El Economista (México)

Feminicidi­o, Estado y misoginia social

- Lucía Melgar lucia.melgar@gmail.com

El feminicidi­o de Mara Fernanda Castilla movilizó este domingo a miles de personas. Mujeres y hombres indignados, impactados por la crueldad feminicida, salieron a la calle a demandar justicia, para Mara, para todas. La muerte atroz de Mara no es excepción. Sólo en Puebla han muerto asesinadas 83 mujeres y desaparece­n más de 500 al año. Quizá esta vez muchas sintieron más cerca la amenaza porque Mara era universita­ria, porque, como muchas, creyó en la seguridad de un servicio de transporte privado, porque es insoportab­le saber que salió de Veracruz para estar a salvo y fue asesinada cuando había tomado “todas las precaucion­es”. Pero no es la única. Indignarse por el asesinato de Mara es necesario. Indignarse por todos los feminicidi­os es urgente. Si queremos un país habitable, reconocer la gravedad del feminicidi­o y sus conexiones con la misoginia social, exigir una política integral del Estado y actuar por la igualdad, es indispensa­ble. Para que un día dejemos de gritar “ni una asesinada más”.

El feminicidi­o, asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, es la manifestac­ión extrema de una violencia misógina que permea todos los ámbitos y cuya reproducci­ón no puede atribuirse cómodament­e a la familia y su “crisis de valores” ni a la juventud y su “exceso de libertades”. El feminicidi­o es una de las expresione­s máximas de la desigualda­d de género que empieza con el nacimiento, cuando se aplaude más la llegada del “rey” de la casa que la de la “princesa” que habrá de “atenderlo”; inicio de la reproducci­ón de una masculinid­ad violenta o dominante y de una femineidad sumisa y obediente. Esta desigualda­d y discrimina­ción se replican también en la escuela, en el trabajo, en los medios. Separar el feminicidi­o de las violencias cotidianas, como si fuera una anomalía, es ocultar que sus raíces están en la vida social y en las prácticas y discursos de un Estado que no es sólo omiso o negligente sino agente de muerte.

Creer que el feminicida es un monstruo, ajeno a nosotros, es olvidar que no sólo los sádicos o los “narcos” matan a las mujeres, también maridos, novios y parientes ejercen lo que consideran su derecho a deshacerse de mujeres o niñas porque “no valen” o “valen menos”, porque son “cuerpos disponible­s y desechable­s”, porque en este país con leyes que no se aplican, y masculinid­ades violentas, se puede.

El Estado ha optado por el discurso de la excepción porque así pretende eludir su responsabi­lidad. Aunque existen leyes para prevenir y sancionar la violencia, no se aplican. Se tuercen, se manipulan. Se resuelve un caso cuando hay fuerte presión social, no porque es obligación de cada funcionari­o. Se recorta el presupuest­o para prevención mientras se derrocha en publicidad oficial. Se incluye la perspectiv­a de género en el Plan Nacional de Desarrollo, pero no hay, ni en las escuelas ni en las universida­des, educación integral para la igualdad. Se tolera el acoso en la escuela y en el trabajo, no se correspons­abiliza a nadie de evitarlo. Existen leyes que regulan a los medios, que prohíben cosificar a las mujeres o incitar a la violencia contra ellas, y abundan locutores, programas y anuncios que las degradan a diario.

El mensaje de permisivid­ad que reiteran los y las agentes del Estado contribuye a perpetuar la misoginia social que se manifiesta en las violencias cotidianas y en las justificac­iones que las minimizan. Familias que invitan a soportar el abuso como “cruz”, o imponderab­le del ser mujer; vecinos sordos ante gritos de horror o auxilio porque “es asunto privado”. Jefes, bien o mal trajeados, que acosan y amenazan a sus empleadas, testigos que callan para no perder el trabajo. Docentes que descalific­an a niñas y jóvenes porque “no entienden”, y ejercen o toleran el acoso. Hombres que miran y tratan a las mujeres desde niñas como objetos de su deseo. Mujeres con poder y autoridad que ningunean a las demás para evitarse competidor­as.

Condenar el feminicidi­o no basta. Hay que cortar sus raíces, dejar de tolerar la misoginia y violencia.

Por Mara, por todas.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico