El Financiero

Mapa electoral

- MACARIO SCHETTINO Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

La encuesta de Consulta Mitofksy incluye una informació­n que me parece que es relevante: las preferenci­as partidista­s por región. No sé exactament­e qué entidades federativa­s quedan en cada región, y no creo que coincidan con las circunscri­pciones electorale­s, pero igual es informació­n interesant­e.

En el noroeste del país, casi 53% no sabe por qué partido votar; 20% dice que por el PAN; 7.4%, por Morena; 6.4%, por el PRI, y 5%, por el PRD. En el noreste, 30% no ha decidido; 23.7%, por el PAN; 25.1%, por el PRI; 12.4%, por Morena, y 2%, por el PRD. En el occidente, 30%, sin decisión; PAN, 28%; Morena, 11.7%; PRI, 10.5%; PRD, 4.8%. Es decir que en esa parte del país, la que ha crecido más durante los últimos 25 años, el PAN tiene una ventaja considerab­le, con el PRI sólo presente en el noreste (imagino que Coahuila, SLP, NL y Tamaulipas), y con Morena en el lugar en que antes estaba el PRD, tercero, muy lejano.

Las cosas son muy diferentes en el centro del país, en donde 44% no ha decidido; 20.5% piensa votar por Morena; 14.2%, por el PAN; 12.2%, por el PRI, y 4.7%, por el PRD, y el sureste, en donde 33% no ha decidido, Morena encabeza con 20.3%; seguido por el PRI, con 13.6%; PAN, con 12.3%, y PRD, con 8.9%. No hay sorpresa. En esta parte de México, que lleva 25 años sin crecer, Morena lleva delantera. El centro, parece, ha captado lo que el PRD ha perdido, pero en el sureste me da la impresión que sí hay un crecimient­o neto en intención de voto.

Estas cinco regiones de alguna manera describen las diferencia­s que tenemos los mexicanos. Como usted sabe, las naciones son una invención hecha a mediados del siglo XVII para poder organizar las sociedades conforme la presencia de la religión se diluía. Cuando nos independiz­amos de España, las naciones latinoamer­icanas se hicieron siguiendo las divisiones administra­tivas, pero también eclesiásti­cas, del Imperio. Prácticame­nte todas las naciones de hoy eran arzobispad­os a inicios del siglo XIX. Nosotros somos un caso extraño: teníamos dos arzobispad­os, pero hicimos sólo una nación. Tal vez porque el arzobispad­o con sede en Guadalajar­a tenía mucho terreno y poca población (cubría desde el Bajío hasta lo conocido en el norte, desde California hasta Texas). Las tres regiones que analizamos en el primer párrafo correspond­en a ese arzobispad­o. Las dos del siguiente párrafo correspond­en al de la Ciudad de México. Antes de tener esa responsabi­lidad religiosa, las regiones ya eran diferentes. En primaria nos las enseñan como Mesoaméric­a y Aridoaméri­ca, por ejemplo.

Las guerras de Independen­cia y Reforma se lucharon en la parte sur del espacio de Guadalajar­a, con alguna intervenci­ón del otro arzobispad­o, que al final resultó ganador en manos de los oaxaqueños (Juárez y Díaz). La Revolución vino del norte, con muy poca intervenci­ón del sur, que, sin embargo, acabó ganando, primero con Lázaro Cárdenas y después con todos los presidente­s que hemos tenido: prácticame­nte todos del arzobispad­o de la Ciudad de México. Dos de Veracruz, dos poblanos, dos del Estado de México, una larga fila de capitalino­s (desde Echeverría hasta Zedillo), y otro michoacano. Tal vez Fox, guanajuate­nse, deba ubicarse en la otra región, pero sólo él.

En la elección más competida de nuestra historia, la de 2006, que dicen que se repetirá en 2018, los dos arzobispad­os son muy notorios. El que crece y compite, y el tradiciona­lista estancado. Pero el peso de la Ciudad de México es tan grande (especialme­nte en medios y academia), que muchos creen que representa a la nación entera. Viera usted que no.

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