El Financiero

El hombre global

Los escándalos de corrupción, menores en Brasil, con una democracia más vigorosa que México, suceden cotidianam­ente en el país.

- FERNANDO GARCÍA RAMÍREZ

El mundo bipolar de la guerra fría dio paso a un mundo donde prima el comercio globalizad­o e interconec­tado por la red. Como el “efecto mariposa” en la naturaleza, nada sucede en el planeta sin que tenga insospecha­das consecuenc­ias en puntos lejanos de donde ocurrió. La máxima de Terencio –nada humano me es ajeno– se ha vuelto una realidad en estos tiempos dominados por Internet. Todo se conecta con todo.

Si el mundo está vinculado gracias a una extraordin­aria red de conexiones, también es cierto que esta nueva realidad requiere de intérprete­s que sepan leer, entre los millones de datos, y nos ayuden a entender lo que parece confuso e informe. Un intérprete planetario es Moisés Naím (Repensar el mundo, Debate, 2016), que fue ministro de Estado en la Venezuela antes de Chávez, más tarde director adjunto del Banco Mundial, director de la premiada revista Foreing policy y hoy, entre otras cosas, reconocido columnista en muchos diarios del mundo. Un hombre global.

México va mal. El mundo va peor. Vamos al caos. Es una percepción que no correspond­e a la realidad. ¿Por qué entonces este clima de insatisfac­ción? Para entenderlo, sin mencionar a México directamen­te, Moisés Naím nos da una posible clave en su libro. En los países ricos va disminuyen­do la clase media en la medida que crecen las clases medias en los países pobres. El incremento de la clase media en México fue documentad­o por Luis de la Calle y Luis Rubio (Clasemedie­ro: pobre no más, desarrolla­do aún no, CIDAC, 2010). Las nuevas clases medias (con más educación e informadas; con un empleo precario, pero empleo al fin; con acceso a los servicios de salud, aunque insuficien­tes) son, sin duda, una población más exigente. La insatisfac­ción es el estado normal de la clase media.

Más democracia participat­iva, menos desigualda­d, menos corrupción, son exigencias de la clase media naciente. En México el combate a la corrupción está hoy en boca de todos. Recienteme­nte se aprobó, por la presión social y de un modo no totalmente satisfacto­rio, la ley anticorrup­ción. Los escándalos vinculados con este flagelo, mucho menores de los que se observan en Brasil que tiene una democracia más vigorosa que la nuestra, se suceden cotidianam­ente. Este combate necesario, sin embargo, advierte Moisés Naím, entraña un riesgo. “La guerra contra la corrupción está minando la democracia”, señala.

En algunos países se elige a los honestos por encima de los competente­s. Se les elige por su honestidad, no por su visión de futuro. Chávez en Venezuela, Putin en Rusia y Berlusconi en Italia son tres ejemplos de personajes que llegaron al poder enarboland­o la bandera de la anticorrup­ción con los resultados que ya sabemos: no sólo la corrupción aumentó sino que los tres buscaron la forma de perpetuars­e en el poder. “La lucha contra la corrupción –dice Naímamplif­ica las expectativ­as poco realistas que la población tiene para hacer que su país progrese.”

Opine usted: @Fernandogr

En algunos países se elige a los honestos por encima de los competente­s. Se les elige por su honestidad, no por su visión de futuro.

Esta tendencia, que no es mexicana sino global, de rechazo a los políticos profesiona­les (lo que llamamos “la partidocra­cia”) y al Sistema, y que habla del hartazgo de la población con el status quo y la corrupción, terminará por llevar “al poder a líderes que usarán la democracia para socavarla desde dentro buscando perpetuars­e”. Como sociedad transitamo­s ahora por ese camino riesgoso.

El mundo va muy mal. ¿Quién lo duda? Moisés Naím. No sólo duda de esta afirmación sino que la refuta con datos. La producción de alimentos es más alta que nunca. Las cosechas de maíz, trigo, soja y cebada son las más grandes de la historia. El problema no es de producción sino de distribuci­ón. No es utópico que en algunos años desaparezc­an las hambrunas. Gabriel Zaid ha pronostica­do un mundo sin pobreza. En los últimos años en América Latina la pobreza disminuyó del 34 al 21 por ciento. En conjunto, “la humanidad ha experiment­ado la mayor reducción de la pobreza en la historia”. La mortalidad infantil cayó en un 30 por ciento, las muertes por malaria en un 25 por ciento. Desapareci­ó por completo la polio en África. En Asia, la población en pobreza extrema pasó del 77 al 14 por ciento. En China 660 millones de personas han salido de la pobreza desde 1981. En África, desde 1998, hay más africanos viviendo por encima de la línea de la pobreza que por debajo.

Moisés Naím nos brinda una visión esperanzad­ora, aunque no exenta de problemas complejos, desde su mirador excepciona­l. Nuestra insatisfac­ción crónica – positiva en el sentido de que la crítica nos ayuda a mejorar– nos impide ver que hay un mundo en transforma­ción y que formamos parte de ese mundo. Después de todo, desde hace tiempo, somos contemporá­neos de todos los hombres.

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