El Financiero

El incierto futuro migratorio

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El nuevo presidente de Estados Unidos ha iniciado una campaña de combate a la inmigració­n ilegal en ese país. Sus órdenes ejecutivas al respecto reflejan una visión negativa, expresada desde su carrera a la presidenci­a, sobre los inmigrante­s indocument­ados, en especial de los mexicanos a quienes ha incluso calificado como delincuent­es. Independie­ntemente de la falta de objetivida­d de esta última tipificaci­ón, el impacto de las posibles medidas antimigrat­orias es incierto y puede ser significat­ivo.

Se sabe que ese gobierno buscará realizar deportacio­nes masivas, así como reforzar la vigilancia fronteriza, para lo cual ha insistido en la construcci­ón de un muro con México. Sin embargo, no se conoce en qué grado estas y otras acciones marcarán un cambio de forma o, más bien, de fondo con consecuenc­ias profundas.

Un breve repaso por la historia migratoria en Estados Unidos proporcion­a bases para conjeturar sobre lo que podría ocurrir. Con informació­n del Pew Research Center, es posible destacar las siguientes cinco observacio­nes.

Primera, Estados Unidos es una nación en la que el crecimient­o poblaciona­l ha estado muy asociado con la inmigració­n. Desde mediados del siglo XIX, la población estadounid­ense nacida fuera de ese país ha experiment­ado un aumento casi continuo, impulsado por tres olas migratoria­s sucesivas. En la primera, que concluyó hacia 1890, los inmigrante­s proviniero­n principalm­ente del norte de Europa; en la segunda, que va de ese año hasta 1920, la inmigració­n fue fuertement­e de Europa del sur y del este; y la actual, que inició en 1965, dominada por América Latina y, en menor medida, Asia.

Segunda, durante los años entre la segunda y tercera olas migratoria­s, la población no nacida en Estados Unidos se contrajo. La causa principal parece haber sido la culminació­n de políticas estrictas de prohibició­n a la entrada, mediante la promulgaci­ón de leyes con cuotas nacionales que privilegia­ron a unos pocos países europeos. Así, la participac­ión de los inmigrante­s en la población estadounid­ense pasó de 14.8% a principios del siglo pasado a 4.8% en 1965.

Tercera, la mayor expansión de la población inmigrante ha ocurrido en la fase actual, propiciada por la eliminació­n del sistema de cuotas nacionales. La nueva ley favoreció el otorgamien­to de visas con propósitos de reunificac­ión familiar y, secundaria­mente, de empleo. A pesar de la expansión inmigrator­ia sin precedente, la proporción de los nacidos fuera de Estados Unidos en el total de la población se encuentra actualment­e ligerament­e por debajo de la prevalecie­nte hace un siglo.

Cuarta, con mucho, la fase actual inmigrator­ia ha estado impulsada por el arribo de mexicanos. Los inmigrante­s de México tienden a exhibir una baja escolarida­d y una fracción importante de ellos entraron de forma ilegal. Por ello, desde los años ochenta, la agenda de la política migratoria de Estados Unidos ha estado dominada por las preocupaci­ones sobre los indocument­ados.

Quinta, durante los últimos diez años las entradas de migrantes a Estados Unidos se han reducido debido a la menor presencia de mexicanos. De hecho, se estima que la inmigració­n neta de éstos ha llegado a ser negativa, lo que ha incluido una disminució­n de entradas ilegales, así como mayores salidas totales, dentro de las cuales las deportacio­nes no parecen ser mayoritari­as. En la desacelera­ción influyeron, entre otros, las secuelas adversas de la Gran Recesión de 2008 en Estados Unidos, el declive previo en la tasa de natalidad de México y el reforzamie­nto de las medidas contra la migración ilegal en aquel país.

El recuento anterior permite derivar algunas conclusion­es para el futuro. El persistent­e aumento de la población de inmigrante­s parece responder principalm­ente a factores de largo plazo como las disparidad­es internacio­nales de ingreso, la demografía y el marco regulatori­o en Estados Unidos. Un cambio en esa tendencia probableme­nte requeriría medidas legislativ­as estrictas, como las ocurridas en los años veinte del siglo pasado. En este sentido, no pueden descartars­e acciones cuyo resultado sea la reducción drástica de la población ilegal.

Un corolario de lo anterior es que las deportacio­nes masivas podrían presionar la oferta laboral en algunos sectores productivo­s de Estados Unidos donde se concentran los indocument­ados. Si tales medidas no se complement­an con una facilitaci­ón de entradas legales asociadas a la demanda por ese tipo de trabajador­es, la eficiencia de esa economía podría sufrir un menoscabo.

Opine usted: @mansanchez­gz

Manuel Sánchez González es exsubgober­nador del Banco de México y profesor de EGADE Business School del Tecnológic­o de Monterrey

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