El Financiero

PROMUEVE EL CUIDADO DEL MEDIO AMBIENTE, AL SABER LA RESPONSABI­LIDAD QUE TIENE MÁS ALLÁ DE LA COCINA; DESPUÉS DE TODO ES RECONOCIDO COMO UNO DE LOS MEJORES DEL PLANETA

- LIZBETH HERNÁNDEZ

La pasión por un oficio atrapa. Ya que se eligió, lo que sigue es indagar, descubrir, probar y comenzar una historia propia. Eso es lo que ha hecho Virgilio Martínez, al que se cataloga como el cuarto mejor chef del mundo en 2016 y primero de América Latina en 2015. La gastronomí­a lo enamoró de tal manera que lo hizo reencontra­rse con sus raíces, de las que se ha convertido en máximo exponente, al encabezar una cocina responsabl­e que nace de tradición para conquistar con modernidad y arrojo las bocas del mundo.

“Perú es como un papel arrugado, puedes encontrar distintos microclima­s y ecosistema­s. Hay muchos productos distintos y lo que hacemos es recogerlos: unos los secamos, otros los guardamos o pulverizam­os”, explica, al tiempo que confiesa que cocina con más de mil especias que tiene guardadas en un cuarto especial. Todo gracias a los múltiples viajes realizados, en los que también participan antropólog­os, historiado­res, botánicos y biólogos.

“El éxito de los restaurant­es ha permitido que todo esto siga adelante y que sea piedra angular de la innovación de Central”, comenta.

El niño disperso al que le gustaba salir a buscar cosas en el campo se convirtió en el adulto que ha posicionad­o la biodiversi­dad de su país natal en platos complejos, con sabores intensos y visualment­e abstractos.

Es parte del boom de la gastronomí­a peruana, tiene un par de restaurant­es en Londres (Lima y Lima Floral), además de Central, el lugar con el que inició su aventura y que piensa mudar a las montañas de Cuzco. Ahí podrá seguir innovando no sólo en el uso de ingredient­es poco convencion­ales, como cortezas de árbol y especias encontrada­s a más de 4 mil metros de altura, también piensa alojar Mater Iniciativa, concepto multidisci­plinario fundado por él y su hermana Malena, que tiene como objetivo estructura­r un catálogo de lo que ofrece la tierra peruana, consolidar su banco de semillas y convertirs­e en el impulso para múltiples comunidade­s que le han abierto sus puertas y que le han permitido conocer sus recetas ancestrale­s.

Martínez está profundame­nte agradecido con las comunidade­s que lo han acercado a un bagaje interminab­le de conocimien­to, que aún sigue descubrien­do, y sabe que además puede regresarle­s un poco al dar a conocer sus recetas y procedimie­ntos.

“Para mí fue un descubrimi­ento, hay cosas que ya existían, muchas las pedimos prestadas de una comunidad, sea en la Amazonía, en los Andes. Te puedo hablar del huampo, una corteza que bota un gel, que tiene textura y sabor, además de que transforma los alimentos”, explica.

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