¿Estamos construyendo un país más igualitario o más desigual? (II)
En el artículo de la semana pasada dábamos cuenta de algunos de los graves contrastes que tenemos en el país, pero quizá más importante, del hecho de que las desigualdades regionales en materia económica no tienden a disminuir, sino que la brecha es cada vez más grande. No parece ser el caso es el caso en los indicadores sociales.
Cuando se trata de indicadores de la población en su conjunto, y que por tanto incluyen rezagos históricos, las brechas se reducen, aunque muy lentamente. Es el caso, por ejemplo, del promedio de escolaridad. En el 2015 la escolaridad promedio de nuestro país era de 9.1 años, con una diferencia en años de 2.5 años entre las entidades federativas con mayores promedios, CDMX, Nuevo León, Sonora, Baja California Sur y Coahuila (10.2) y las cinco con menores promedios, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Veracruz (7.7). Las diferencias en 1990 entre las entidades federativas con mejores y peores resultados era de 2.9 (7.9 vs 5.0 años). Es decir, la brecha en el promedio de escolaridad sólo se ha reducido en 0.4 años. Algo similar sucede cuando analizamos otros indicadores. Las brechas se reducen muy lentamente.
Por el contrario, cuando se trata de indicadores que tienen que ver con las nuevas generaciones, las brechas se han reducido de manera importante. Es el caso de la tasa neta de cobertura en secundaria, que es el porcentaje de la matrícula en el rango de edad típico para el nivel educativo, respecto de la población de ese mismo rango de edad, en este caso de 12 a 14 años; los cinco más avanzados tienen una cobertura de 95.9% vs el 78.9% de los más rezagados. Esta diferencia es significativamente menor a la que existía en 1990, donde los promedios entre las mejores y peores entidades federativas era del doble, 66.1 vs 33.4. Un ejemplo de que si se puede transformar la realidad para las nuevas generaciones es Guanajuato, que ocupaba el lugar número 29 en este indicador en 1990 y ahora se encuentra entre los cinco primeros.
Una situación similar se observa con las nuevas generaciones de recién nacidos. En mortalidad infantil, que representa el número de defunciones de niños menores de 1 año de edad por cada 1000 nacidos vivos, las tasas más bajas se registran en Aguascalientes, Nuevo León, Colima, Sinaloa y Nayarit, con un promedio de 11.5; y las más altas en Chiapas, Oaxaca, Campeche, Guerrero y Puebla (17.9). La reducción de las brechas es importante dado que en 1990 era prácticamente del doble, 23.2 vs 43.5 entre las entidades con los mejores y peores indicadores.
A manera de conclusión diría que las brechas regionales en materia de desarrollo social en nuestro país son extraordinariamente amplias como consecuencia de los rezagos sociales históricos, pero se han venido reduciendo en las nuevas generaciones, desafortunadamente no a la velocidad que sería deseable para un país con tan graves desequilibrios regionales, más aún si consideramos que las brechas en materia económica se han ampliado.
*Profesor Asociado del CIDE