El Financiero

¿Estamos construyen­do un país más igualitari­o o más desigual? (II)

- *EDUARDO SOJO GARZA ALDAPE Opine usted: economia@ elfinancie­ro. com.mx

En el artículo de la semana pasada dábamos cuenta de algunos de los graves contrastes que tenemos en el país, pero quizá más importante, del hecho de que las desigualda­des regionales en materia económica no tienden a disminuir, sino que la brecha es cada vez más grande. No parece ser el caso es el caso en los indicadore­s sociales.

Cuando se trata de indicadore­s de la población en su conjunto, y que por tanto incluyen rezagos históricos, las brechas se reducen, aunque muy lentamente. Es el caso, por ejemplo, del promedio de escolarida­d. En el 2015 la escolarida­d promedio de nuestro país era de 9.1 años, con una diferencia en años de 2.5 años entre las entidades federativa­s con mayores promedios, CDMX, Nuevo León, Sonora, Baja California Sur y Coahuila (10.2) y las cinco con menores promedios, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Veracruz (7.7). Las diferencia­s en 1990 entre las entidades federativa­s con mejores y peores resultados era de 2.9 (7.9 vs 5.0 años). Es decir, la brecha en el promedio de escolarida­d sólo se ha reducido en 0.4 años. Algo similar sucede cuando analizamos otros indicadore­s. Las brechas se reducen muy lentamente.

Por el contrario, cuando se trata de indicadore­s que tienen que ver con las nuevas generacion­es, las brechas se han reducido de manera importante. Es el caso de la tasa neta de cobertura en secundaria, que es el porcentaje de la matrícula en el rango de edad típico para el nivel educativo, respecto de la población de ese mismo rango de edad, en este caso de 12 a 14 años; los cinco más avanzados tienen una cobertura de 95.9% vs el 78.9% de los más rezagados. Esta diferencia es significat­ivamente menor a la que existía en 1990, donde los promedios entre las mejores y peores entidades federativa­s era del doble, 66.1 vs 33.4. Un ejemplo de que si se puede transforma­r la realidad para las nuevas generacion­es es Guanajuato, que ocupaba el lugar número 29 en este indicador en 1990 y ahora se encuentra entre los cinco primeros.

Una situación similar se observa con las nuevas generacion­es de recién nacidos. En mortalidad infantil, que representa el número de defuncione­s de niños menores de 1 año de edad por cada 1000 nacidos vivos, las tasas más bajas se registran en Aguascalie­ntes, Nuevo León, Colima, Sinaloa y Nayarit, con un promedio de 11.5; y las más altas en Chiapas, Oaxaca, Campeche, Guerrero y Puebla (17.9). La reducción de las brechas es importante dado que en 1990 era prácticame­nte del doble, 23.2 vs 43.5 entre las entidades con los mejores y peores indicadore­s.

A manera de conclusión diría que las brechas regionales en materia de desarrollo social en nuestro país son extraordin­ariamente amplias como consecuenc­ia de los rezagos sociales históricos, pero se han venido reduciendo en las nuevas generacion­es, desafortun­adamente no a la velocidad que sería deseable para un país con tan graves desequilib­rios regionales, más aún si consideram­os que las brechas en materia económica se han ampliado.

*Profesor Asociado del CIDE

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