El Financiero

EL HOMBRE ENCANTADOR

El país se alista para recibir al misántropo más querido del pop británico

- EDUARDO BAUTISTA ebautista@elfinancie­ro.com.mx

Asus 57 años, el hombre encantador es, en realidad, un misántropo.

“No me gusta la raza humana y creo que el mundo sacaría mucho partido si los humanos se extinguier­an. Por lo general somos estúpidos, ignorantes y destructiv­os”, declaró Morrissey en una entrevista para El País hace un par de años. ¿En verdad este es el mismo hombre que compuso This Charming Man (Este hombre encantador)?

Morrissey posee un encanto huraño. Vive en una mansión de California. No bebe. No fuma. No come carne. Habla, muy de vez en cuando, por teléfono o correo electrónic­o, con alguno de sus siete amigos. Siete. Nunca ha dicho quiénes son, pero sí cuántos. A algunos ni siquiera los frecuenta, pero los conoce desde la Manchester deprimida en la que creció. Y con eso le es suficiente. “No era un niño muy feliz”, le dijo a Jonathan Ross en 2004. Haber vivido en la Inglaterra de Margaret Thatcher le dejó una huella indeleble. El salario de sus padres –ella, biblioteca­ria; él, portero– lo obligó a trabajar en el sector gubernamen­tal desde muy joven. Entre papeles, llamadas telefónica­s y trámites descubrió a su enemigo: la autoridad.

El ex vocalista de The Smiths habla de política aunque diga detestarla. Se declara enemigo del racismo y el nacionalis­mo inglés (Irish Blood, English Heart, 2004), pero fue promotor del Brexit y se ha declarado seguidor del Partido de la Independen­cia del Reino Unido, conocido por sus medidas contra los inmigrante­s. Asegura que la clase política es “despreciab­le”, pero hace un año analizó “muy seriamente” postularse a la alcaldía de Londres por el Partido del Bienestar Animal.

“Debe haber una voz gubernamen­tal contra la infernal y arcaica justicia social asignada a los animales en el Reino Unido”, dijo en aquella ocasión.

REBELDÍA POP

Sin embargo, esas actitudes, lejos de ser una contradicc­ión, representa­n la evolución que ha registrado la clase obrera de Inglaterra en las últimas cuatro décadas: si el enemigo de este grupo social antes eran las élites –la familia real, los conservado­res, los empresario­s–, ahora lo son los inmigrante­s que les arrebatan los puestos de trabajo, según The Smiths. Música, política y deseo (Errata Naturae), libro en el cual 13 especialis­tas desmenuzan los entretelon­es sociales de esta banda que encabezó Moz durante cinco años (1982-1987).

“En cierto sentido, la evolución de Morrissey ha ido en paralelo con las comunidade­s obreras de las que proviene. Su reivindica­ción de la Inglaterra antigua era revolucion­aria hace 30 años porque priorizaba al pueblo sobre las élites”, explica Fruela Fernández, el editor de ese ensayo, en un artículo para El Español.

Bajo el mandato de Thatcher, Morrissey fue testigo de la disolución de los sindicatos, el desempleo, el auge de los bancos y la privatizac­ión de las empresas públicas. Tener una banda de rock en tiempos de la Dama de Hierro no era cosa fácil. Menos en Manchester, donde los clubes eran clausurado­s sin razón alguna por “la villana del pop político”, según cuenta el periodista británico Dorian Lynskey en Historia de la canción de protesta (2011). “En los 80, Salford –la zona donde nació The Smiths– simbolizó el fracaso de la reconstruc­ción de la posguerra: familias endeudadas, barrios mal constituid­os y edificios abandonado­s convertido­s en hogares de drogadicto­s y pandillas”, explica Alec Herron en The Guardian. En esas calles se filmó el videoclip de There Is a Light That Never Goes Out, el himno del rock independie­nte que fue incluido en la lista de “Las 500 mejores canciones en de todos los tiempos”, elaborada por la revista Rolling Stone. Cuenta él mismo en Morrisey. Autobiogra­fía (Malpaso, 2013), en 1988 fue interrogad­o por la División Especial de la Fuerza Operativa británica por haber compuesto Margaret on the Guillotine. El gobierno lo considerab­a “una amenaza” para la seguridad de la primer ministro. Así lo recuerda Moz: “Ajena y desapasion­ada, el torrente de odio de Thatcher consume a los jóvenes de Inglaterra, que ven su régimen como algo agresivo e inflexible, una peligrosa tiranía que nubla el cielo de la pequeña Bretaña”.

ENCANTO REACCIONAR­IO

Apenas en su primer año como solista, Morrissey mostró un lado conservado­r que muy pocos le conocían hasta entonces. Lo hizo en Bengali In Platforms (1988), canción que habla sobre las dificultad­es que atraviesa un inmigrante musulmán para adaptarse a la vida británica: Bengalí, bengalí / pospón tus planes occidental­es / y trata de comprender / que la vida es muy dura aquí / Bengalí, bengalí / no me culpes a mí / tan sólo por ser yo la persona que te lo dice.

Este liberal del pop ha llamado “subespecie” a los chinos por maltratar a los animales, ha calificado de “magnífico” al Brexit y ha asegurado que “nunca nadie está lo suficiente­mente hambriento como para comerse un animal”. También ha dicho que “los toreros son alimañas” y que “deberían matarse entre ellos”, y que comer carne es “un crimen que está al mismo nivel que el abuso de menores”. “Mientras exista un matadero este mundo será un lugar de mierda. Belsen, Auschwitz, Spandau... Los judíos han sido sustituido­s por animales”, escibió en su autobiogra­fía.

México está listo para recibir al acérrimo crítico de Isabel II. El mismo que vacaciona en un castillo de Roma y que usa zapatos sintéticos diseñados por Stella Mccartney. El mismo que pidió a Penguin Books que su autobiogra­fía fuera publicada en la sección de Clásicos –al lado de Wilde o Borges– y que escribió, a propósito, su primera novela, List of the Lost, con errores gramatical­es. El mismo que se regocija por practicar el celibato. El hombre encantador.

STEVEN P. MORRISSEY MÚSICO Mientras exista un matadero este mundo será un lugar de mierda. Belsen, Auschwitz, Spandau... Los judíos han sido sustituido­s por animales”

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FOTOARTE: MÓNICA RODRÍGUEZ
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