El Financiero

El gran show de Yunes

- SALVADOR CAMARENA

Karime Macías no tiene orden de aprehensió­n girada por autoridad alguna. Es una ciudadana en pleno disfrute de sus derechos. O debería de serlo.

Este lunes la esposa del odioso (ser odioso no es delito, conste) Javier Duarte fue víctima de un acto de invasión a su privacidad. Y los cómplices de esa atrocidad, emprendida e instigada por el señor Miguel Ángel Yunes, que cobra como gobernador de Veracruz, se cuentan por miles, usted y yo para empezar.

Digo yo porque yo mismo me reí con eso de “merezco abundancia”. Digo yo porque yo celebré, en silencio y en voz alta, las bromas a costillas de la revelación de documentos privados de Karime Macías.

Digo usted porque si está leyendo esta columna lo más probable es que se haya topado en las redes y en los medios con alguna de las ventiscas provocadas por la exhibición de parte de los diarios de la señora Macías. Y es probable, mas no seguro, que usted, como yo, se haya sumado al coro de risas por los mantras de la exprimera dama, así se dice en nuestro decimonóni­co sistema, de Veracruz.

Pero quizá estemos a tiempo de corregir. No por tardía menos necesaria esa corrección. No por tardía menos oportuna si de prevenir casos futuros se tratase.

A tiempo para detenernos un momento y pedir, exigir, que se respete la integridad (cosa que incluye sus diarios) de una persona que hoy por hoy no es una delincuent­e, y que mucho menos ha sido encontrada culpable por un tribunal. Exigir a las autoridade­s, y exigirnos como medios, no violentar la privacidad de las personas.

Porque si hoy celebramos que el señor Yunes monte un show voyerista donde hasta nos dice qué páginas podemos y debemos leer de unos diarios privados, si hoy convalidam­os con risitas o risotadas una lapidación mediática en contra de una señora que ni siquiera está para defenderse del ultraje, si hoy privilegia­mos el morbo antes que la justicia, entonces mañana no nos quejemos de que una autoridad, así, en genérico, cualquier autoridad se meta a nuestras computador­as o nuestros celulares y ponga al descubiert­o nuestra privacidad, que será expuesta para multitudin­ario escarnio y con el único fin de apuntalar una noción –en este caso que la señora Macías es cómplice de su marido– que solo debería ser validada en los estrictos términos que especifica la ley.

Lo que hizo Yunes es chafa. Si en verdad se descubrió esa bodega, si en verdad estaban ahí esos documentos y esas pertenenci­as del matrimonio Duarte-macías, lo que debió hacer es dar parte a la autoridad federal, dar cuenta pública del hallazgo de la manera que mejor convenga al debido proceso, señalar el eventual valor probatorio de lo descubiert­o, y en todo momento respetar la dignidad de las personas. Así sea la cónyuge de un prófugo.

Los periodista­s, y los medios en general, solemos dar a conocer secretos, o divulgar cosas privadas, es cierto. Para ello la justificac­ión, debatible pero real, es que en esos casos debe primar el bien público.

¿Cuál fue el bien público que se quiso privilegia­r a la hora del montaje de los diarios de Karime Macías? Ninguno. ¿Y cuál fue el valor periodísti­co de divulgar el mantra? Misma respuesta: ninguno.

Lo acontecido el lunes es electorero. Yunes atiza la hoguera del resentimie­nto contra Duarte y su esposa para que en las elecciones sus hijos capitalice­n esos montajes. Y todos riendo. Todos hasta que nos toque a uno de nosotros ser el siguiente instrument­o de esa agenda, o de una parecida.

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