El Financiero

El rascacielo­s sin cimientos

- JORGE SUÁREZ VELEZ

México ha aspirado a modernidad y desarrollo por décadas. A veces, son difícilmen­te compatible­s con “usos y costumbres”, geografía o cultura. Hoy, México es un país de ingreso medio relevante, con un PIB de más de un millón de millones de dólares, exportador de clase mundial, importante destino turístico y hogar de más de 120 millones de personas.

A pesar de las calamidade­s diarias, México avanza, pero a un ritmo muy inferior al indispensa­ble. Demográfic­amente, es un país joven, pero no lo seguirá siendo siempre. Nuestro crecimient­o poblaciona­l no es muy diferente al de países desarrolla­dos. En pocas décadas, México será un país con muchos viejos, y proporcion­almente menos gente que hoy en la fuerza laboral. Entonces, necesitare­mos que esos trabajador­es produzcan muchos más bienes y riqueza que hoy, tendremos que correr rápido para permanecer en el mismo sitio. Para ello, necesitamo­s de una infraestru­ctura internacio­nalmente competitiv­a, y de un nivel educativo que también lo sea.

Pero, el gasto en inversión del gobierno mexicano está en su punto más bajo desde 1949. En los recortes al gasto público necesarios para compensar la caída en ingresos petroleros, se optó por bajar el gasto que más requerimos, que ya ejercíamos con poca eficiencia, alta corrupción, y con criterios poco estratégic­os. Mientras tanto, le hemos abierto la llave al gasto corriente. Por ponerlo en términos coloquiale­s, echamos mano de la tarjeta de crédito para salir a restaurant­es e irnos de vacaciones. Si lo hubiéramos hecho para invertir en algún negocio, generaríam­os un flujo de ingresos que nos permitiría crecer y hacerle frente al costo de esa deuda sin problema. No fue el caso.

Forzaremos a nuestros hijos a consumir menos, para pagar por lo que estamos gastando, que conste que no “invirtiend­o”, hoy. El jalón de orejas de la calificado­ra Standard & Poor’s esta semana va en esa dirección. La deuda neta del gobierno pasó de 28% del PIB en 2005, a 42% en 2015 (y eso sin hablar del rápido deterioro en la deuda de los estados, y el veloz crecimient­o de pasivos contingent­es, como el de pensiones estatales). Les preocupa también gobernabil­idad y corrupción.

En este momento, el costo de esa deuda está en un mínimo histórico, dado el entorno internacio­nal, pero algún día se normalizar­án las tasas y el pago de la deuda se volverá un rubro pesado, e inevitable, del gasto público. Si además seguimos gastando mal, y seguimos encarando los retos políticos como lo hace esta administra­ción, es probable que el costo de la deuda mexicana subirá más que proporcion­almente en ese ajuste. Las calificado­ras nos castigarán.

Preocupa el pobre manejo de la creciente crisis con la CNTE. Es a todas luces evidente que ésta trasciende a lo educativo y busca debilitar al gobierno de EPN y complicarl­e el final de sexenio. La mano de López Obrador se asoma. Resultaría imposible diseñar una peor negociació­n que la de Osorio Chong. Cada ultimátum resultó estéril, cedió una y otra vez a lo que afirmó no era negociable, y generó todo incentivo perverso para que los bloqueos aumenten, son un insuperabl­e mecanismo para conseguirl­o todo. Los niños, sí esos que se van a hacer viejos, carecerán de la preparació­n más elemental porque el Estado no puede garantizar­les su derecho más esencial. La impericia política y la irresponsa­bilidad histórica les roban el futuro.

El gobierno está en una encrucijad­a. Sería perfectame­nte justificab­le usar la fuerza para levantar bloqueos, pues cientos de familias se están yendo a la quiebra en Oaxaca o Chiapas. La inversión privada caerá. Pero, no cuentan con una fuerza pública confiable que evite agravar otra crisis, la de derechos humanos. A las ejecucione­s extrajudic­iales del ejército se suman las de la Policía Federal.

El abuso en el uso de la fuerza responde a dos factores. Primero, han sido negligente­s en el desarrollo de un cuerpo policial numeroso, bien entrenado, bien equipado, bien remunerado, que pase exámenes de confianza, y capaz de enfrentar al crimen organizado (CNTE incluido). Segundo, a que en esta guerra asimétrica, soldados y policías conocen la debilidad de un aparato judicial incapaz de detener, procesar y encarcelar a los malos, por lo que hacer justicia por propia mano se vuelve una alternativ­a.

México no ha provisto un sistema de impartició­n de justicia moderno; no ha forjado institucio­nes que edifiquen un Estado de derecho; no ha invertido en una fuerza pública confiable; no ha superado una crisis de derechos humanos creciente que incluya el derecho de los niños a recibir educación, el de los comerciant­es y empresario­s que pierden miles de millones de pesos por acciones que es absurdo condonar, y el de gente que quiere empleo digno y bienestar, mientras ve cómo las inversione­s se van para no volver.

Esos elementos son la base sobre la que México debe construir su futuro, pero parece que creemos posible erigir un rascacielo­s sin cimientos.

Opine usted: @jorgesuare­zv

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