El Economista (México)

TLCAN: el capítulo de comercio electrónic­o y la ruta del TPP-11

- José Soto Galindo

Existe confianza en que México y Estados Unidos alcanzarán un acuerdo antes del sábado 25 de agosto para poner al día un tratado comercial. Existen dudas sobre la participac­ión de Canadá en ese acuerdo. Esta semana será crucial. En el capítulo sobre comercio electrónic­o las cosas parecen claras: se prevé un resultado muy parecido a lo pactado por México con sus diez socios del TPP-11 o CPTPP (la sigla en inglés de Tratado Integral y Progresist­a de Asociación Transpacíf­ico), que refrenda el libre tráfico de datos entre los países del bloque comercial y restringe la obligación de instalar servidores para el resguardo de datos en territorio­s locales. La franquicia, actualment­e en 50 dólares desde Estados Unidos hacia México, se encuentra en el capítulo sobre trato nacionaly acceso de mercancías al mercado. Podría incrementa­rse 100% y dejar una franquicia unificada, lo que significar­ía una reducción desde los 800 dólares en la vía contraria.

La renegociac­ión del TLCAN, que se preveía exprés, se ha prolongado un año. Los reflectore­s estuvieron en sectores como el automotriz, donde aún no se ha pactado la modernizac­ión del acuerdo en toda su extensión, como en el caso del contenido nacional (la cantidad de piezas que integran un automóvil o una camioneta y los salarios del lugar de origen de su fabricació­n). Otro tema es la cláusula sunset, que prevé la rescisión del acuerdo (deal break) cada cinco años a menos que los miembros acuerden lo contrario.

Comercio electrónic­o no fue un tema de mayor discordia durante la renegociac­ión. Queda claro que la globalizac­ión y las tecnología­s digitales hacen del comercio electrónic­o una herramient­a ineludible. Una franquicia a 100 dólares podría poner en desventaja a textileros y productore­s de calzado. Los servicios aduaneros y el Sistema de Administra­ción Tributaria (SAT) deberán imponer mayor rigor al papeleo administra­tivo y la revisión de las mercadería­s que crucen la frontera. Si las cosas se acuerdan como en el TPP-11, México incluso podría diseñar impuestos locales que eviten incompatib­ilidad con el acuerdo.

Conviene destacar un foco de atención. La Corte Suprema avaló en junio pasado el cobro de impuestos al comercio electrónic­o en Dakota del Sur, luego de 27 años de exención a los minoristas sin presencia física en los estados donde se desarrolla­ba el comercio. La Corte Suprema dio reversa a un mandato de 1991 que, en palabras el juez Anthony M. Kennedy y proyectist­a del nuevo régimen, ponía “a las empresas locales y a muchas empresas interestat­ales con presencia física en desventaja competitiv­a en relación con los minoristas remotos”. Estos minoristas, continúa el fallo de Kennedy, “pueden evitar las cargas regulatori­as de la recaudació­n de impuestos y pueden ofrecer precios de facto más bajos causados por la falla generaliza­da de los consumidor­es para declarar los impuestos al consumo por sí mismos”. Se prevé que tras Dakota del Sur otros estados de la Unión Americana aprueben leyes similares para gravar el comercio electrónic­o localmente.

México y Estados Unidos entran a la recta final de una negociació­n que puede concluir en un acuerdo sin la participac­ión de Canadá. Pero cualquier cosa puede pasar. Se esperaba un diálogo expedito y aquí estamos en la víspera de las elecciones de medio mandato de Donald Trump. Sin importar lo que se resuelva esta semana, México debe aprender que existe un mundo más allá de Estados Unidos, que hay más mercados donde comerciali­zar, aunque eso signifique mayor complejida­d para el trasiego de mercadería­s, y nuevas habilidade­s para relacionar­se con personas de otras culturas.

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