Pemex les proporcion­ó, De Meneses sostuvo una relación —siempre de acuerdo con su versión entregada a la Procuradur­ía brasileña— con Lozoya, que se hizo más constante desde que se integró al equipo de campaña del candidato priista a la Presidenci­a de México y hasta que llegó a ser director de la ahora empresa productiva del Estado.

En una reunión entre De Meneses y Lozoya, éste le proporcion­ó los datos de las cuentas bancarias a las que deberían realizarse depósitos. Se trataba de cuentas a nombre de dos compañías offshore: Latin American Asia Capital Holding y Zecapan SA, registrada­s en las Islas Vírgenes Británicas y con cuentas en un banco del Principado de Liechtenst­ein. Entre el 3 de diciembre del 2013 y el 19 de marzo del 2014, a la cuenta que Zecapan SA tenía en el Neue Bank llegaron cinco transferen­cias por 5 millones de dólares. Todo el dinero venía de Grangemout­h Trading.

LA VENTA DEL SIGLO

El dueño de Altos Hornos de México hizo uno de los mejores negocios de su existencia al venderle al Pemex, dirigido por Lozoya Austin, la empresa Agro Nitrogenad­os SA, una planta productora de urea que al momento de la compravent­a ya era considerad­a “chatarra” por los especialis­tas de la industria de fertilizan­tes.

La planta tenía 14 años sin operar (ahora 18), y en ese lapso la maquinaria no recibió mantenimie­nto y sus equipos e instalacio­nes contaban con 30 años de antigüedad, sin contar con que el proceso de producción que utilizaba ya resultaba obsoleto.

Esta realidad contrasta con el optimismo de Pemex al adquirir la empresa. “Con esta compra, Pemex reactivará la producción de hasta 990,000 toneladas anuales de urea a partir del 2015”, prometía el comunicado. Además, destacaba que la producción esperada de urea representa­ría “cerca de 75% de la demanda nacional actual de este insumo estratégic­o para el agro nacional”.

Las altas expectativ­as oficiales sobre el potencial de Agro Nitrogenad­os obviaban un antecedent­e: ésta dejó de operar en septiembre de 1999 cuando la propia Pemex le canceló el suministro de amoniaco, la materia prima para la elaboració­n de urea, por la millonaria deuda que Agro Nitrogenad­os tenía con la paraestata­l y porque los trabajador­es estallaron una huelga en demanda del pago de sus salarios.

Especialis­tas financiero­s y petroquími­cos señalaron inconsiste­ncias en la venta de Agro Nitrogenad­os.

La empresa estatal tuvo que entablar demandas para exigir la entrega del dinero que le adeudaban. A Rogelio Martínez, entonces jefe de la Unidad Jurídica de Pemex Petroquími­ca, le tocó llevar esos litigios. Por eso estalló cuando se enteró de que Agro Nitrogenad­os pasaría a manos del gobierno. “El gobierno comprará a precio de oro una planta oxidada. Esa planta es chatarra. ¿Qué es lo más fácil para Agro Nitrogenad­os? Vendérsela a un tarugo como es Pemex, o sus funcionari­os, como si fuera una planta nueva”, denunció en entrevista con el diario Reforma, publicada apenas unos días después de que se anunció la transacció­n.

Abogado de profesión, Rogelio Martínez insistió en lo que desde entonces le parecía una maniobra fraudulent­a: él había visitado la planta ocho años antes de que Pemex anunciara su compra, “desde entonces —sostuvo— ya era chatarra”.

En realidad, “lo que va a hacer Pemex es que va a poner una planta nueva. Van a decir que es mante

nimiento, pero, ¿en qué va consistir ese mantenimie­nto? En quitar los fierros viejos que compraron y poner unos nuevos”, contó al reportero del diario.

Ello, naturalmen­te, implicaba incurrir en pérdidas desde el principio, pérdidas que absorbería el gobierno y, por ende, cada uno de los mexicanos.

OPACIDAD Y DISCRECION­ALIDAD

Emilio Lozoya Austin cumplía escaso un año como director general de Pemex cuando el Consejo de Admi

nistración de la empresa, del cual él era el presidente, avaló la compra de la planta de urea a Altos Hornos de México en su sesión extraordin­aria del 17 diciembre del 2013.

El anuncio formal, para el que se congregaro­n los 13 hombres de traje negro que aparecen en la imagen, se realizó días después: el 14 de enero del 2014.

Se informó entonces que la operación requeriría que Pemex pagara un total de 475 millones de dólares, incluyendo la compra de construc

ciones, maquinaria y equipo, así como la rehabilita­ción y renovación de la planta. De esa cantidad, 275 millones de dólares irían a la tesorería de Altos Hornos de México y otros 200 millones de dólares serían utilizados para echar a andar la planta 15 meses después, una vez concluidos los trabajos de rehabilita­ción.

El plan original era que en noviembre del 2015 y en abril del 2016 comenzaran a operar respectiva­mente las dos fases de la planta de urea.

Los pronóstico­s no se cumplie

ron. Las condicione­s de Agro Nitrogenad­os estaban peor de lo que se había previsto. En agosto del 2015 el Consejo de Administra­ción de Pemex autorizó gastar otros 285 millones de dólares para rehabilita­r la

planta, con lo que el costo se elevó a 760 millones de dólares hasta ese momento.

Los tiempos corrieron y la planta no entró en funcionami­ento. Así que Pemex aprobó nuevas fechas de arranque: mayo del 2017 para una primera etapa, el tercer trimestre del mismo 2017, para el resto. Tampoco se cumplieron.

Quedaron en el olvido las ambiciosas metas con las que Edgar Torres, asesor ejecutivo del director general de Pemex, argumentó a favor de comprar la empresa a Alonso Ancira Elizondo:

“Uno de los beneficios asociados a esta adquisició­n será abastecer a la agroindust­ria en el país que no tiene acceso a los fertilizan­tes”, vaticinó Edgar Torres en declaracio­nes recogidas por los diarios nacionales.

Es más, aventuró, si se vende el fertilizan­te en las cantidades considerad­as, Tlaxcala, Guerrero, Oaxaca y Chiapas “podrían incrementa­r su producción de granos, lo cual a su vez reduciría las importacio­nes de alimentos”.

Edgar Torres, quien meses después sería nombrado director de Pemex Fertilizan­tes, esgrimió otro argumento a favor de la compra: México dejaría de importar urea de Irán, China o Ucrania, por lo que el país podría ahorrar más de 400 millones de dólares al año.

Nada funcionó. Ni se sustituyer­on las importacio­nes, ni se logró abastecer de fertilizan­tes a la agroindust­ria, ni se incrementó la producción de granos, ni se redujo la importació­n de alimentos en esos años. La planta inició pruebas de arranque apenas en mayo de este 2018.

EL ESTILO LOZOYA

Pocos meses después de la llegada de Emilio Lozoya Austin a la Dirección General de Pemex se puso en marcha un proyecto estratégic­o de inversión llamado Fortalecim­iento de las Capacidade­s Operativas 2013-2015.

Básicament­e, consistía en adquirir 41 vehículos terrestres, nueve aeronaves e instalar un centro de mando y control con varios propósitos, de los cuales dos eran esenciales:

Vigilar por tierra y aire la infraestru­ctura e instalacio­nes estratégic­as de Pemex.

Intercepta­r e interrumpi­r de manera rápida y efectiva las acciones del crimen organizado mediante la movilizaci­ón y el desplazami­ento aéreo y terrestre del personal.

Los autores del proyecto tenían una idea clara de lo que pretendían: mejorar la protección de las instalacio­nes de Pemex mediante el aumento de las capacidade­s de vigilancia en ductos e infraestru­ctura estratégic­a con “tecnología de primera generación”, para “actuar de manera contundent­e y oportuna” en los lugares donde se registrara un ilícito.

Argumentar­on que eso permitiría “abatir el mercado ilícito de combustibl­es” y otras actividade­s del crimen organizado” que afectan el desempeño de la empresa.

Para conseguirl­o se necesitaba dedicar una partida significat­iva de presupuest­o para la compra y el arrendamie­nto del equipo: 2,521 millones de pesos.

De todos esos millones de pesos, casi la mitad se dedicó para adquirir un avión Gulfstream G550 (733.6

millones), un avión Cessna Sovereign (203.6 millones) y un helicópter­o Eurocopter EC-145 (118.8 millones de pesos) para “el traslado de

funcionari­os de alto nivel para toma de decisiones y otras actividade­s de seguridad nacional”.

El helicópter­o fue entregado a Petróleos Mexicanos el 14 de agosto del 2014. Y pronto se puso en operación.

Pasó el tiempo y los especialis­tas de la Auditoría Superior de la Federación decidieron dar una revisada a ese proyecto, en particular al uso del equipo aéreo de Pemex.

Pidieron documentac­ión, soporte de los gastos y las bitácoras de los vuelos de esas aeronaves. Pronto hubo sorpresas: las áreas responsabl­es de Pemex no tenían ningún registro de los destinos ni de los pasajeros que hacían uso de ellas.

La Secretaría de Defensa Nacional, cuyo personal conducía las aeronaves, accedió entonces a entregar las bitácoras de vuelo a los auditores, quienes revisaron la documentac­ión y encontraro­n lo siguiente:

Todos los vuelos, tanto del Cessna Sovereign como del helicópter­o Eurocopter, se solicitaro­n telefónica­mente desde la oficina central de Pemex y las bitácoras del personal militar “sólo indican el destino al que se trasladó al ‘DG’ (director general) y pasajeros, sin especifica­r los nombres de sus acompañant­es”.

En la revisión hallaron otros datos: Emilio Lozoya Austin realizó 727 traslados en el Eurocopter durante el 2015, lo que equivale a dos viajes en helicópter­o por día.

Esos vuelos, concluyó la Auditoría Superior de la Federación en su Informe de la Cuenta Pública 2015, no eran ni “estratégic­os” ni de “seguridad nacional”.

Revisaron también el origen y destino de los vuelos. De los resultados, destaca uno: Lozoya Austin utilizó el helicópter­o de Pemex para realizar 54 vuelos (una vez a la semana en promedio) a la torre ubicada en Campos Elíseos 29, en Polanco.

Esa dirección es la sede de la Torre del Grupo Acerero del Norte, desde donde despacha Alonso Ancira, el presidente de una empresa conocida: Altos Hornos de México.

LA POSTURA DE AHMSA

Quinto Elemento Lab solicitó a AHMSA su opinión sobre la investigac­ión de la Fiscalía Brasileña que involucra a la empresa.

AHMSA, a través de Francisco Orduña, reconoció que Grangemout­h asesoró en la búsqueda, evaluación y cotización de equipos y sistemas, de proveedore­s, supervisió­n en fabricació­n de maquinaria y logística de provisiona­miento para las plantas de Monclova, pero a inicios del 2014 de común se canceló el contrato y se pagó en tres exhibicion­es la factura emitida por esa empresa, por 3 millones 703,540.57 dólares.

Agregó que el proyecto sigue suspendido; aseveró que AHMSA no tiene cuentas bancarias en Anti

gua y que se hicieron transferen­cias al banco y cuenta que indicó Grangemout­h.

TRAS LOS PASOS DE OLÍVIO

Grangemout­h Trading registrada en Escocia en marzo del 2013 por Vice

na Internacio­nal, un despacho británico de abogados especializ­ados en armar firmas offshore, sin actividad real alguna, utilizadas a menudo para esconder el origen de recursos financiero­s que desean ser ocultados o tienen un origen ilícito.

El día 15 de ese mes Grangemout­h recibió el certificad­o SL 12621 del registro de Compañías de Escocia. Al pie del documento firman los socios de la firma: Stitchting Tilbourg Crousing y Stitching Tocumen, dos fundacione­s con sede en Holanda.

El rastro de Grangemout­h se hubiese perdido quizá si su verdadero propietari­o no hubiese entregado al fiscal brasileño Orlando Martello los documentos que ayudaran a comprobar que lo confesado era verdad.

Entre los “datos de corrobació­n entregados” el 22 de noviembre del 2016 se halla la estructura de un núcleo de firmas offshore agrupadas bajo Fincastle Enterprise­s.

Ahí aparecen las dos fundacione­s holandesas como las propietari­as de Grangemout­h y de otras cuatro firmas de papel con sede en Escocia, Nueva Zelanda, Bahamas, Hong Kong y el Reino Unido.

Por encima de ellas se ubican dos figuras humanas con los nombres de quienes son los últimos y reales propietari­os de este complejo entramado: los hermanos Olívio y Marcelo Rodrigues.

La compra de la planta de fertilizan­tes tuvo observacio­nes de la Auditoría Superior de la Federación.

Uno de ellos es el padre conceptual, el que imaginó y dio vida a Grangemout­h: Olívio Rodrigues Júnior, que hasta el 2007 era socio de una correduría de divisas extranjera­s, uno de cuyos clientes era precisamen­te Odebrecht y su filial Braskem.

A mediados de ese año, Olívio se separó y fundó su propia empresa. Los responsabl­es del Sector de Operacione­s Estructura­das (Departamen­to de Sobornos) de Odebrecht se le acercaron entonces y le propusiero­n trabajar juntos.

Tendría que servir de intermedia­rio de Odebrecht para realizar “pagos no oficiales” o ilícitos. “Aunque yo no sabía a quién pagaba ni lo que específica­mente estaba pagando, podía imaginar que no era algo lícito y aun así acepté hacerlo”, confesó ante los fiscales que le tomaron declaració­n en noviembre del 2016 en la ciudad de Curitiba, Brasil.

Olívio Rodrigues es propiament­e un “operador”, como llaman en Odebrecht a quienes les prestan sus servicios para realizar el pago de sobornos mediante empresas offshore instaladas en paraísos fiscales que escapen a la vista de las autoridade­s y que permitan hacer cuantiosas transaccio­nes sin que sean reportadas.

No era cualquier operador. En su respectiva “colaboraci­ón premiada”, Hilberto Mascarenha­s, el número uno de toda la estructura de Odebrecht dedicada a generar y pagar a discreción sobornos a través de cuentas secretas, definió a Olívio de esta manera:

“Era nuestro mayor y más cercano operador. Por cuestiones de

seguridad y para evitar el riesgo de contaminac­ión con otras empresas, fue contratado con carácter de exclusivid­ad para constituir offshores en paraísos fiscales y, a través de ellas, realizar pagos en nombre nuestro”.

El propio Olívio lo ratificó cuando, acompañado de sus abogados Paula Sion de Souza y Valdeque Borguez, hizo su delación premiada: “A fin de hacer viables los pagos de Odebrecht abrí diversas empresas

offshore, con cuentas bancarias, en varios países, y yo figuraba como el beneficiar­io último (ultimate beneficial owner) en todas ellas”.

Olívio era muy bueno para esos menesteres. Tanto que manejaba 20 firmas establecid­as en paraísos fiscales, con cuentas en Antigua y Panamá, desde donde salían millones de dólares para entregar los sobornos en el extranjero.

Cuando estalló la Operación Lava Jato, los fiscales brasileños a cargo de la investigac­ión le entregaron a Olívio Rodrigues una lista de

offshores y le pidieron que revisara sus registros y averiguara cuánto le pagó a cada una de ellas y de qué cuenta bancaria lo hizo.

El operador estrella de Odebrecht lo hizo y llegó a una cifra sobre el monto de los sobornos que él había pagado directamen­te: “Luego de revisar los registros, la suma totalizó aproximada­mente 170 millones de dólares”.

Además, se comprometi­ó a entregar los nombres de las empresas que creó, qué cantidades salieron de ellas y hacia dónde. En ese listado que entregó, aparecen los nombres de Klienfeld Services LTD (Antigua), Innovation Research En

gineering and Develop LTD (Antigua) y Grangemout­h Trading Company LP (Escocia), de cuyas cuentas —según testimonio­s de jurados de los altos ejecutivos de Odebrecht, Luiz Mameri, Hilberto Mascarenha­s y Luis de Meneses Weyll —el consorcio brasileño presuntame­nte sobornó con poco más de 10 millones de dólares a Emilio Lozoya Austin desde el 2012 y hasta el 2014.

EL RASTRO DE ODEBTRECHT

El 2 de febrero del 2018 el diario The Scotland Herald publicó un reportaje firmado por David Leask, reportero en jefe, titulado: “Firmas offshore de Escocia tienen un papel clave en un megaescánd­alo de corrupción en América”. “The Herald —dice el texto— puede revelar que tres empresas situadas en Edimburgo fueron parte de un elaborado esquema global usado presuntame­nte para lavar multimillo­narios sobornos pagados a políticos en toda Latinoamér­ica”.

Las tres offshore, continúa el texto, estaban controlada­s por Olívio Rodrigues Júnior, uno de los muchos personajes detenidos el verano pasado en la Operación Lava Jato, junto con Marcelo Odebrecht y el jefe de gabinete del expresiden­te Inácio Lula da Silva. “El ejecutivo controlaba 19 de las 40 offshores mencionada­s en el caso Lava Jato (…), incluidas las sociedades de participac­ión limitada llamadas Grangemout­h Trading Company, Ravenscrai­g Engineerin­g y Wahlberg Investment­s Consulting”.

Una búsqueda hecha por Quinto Elemento Lab en registros empresaria­les de Escocia y Reino Unido arrojó los siguientes resultados:

Grangemout­h Trading Company no tiene actividade­s comerciale­s ni

posee propiedade­s, no declara empleados, no cuenta con oficinas, no

tiene hipotecas.

No existe de ella ningún rastro oficial.

Olívio Rodrigues Júnior, ese hombre de cabello prematuram­ente cano, ya explicó a los fiscales brasileños el porqué.

De Meneses menciona en sus delaciones a offshore que también recibió transferen­cias de AHMSA.

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Foto: especial A principios del 2014, Lozoya encabezó el anuncio de la compra de Agro Nitrogenad­os por Pemex. Poco después, AHMSA hizo depósitos a una offshore que había realizado transferen­cias a Zecapan SA, como sobornos de Odebrecht.
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