Jerarquía anquilosada
Una propuesta costosa Nadie se explica porqué EPN lanzó tan liberal y vanguardista iniciativa sobre matrimonios igualitarios en el delicado momento electoral.
Una vez más la curia mexicana y la jerarquía eclesiástica de nuestro país, dan una muestra de anquilosamiento y distancia de lo que pasa en el mundo y en la sociedad.
Las actitudes del vocero de la Arquidiócesis primada, este presbítero cobijado bajo el manto protector del cardenal Norberto Rivera, exhiben con crudeza, la intolerancia, el rechazo, el desprecio y la incapacidad de comprensión de una jerarquía distanciada y separada de la gente.
Debiéramos iniciar por decir que ellos no son la Iglesia, son la autoridad de la institución eclesiástica; representan al poder, a la jerarquía y a los detentores del dogma. Pero la Iglesia (eclesia) la conforman todos quienes practican la fe católica y cristiana. Es decir, los creyentes, las comunidades, los pastores, los acólitos, los y las religiosas de todo el país.
Esta jerarquía nuestra, más cerca al siglo XIV que al XXI, defiende como es su derecho y probablemente su desvirtuada tarea, una concepción de la familia, del matrimonio y de la formación de la pareja heterosexual. Condena con vigor y energía, al homosexualismo, a las parejas del mismo sexo y por ende, al matrimonio igualitario. Lo que esta jerarquía no comprende es que puede rechazar la práctica creciente y extendida en la sociedad de parejas igualitarias o matrimonios del mismo sexo; puede perfectamente afirmar que la postura de la autoridad eclesiástica defiende otra concepción y otra visión. Lo que no puede porque excede sus facultades y su rol en la sociedad del siglo XXI, es negar el derecho que esas parejas y esa preferencia tienen de formar familias y contraer matrimonio. Como señaló el diputado Jesús Zambrano, presidente de la Cámara de Diputados, con claridad y firmeza –aunque después se dejó presionar y retrocedió– los señores de la curia mexicana se están excediendo en sus facultades al intentar impedir o bloquear una legislación y hacer política bajo la premisa de que defienden un derecho. Falso absolutamente.
La iniciativa de ley sobre matrimonios igualitarios que ahora los señores diputados y de forma muy torera los senadores hacen a un lado –por no ser prioritaria– al interés público, no niega el derecho al matrimonio heterosexual. No cancela el derecho ciudadano a formar familia y contraer matrimonio. Simplemente reconoce y agrega a esos derechos ya garantizados y existentes, uno nuevo, contemporáneo y presente en nuestra sociedad. Los señores de la jerarquía pretenden eliminar, cancelar y negar ese derecho por considerarlo antinatural, blasfemo y contrario a la ley de Dios.
Perdón señores pero un derecho y otro no son excluyentes ni antagónicos. Pueden coexistir, como de hecho sucede ya en múltiples países del mundo, los matrimonios de uno y de otro tipo.
He conversado con muchos especialistas e investigadores pero también, con miembros del clero regular y secular, con presbíteros y religiosos, y debo decir que percibo –como muchas encuestas señalan– una actitud mucho más tolerante y abierta entre el bajo clero –sacerdotes y religiosos– que en el alto clero –obispos y arzobispos. En muchos sectores de la auténtica Iglesia, que no de la autoridad, crece una postura de respeto, de reconocimiento al derecho de la diversidad, de la preferencia distinta.
La voz de Hugo Valdemar o la carta de la Conferencia Episcopal Mexicana no representa a la iglesia en su conjunto. Expresa la voz anquilosada, retardataria, cerrada e intolerante que es tan contraria a las enseñanzas de la Biblia, como ellos afirman lo es el matrimonio del mismo sexo.
Pueden en perfecto derecho, como cualquier otra institución social, expresar su postura, manifestar su opinión, incluso movilizar a sus seguidores al respecto. Lo que no pueden ni deben es clausurar el debate, bloquear una iniciativa de ley y peor aún, inmiscuirse en política y en procesos electorales (Aguascalientes) para influir el voto, porque lo prohíbe la Constitución.
Las autoridades eclesiásticas de algunas zonas del país, unas de forma muy enfática y señalada, han rebasado el ámbito de su ejercicio pastoral y cruzado la línea hacia lo político y lo electoral. Sería hora de que la Secretaría de Gobernación les hiciera llegar un extrañamiento y llamara al respeto constitucional a la institución religiosa con mayor número de seguidores en México.
Pareciera una amenaza o advertencia la muy activa movilización que algunos obispos han encabezado en contra de la iniciativa de ley. Parece un mensaje encubierto al gobierno diciéndole ahí no te metas, porque ese es mi terreno, y si lo haces, pues bueno, nosotros también podemos movernos en el tuyo y causarte algún daño.
El PRI solicitó formalmente la reposición del proceso electoral en Aguascalientes, porque señala que la iglesia local participó activamente en proselitismo en contra de sus candidatos. Tal vez no lo logre ante la autoridad electoral, pero lo que es un hecho, es que el mismo partido abandonó al presidente en la iniciativa. Ahora todos le hacen el feo (a la propuesta) y piensan que resultó costosa en las pasadas elecciones. Nadie se explica porqué el presidente Peña lanzó tan liberal y vanguardista iniciativa en el delicado momento electoral. Pero dado el paso, avancemos en el debate y la discusión abierta del tema, que ambas Cámaras lo aborden con apertura, con juicio, con diálogo razonable y respetuoso. Y que a partir de ello se pueda realizar el trabajo legislativo, sin que la jerarquía eclesiástica amague, amenace o movilice en contra de ninguna postura o precepto.