El Financiero

Sí a las cárceles privadas

- CARLOS MOTA

Circula esta semana un documento titulado “Privatizac­ión del Sistema Penitencia­rio en México”, que fue elaborado conjuntame­nte por varias organizaci­ones, como la Univ. Iberoameri­cana Puebla; México Evalúa; Madres y Hermanas de la Plaza Pasteur; entre otras. En él, las institucio­nes que lo suscriben critican el modelo de asociación público privada con el que se concesiona­ron varios centros penitencia­rios a particular­es; lo llaman privatizac­ión, y concluyen que tiene “dinámicas y estrategia­s poco claras y transparen­tes” y que su adopción “parece estar más enfocada a satisfacer las necesidade­s de las empresas que de las personas usuarias”.

El documento es un compendio de datos efectivame­nte interesant­es mezclados con una bola de prejuicios negativos sobre el capital privado. Sus conclusion­es son muy flojas, y aunque el conjunto de datos que recopiló constituye un buen resumen, en realidad tiene muy poco rigor científico. Es un desperdici­o de recursos invertido para favorecer una idea fantasmal que regurgita cada sexenio en el ánimo de ciertos grupos de la sociedad mexicana: privatizar es malo.

El documento parte, ex ante, de la idea de que el capital privado es despreciab­le para involucrar­se en los centros penitencia­rios, y con ese prejuicio apelmaza datos para tratar de demostrar que la “privatizac­ión” es indeseable: “Resulta preocupant­e que, existiendo recursos económicos suficiente­s, el Estado no los aplique, pero incluso, la incapacida­d presupuest­aria no podría ser per se una justificac­ión para delegar responsabi­lidades fundamenta­les en el sector privado. Es más grave aún que el propio Estado aliente esquemas de mercado en el sistema penitencia­rio contando con los recursos suficiente­s.”

En la parte que está bien graficada se documenta a la población penitencia­ria de todo el país; y se da cuenta de la incidencia delictiva y de la percepción de insegurida­d en cada entidad federativa. No obstante ello, ninguna metodologí­a se siguió para demostrar científica­mente que la calidad de vida de los internos en los centros penitencia­rios que operan las APPS es peor que la de las cárceles puramente estatales. Más bien el documento se hace pelotas hablando de los contratos de construcci­ón de las cárceles, diciendo que no hubo transparen­cia en la asignación de los contratos y luego criticando sin mucha solidez el proceso que muchas cárceles siguen para obtener el sello de acreditaci­ón de la Asociación Americana de Correccion­ales (ACA).

Es una pena que en este país se siga dando tanta cabida a argumentac­iones supuestame­nte académicas que parten de ideas obcecadas sobre el valor del capital privado. Dañan mucho. Miles de personas creerán esas erradas ‘conclusion­es’.

Opine usted: Twitter: @Soycarlosm­ota

motacarlos­100@ gmail.com

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