LEONARDO KOURCHENKO
EL GLOBO
¡Qué pesadilla! para México y para el mundo ha sido el último mes, marcado a nivel global por la ocurrente, disparatada, delirante presidencia de Donald Trump.
En tan sólo cuatro semanas ha abierto más frentes de confrontación, debate y tensión que toda la presidencia de su antecesor, o tal vez la de Clinton. A Bush no lo contamos por sus dos desastrosas guerras contra Irak y Afganistán.
Trump hasta ahora, y literalmente es hasta el lunes por la noche, porque cada minuto cuenta, ha entablado por lo menos polémicas, controversias, agravios y declaraciones torpes e ignorantes con: México –tal vez, por encima de todos- con Alemania, con China, con la Unión Europea, con Australia, con la OTAN, con Rusia –en menor grado- y de última hora este fin de semana, con Suecia.
¡Vaya récord! Olvide usted a cualquier diplomático serio, conocedor de las relaciones internacionales, de los balances, de la delicadeza del lenguaje para preservar alianzas y entendimiento. Estamos ante un “chivo en cristalería”, un presidente, carente de cualquier herramienta sólida para la política, la construcción de acuerdos, la búsqueda de soluciones globales o colectivas.
Trump es un empresario que confunde a la nación más poderosa del mundo, con su corporación, donde puede dictar órdenes, despedir, contratar, modificar salarios e incumplir contratos con sus proveedores. Se sienta en la silla del “Chariman of the board” o mejor dicho del CEO –Chief Operating Officer- quien determina el curso diario y las decisiones precisas de una empresa. Pero un país, no es una empresa, es mucho más complejo por el grado de afectación y de consecuencias que sus decisiones puedan tener.
Más allá del muro y de la compleja renegociación del TLCAN que arrancará formalmente en junio, Trump amenaza el equilibrio financiero de ambas naciones con su proyecto fiscal: reducir significativamente el ISR –impuesto sobre la renta- y eventualmente imponer un gravamen sobre las remesas a nuestro país, colocaría a la economía mexicana en una situación crítica, obligada a modificar igualmente su régimen fiscal para no perder competitividad.
Su frontal combate a los medios, su postura populista, su clara tendencia de aumentar restricciones al libre comercio, retrata a un personaje sin escrúpulos, valores o principios en materia de política interna. Aplastará la libertad de expresión, tanto como se lo permitan. Falseará la información y la realidad, aunque la evidencia lo contradiga: hizo un comentario ignorante y fuera de lugar sobre Suecia este fin de semana, y luego señaló que alguien se lo había dicho.
En muy pocos días ha resultado un farsante y mentiroso, al cobijar a personajes de Wall Street cuando fue uno de sus principales argumentos de campaña en contra de Hillary Clinton. Acusó a Obama de gastar en viajes y vacaciones, cuando de 5 fines de semana como presidente, lleva tres en su complejo de Florida Mare-lago con un costo al erario estadounidense de 3 millones de dólares por cada fin de semana.
Los escenarios posibles contemplan que el Congreso busque medidas para delimitar sus órdenes ejecutivas, pero no sucederá sin una reforma constitucional. Su popularidad aumenta entre su base, blanca, racista, al tiempo que decae entre el resto de la ciudadanía.
Trump va a resentir las crecientes muestras de desprecio y rechazo, pero lamentablemente sólo reforzarán su actitud proteccionista y ultra nacionalista.