El hombre global
Los escándalos de corrupción, menores en Brasil, con una democracia más vigorosa que México, suceden cotidianamente en el país.
El mundo bipolar de la guerra fría dio paso a un mundo donde prima el comercio globalizado e interconectado por la red. Como el “efecto mariposa” en la naturaleza, nada sucede en el planeta sin que tenga insospechadas consecuencias en puntos lejanos de donde ocurrió. La máxima de Terencio –nada humano me es ajeno– se ha vuelto una realidad en estos tiempos dominados por Internet. Todo se conecta con todo.
Si el mundo está vinculado gracias a una extraordinaria red de conexiones, también es cierto que esta nueva realidad requiere de intérpretes que sepan leer, entre los millones de datos, y nos ayuden a entender lo que parece confuso e informe. Un intérprete planetario es Moisés Naím (Repensar el mundo, Debate, 2016), que fue ministro de Estado en la Venezuela antes de Chávez, más tarde director adjunto del Banco Mundial, director de la premiada revista Foreing policy y hoy, entre otras cosas, reconocido columnista en muchos diarios del mundo. Un hombre global.
México va mal. El mundo va peor. Vamos al caos. Es una percepción que no corresponde a la realidad. ¿Por qué entonces este clima de insatisfacción? Para entenderlo, sin mencionar a México directamente, Moisés Naím nos da una posible clave en su libro. En los países ricos va disminuyendo la clase media en la medida que crecen las clases medias en los países pobres. El incremento de la clase media en México fue documentado por Luis de la Calle y Luis Rubio (Clasemediero: pobre no más, desarrollado aún no, CIDAC, 2010). Las nuevas clases medias (con más educación e informadas; con un empleo precario, pero empleo al fin; con acceso a los servicios de salud, aunque insuficientes) son, sin duda, una población más exigente. La insatisfacción es el estado normal de la clase media.
Más democracia participativa, menos desigualdad, menos corrupción, son exigencias de la clase media naciente. En México el combate a la corrupción está hoy en boca de todos. Recientemente se aprobó, por la presión social y de un modo no totalmente satisfactorio, la ley anticorrupción. Los escándalos vinculados con este flagelo, mucho menores de los que se observan en Brasil que tiene una democracia más vigorosa que la nuestra, se suceden cotidianamente. Este combate necesario, sin embargo, advierte Moisés Naím, entraña un riesgo. “La guerra contra la corrupción está minando la democracia”, señala.
En algunos países se elige a los honestos por encima de los competentes. Se les elige por su honestidad, no por su visión de futuro. Chávez en Venezuela, Putin en Rusia y Berlusconi en Italia son tres ejemplos de personajes que llegaron al poder enarbolando la bandera de la anticorrupción con los resultados que ya sabemos: no sólo la corrupción aumentó sino que los tres buscaron la forma de perpetuarse en el poder. “La lucha contra la corrupción –dice Naímamplifica las expectativas poco realistas que la población tiene para hacer que su país progrese.”
Opine usted: @Fernandogr
En algunos países se elige a los honestos por encima de los competentes. Se les elige por su honestidad, no por su visión de futuro.
Esta tendencia, que no es mexicana sino global, de rechazo a los políticos profesionales (lo que llamamos “la partidocracia”) y al Sistema, y que habla del hartazgo de la población con el status quo y la corrupción, terminará por llevar “al poder a líderes que usarán la democracia para socavarla desde dentro buscando perpetuarse”. Como sociedad transitamos ahora por ese camino riesgoso.
El mundo va muy mal. ¿Quién lo duda? Moisés Naím. No sólo duda de esta afirmación sino que la refuta con datos. La producción de alimentos es más alta que nunca. Las cosechas de maíz, trigo, soja y cebada son las más grandes de la historia. El problema no es de producción sino de distribución. No es utópico que en algunos años desaparezcan las hambrunas. Gabriel Zaid ha pronosticado un mundo sin pobreza. En los últimos años en América Latina la pobreza disminuyó del 34 al 21 por ciento. En conjunto, “la humanidad ha experimentado la mayor reducción de la pobreza en la historia”. La mortalidad infantil cayó en un 30 por ciento, las muertes por malaria en un 25 por ciento. Desapareció por completo la polio en África. En Asia, la población en pobreza extrema pasó del 77 al 14 por ciento. En China 660 millones de personas han salido de la pobreza desde 1981. En África, desde 1998, hay más africanos viviendo por encima de la línea de la pobreza que por debajo.
Moisés Naím nos brinda una visión esperanzadora, aunque no exenta de problemas complejos, desde su mirador excepcional. Nuestra insatisfacción crónica – positiva en el sentido de que la crítica nos ayuda a mejorar– nos impide ver que hay un mundo en transformación y que formamos parte de ese mundo. Después de todo, desde hace tiempo, somos contemporáneos de todos los hombres.