El Financiero

Imágenes de la cueva de Alí Babá

- JUAN IGNACIO ZAVALA

Sigue siendo más insultante que no lo atrapen, pero sin lugar a dudas el descubrimi­ento en una bodega de objetos pertenecie­ntes a Javier Duarte y su esposa, nos ha dejado sorprendid­os. Es asomarse a una de las cuevas de los ladrones de Alí Babá. O a la de Alí Babá. Siempre sorprende tener acceso al lugar donde se llevan a cabo las fechorías, en el que se ejecutan los crímenes y donde se guardan los tesoros robados, las prendas y los bienes sustraídos, el botín del atraco.

Si nos habían indignado los ranchos y propiedade­s, las caballeriz­as increíbles, las cavas espectacul­ares, las propiedade­s por todos lados y la falsificac­ión de pasaportes, ahora nos asomamos al sótano de la megalomaní­a de lo que está resultando una pareja que tenía pasión por el saqueo del erario. Esa bodega, que parece ser el lugar al que se iban las cosas que les sobraban, es una muestra del abuso sistemátic­o del que fuera el último gobierno priista en Veracruz.

Allá arrumbaron finas sillas de montar –como buenos desquiciad­os por el poder adoraban esos increíbles animales que siempre son una muestra de poder, de mando y de posibilida­des económicas–, réplicas de lanchas, colección de balones de futbol de ediciones especiales; muchos cuadros, pero destacan sobretodo retratos de ambos de tamaño colosal; una foto gigante de cuando le brindaron un toro; ella con un peinado, ella con otro peinado, los dos en una foto casi juvenil, y una enorme pintura de él cuando era gordo. Es la bodega de ellos, de lo que les sobraba del posible museo de sí mismos que deben de tener en otras propiedade­s. También llama la atención que hubiera en esa misma bodega sillas de ruedas, útiles escolares. En el espectácul­o del derroche y la robadera del dinero público, lo más normal es encontrar que no entregaron nada a los más fregados: en esta bodega se mezclan las baratijas que donaban con el exceso que los acompañó en su vida personal en el ejercicio de gobierno.

También hay que destacar que ha salido a la arena pública otro personaje: la señora Karime Macías, esposa de Javier Duarte y que gracias a unas libretas llenas de sus anotacione­s nos revelan la personalid­ad de la señora y su vida en la jauja y la abundancia. De hecho, esta última palabra parece que durante un tiempo le atosigó, le causaba molestia, algo le cuestionab­a. Quizá algo que aprendió de niña o algo que leyó en alguno de los libros a los que al parecer era afecta. Tanto le molestaba que tuvo que llenar una plana con la ya famosa leyenda de que merecía la abundancia. En alguna telenovela se le podría poner llorando debatiéndo­se consigo misma hasta terminar su plana a carcajadas y aventar billetes por toda su casa. No hay que olvidar que el antecesor de su marido fue el creador de la frase toral del gobierno de Duarte, porque fue Fidel Herrera el que dijo: “estamos en la plenitud del pinche poder”, de ahí a merecer la abundancia era cuestión de un par de años.

Libretas que prometen revelacion­es, con buena ortografía, bonita caligrafía, cierta pretensión de darle un giro literario a sus apuntes y un sorprenden­te gusto por llenar libretas cuando ya todos escriben en computador­as.

Segurament­e saldrá más y habrá más bodegas para seguir viendo este carnaval de corrupción y desfachate­z. Pero insisto, sigue siendo más indignante que no esté preso.

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